Ortografía para ricos
Antonio Carvajal
Miércoles, 23 de agosto 2023, 23:16
«Desde su fundación, en 1713, la labor de la Real Academia Española ha estado orientada hacia la elaboración de los tres grandes códigos que ... regulan la norma de una lengua: el buen uso del léxico, el dominio de las reglas gramaticales y la correcta escritura. Por ello, los objetivos académicos, renovados constantemente a lo largo de los siglos, han quedado recogidos en tres publicaciones emblemáticas: el 'Diccionario', la 'Gramática' y la 'Ortografía'». Así habla de sí la docta casa, mas por la boca muere la peza (pez de género femenino).
Por ejemplo, en el Diccionario inserta y define la palabra gilipollas, olvidando que, dada su variedad y extensión, no se pueden poner fines (o sea, de-finir) a las víctimas de esta epidemia: el gilipollas y la gilipollesa se muestran, preferentemente señalándolos con el índice. Y una de las gilipolleces académicas es justificar la supresión de los dígrafos en el uso del teclado. Lo que implica que nuestra real institución supone que todos los hablantes del español que saben escribir, o lo están aprendiendo, tienen teclas para tocar en los instrumentos que el mercado les ofrece, teléfonos, tabletas, ordenadores, incluso máquinas obsoletas conservadas como reliquias periclitadas, wifi (guaifai, qué guai) y suministros de electricidad suficientes y garantizados: el mundo hispano es un paraíso donde todos somos ricos, el globo de las maravillas, que lo pincha la realidad y se desinfla. No le ocurre así a nuestra lenguaraz Academia, pues su hinchazón es de vanidad congénita. En ninguna de sus publicaciones leo que en la escritura de puño la ch se escribe con trazo seguido y es, por tanto, monógrafa, mientras para poner el punto sobre la i hay que levantar la mano y realizar dos movimientos, con lo que la j y la i son taimados dígrafos cuya realidad no escapa a los sagaces ojos anglosajones.
Redactar una ortografía para teclado sin incorporar grafemas adecuados para transcribir la verdad del habla indica sometimiento a no sabemos qué. Repárese en que todos los teclados tienen el símbolo del euro, engendro capitalista de hace nada, pues tras embarazo más largo que el de las burras, Europa parió su moneda en 1999 y la echó a rodar en 2002, con su signo en los teclados que nos consumen. Y mientras, la ñ se tambalea y la ch no tiene quien la escriba. ¿Quién manda en nuestro idioma?
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