El buen doctor
Antonio Mesamadero
Martes, 22 de abril 2025, 00:23
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Antonio Mesamadero
Martes, 22 de abril 2025, 00:23
IDEAL publicaba el pasado domingo una entrevista con Miguel Melguizo, un médico de los que entienden la esperanza como una terapia milagrosa y sin efectos ... secundarios –las palabras, administradas con cariño, son una medicina para el alma del paciente–.
Caer en las garras hipocráticas de un galeno que no ame su trabajo es raro, raro, raro; pero haberlos haylos, por desgracia. Un claro ejemplo es ese prototipo de médico que se equivocó fatalmente de vocación y resulta peligroso porque suele equivocarse por miedo a equivocarse. También sobra el que no desarrolló las cualidades de humanidad, compasión y empatía tan necesarias para que un enfermo sienta que no está solo ante el peligro. Es la diferencia que hay entre un buen doctor y un oficinista del vademécum. Por suerte, son una gota de chapapote en el mar azul de la medicina granadina.
«Los pacientes son para siempre», señala Melguizo en una bonita y certera pincelada verbal. Me acordé inmediatamente de aquel eslogan publicitario que decía 'Un diamante es para siempre'. El anunciante, astuto como él solo, conseguía con una simple frase abrir las pupilas de esas criaturas con pasta que tienen una inclinación casi hipnótica hacia todo lo que brilla, incluyendo el brillo de sus zapatos.
Miguel Melguizo se jubiló el pasado año del centro de salud de Almanjáyar después de 35 años brillando como un médico para siempre. La huella que dejó allí es imborrable, porque un buen médico es como una huella digital, única e intransferible, y su ausencia tarda en cicatrizar en los pacientes que estuvieron en sus manos. Un buen doctor echa su jornal diario apoyándose en el fundamento primero de la medicina, que suena más a mística teresiana que a juramento hipocrático: aliviar el dolor es obra divina. El poeta Horacio dijo un día –más o menos– que somos polvo y sombras, y ninguno nos libramos de los achaques físicos que la madre naturaleza que la parió nos envía como demostración de que además de divinos de la muerte, somos humanos.
A nadie le apasiona que le diagnostiquen algo malo, y lo triste es precisamente que los médicos nunca diagnostican algo bueno. Pero la consulta de un doctor es uno de esos lugares donde uno contacta con lo mejor del ser humano. No sé cómo se mide en dinero la dedicación de los médicos, pero creo que siguen cobrando muy por debajo de su entrega profesional y emocional. Salvo algún consumado sieso con bata, lo habitual es encontrarse con profesionales que tienen rayos X en los ojos: conocen a sus pacientes tan bien por dentro, como por fuera.
Los matasanos son una especie en extinción, digan lo que digan los más 'malafollás' del lugar. Valga este humilde artículo como un reconocimiento al magno oficio de galeno. Y siguiendo el consejo del gran Hipócrates, me voy de tapas, porque mi medicina favorita es el alimento y el alimento mi medicina favorita. Eso sí, todo regado con un buen 'jarabe' de Cervezas Alhambra.
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