Lenguaje económico viperino
Antonio Mesamadero
Martes, 2 de enero 2024, 23:04
La economía ha entrado en ese puntito muerto que los más realistas llaman «recesión», los más optimistas «ajuste, y los más pesimistas (optimistas bien informados) « ... vacas flacas». Ninguno de los tres términos es agradable, ya que lo primero suena a encías retraídas, lo segundo a lanzamiento de granadino al Genil con unos zapatos de cemento por una cuestión de cuentas, y lo último a premonición: jamás volveremos a ver vacas gordas.
El lenguaje económico es exclusivo, porque el dinero necesita de vocablos especiales para reproducirse como un conejo en la granja de los beneficios o adentrarse en la frondosa selva de la especulación en bolsa. Por ejemplo, no es lo mismo decir que tienes unos ahorrillos, a proclamar que posees un capital. La diferencia es la humildad con la que se pronuncia generalmente «ahorrillos», y el énfasis verbal que demanda vocalizar «capital». Lo primero da pena, lo segundo da alas a la inversión en ladrillo. El dinero es así, se arrima al que lo ama con intereses o lo sobrevalora por encima de su valor real.
Para algunos economistas que aderezan sus análisis con Machaquito, el 2024 es un pan en lontananza y pronto veremos sus primeros regalos en forma de síntomas de recuperación. Volvemos como Perico al torno al recóndito lenguaje de esta gente... ¿qué son «síntomas de recuperación»? ¿Estamos hablando de números o de la resucitación cardiopulmonar de un ahogado? Si los inventores de estos vocablos no perdieran de vista que detrás de las cifras hay personas con sus necesidades, seguramente las harían más inteligiblemente humanas. Por ejemplo, para el discurso macroeconómico un parado sólo significa un número, pero la realidad es que ese número encierra un drama personal. No existe gente con la cabeza más ocupada por la preocupación que un desocupado.
El lenguaje económico ha diseñado una línea de trabajo demasiado distante. Las familias que visitan y revisitan el Banco de Alimentos o Cáritas no viven «en el umbral de la pobreza», sino en la pobreza misma. Ellas lo sienten así, aunque esto no figure en el informe del Instituto Nacional de Estadística. En cuanto a pobreza moral, la de los sujetos que han traspasado el umbral de la riqueza y declaran tener dificultades para llegar a fin de mes. Si no puedes hacer el bien, al menos no hagas daño con las palabras.
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