La estación de los horrores
Antonio Mesamadero
Lunes, 10 de marzo 2025, 23:15
Battiato tiene una coplilla que dice así: «La estación de los amores viene y va, y los deseos no envejecen a pesar de la edad. ... Si pienso en cómo he malgastado yo mi tiempo, que no volverá, no regresará más. La estación de los amores volverá con el temor y las apuestas. Y esta vez, ¿cuánto durará?». Bueno, por muy mala que sea la estación de Battiato, nunca será tan dañina como la estación de los horrores ferroviarios granadinos, que viene y va con el temor y las apuestas de cuánto durarán esta vez las promesas del Gobierno (de turno).
La otra estación de los horrores granadina se llama primavera. El gran José Luis Sampredro se preguntaba por qué los árboles tienen tantas primaveras en su vida y los hombres sólo una. Probablemente sea por culpa de los árboles, le hubiese precisado un alérgico al ciprés, al olivo o al puñetero plátano de sombra.
La picarona primavera se caracteriza por tener los días más cortos, las noches más largas y las temperaturas más frías. En cambio, en nuestro exclusivo invierno ferroviario los días se hacen eternos esperando soluciones y la frialdad del Ministerio de Transportes se acentúa hasta bajo cero con las demandas del Ayuntamiento de Granada. Se ha convertido en nuestra estación perenne y cuenta con más alérgicos al AVE entre sus filas que rinitis tiene en temporada de polen.
Lo de Óscar Puente y Granada fue un fugaz amor de verano, porque a día de hoy seguimos esperando cual Penélope de Serrat en el andén a que pase nuestro tren mientras meneamos el abanico de la lástima. Es la primavera ferroviaria que nunca llega porque siguen sin brotar como capullos en flor las inversiones. Y hablando de flores, el actual ministro del ramo transportil se merece un buen ramillete de nomeolvides. Pero, ¿existe la posibilidad de que algún día él también tenga un detalle y nos regale flores con promesas cumplidas? Si, claro que la hay, el día que digamos que somos alérgicos a las flores y a las promesas cumplidas. Los políticos son así con nuestra tierra. Granada sólo recibe lo que le sienta como un tiro.
Algo está claro, cada vez que los granadinos nos quejamos de nuestro tren, a Óscar Puente hay que administrarle un chute de epinefrina. Es alérgico al tema. Primavera ferroviaria será cuando florezca el sentido común y las vías de entendimiento sean paralelas a las de los raíles. Mientras ese momento llega, que llegará seguramente impuntual, cantemos con marcha de alta velocidad esta canción de Manhattan Transfer: «Primavera, la espera. Verano, la mano. Otoño, un retoño. Invierno, un infierno. Eso es el amor». El amor y las infraestructuras en Granada.
Epílogo: La vida es eso que pasa mientras esperas un tren en condiciones.
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