Capacitado para no hacer nada
Antonio Mesamadero
Lunes, 27 de mayo 2024, 23:09
Suelo releer con frecuencia un relato que la critica literaria más «cuqui» siempre ha calificado como «de cabecera» o «imperdible». ¿Quién es el barrenero del ... idioma español que inventa estos términos? De cabecera es el médico, y el imperdible es ese alfiler que se abrocha quedando su punta dentro de un gancho para que no pueda abrirse fácilmente. Lo demás es confundir a la gente innecesariamente.
Bueno, el relato en cuestión es de Herman Melville y se llama «Bartleby, el escribiente»: una genialidad que huele a «kafkalina», y lo digo en el mejor sentido de este improvisado término. Si quiere usted bucear en las influencias literarias del vitalista Franz el de «La metamorfosis», no dude en adentrarse en este diminuto pero jugoso cuento. En él encontrará un precursor de la literatura existencialista y del absurdo, así como una influencia clara en ese chirigotero del terror llamado Stephen King, que lo cita expresamente en su novela «Un saco de huesos».
La frase preferida de Bartleby, el insumiso protagonista del relato, es «Preferiría no hacerlo». A todos los encargos que recibe como manuense por parte de su jefe, él le responde que «preferiría no hacerlo». Curiosamente, la actitud del joven tiene este punto en común con la del ministro Óscar Puente, ¿o acaso no son esas las palabras que (imaginamos) pronuncia cada vez que algún «manuense» de su ministerio le invita a leer la carta que Marifrán le envió hace seis meses? Dentro de otros seis, esa carta cumplirá un añito sin abrir. Y dentro de dos añitos ya tendrá pelos en las piernas, pero seguirá sin leerse porque el recién nombrado hijo adoptivo de Argentina prefiere no hacerlo. Eso sí, la dejadez de Puente con esa misiva no encierra ningún misterio. Simplemente obedece a un latiguillo muy utilizado en política: «Preferiría no hacerlo si ello beneficia al contrario político».
Silencio con Carazo y verborrea «puentil» tuiteando, afición que ya ha ocasionado algún encontronazo internacional, sin que haya que descartar que a futuro provoque una confrontación mundial.
Alguna vez pensé que ese «preferiría no hacerlo» de Bartleby se debía a que una tuerca del engranaje social prefiere no seguir ejerciendo su función y por eso se abona al libre albedrío. Pero aún no lo tengo claro. En cambio, habiendo releído a Óscar el ministro, llego a la conclusión de que hay personas que prefieren la crispación a la concordia.
Epílogo: Estoy muy cansado de los políticos que siempre dicen «no». Valga como ejemplo, cuando el Gobierno dijo: «No vamos a dejar de apoyar la sede de Adia Lab en Granada», y luego fue que sí.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión