Casida
Antonio Carvajal
De la Academia de Buenas Letras de Granada
Miércoles, 10 de septiembre 2025, 23:05
Ay, qué mundo este. Villaespesa no da de comer, no fue virgen ni mártir ni murió de peor manera que de una enfermedad limpia, de ... esas que no se contraen en rituales venéreos ni se inventan en laboratorios. No se puede hacer bandera de él ni siquiera artísticamente porque no se estila ni se lleva la poesía métrica, sea heredada sea innovada, y aquí el más tonto hace relojes de cuco, así que olvidemos el proponerlo como modelo. Y como en las modas no hay plagios, ¿para qué estudiar la evolución de las llamadas 'orientales', desde Arolas y Zorrilla hasta hoy? Habría que ir más atrás, a los romances moriscos y leyendas amorosas de frontera, porque más de un romance de Góngora suena por debajo de las orientales de Zorrilla, y éste en Villaespesa y en García (Federico). Parece ser que a los estudiosos de nuestra literatura les basta lo que escribió García Gómez para el 'Diván del Tamarit', y se acabó. Por más que busco no encuentro la menor mención ni a las gacelas ni a la casida de 'El Alcázar de las perlas', y mira que la casida es famosa y está repetida, sobre todo sus versos iniciales, que son una delicia sonora: «Las fuentes de Granada... / habéis sentido / en la noche de estrellas perfumada / algo más doloroso que su triste gemido?». (Permítame quien leyere que señale la delicada armonía entre cuatro versos de distintas medidas, la sabia suspensión que anula la tendencia a formar un verso de 11 con dos contiguos de 7 y 5 cuando es posible la sinalefa entre ambos, el privilegiar un sonido triste, el gemido, frente al genérico llanto y, maravilla de sutileza, deslizar una sinestesia, noche perfumada de estrellas, con que nos ofrece simultáneamente la belleza visual y el deliquio olfativo, todo ello sin aparente esfuerzo, de tal manera que los sordos de corazón y tontos del culo lo ultrajan de ripio). Para mí, Villaespesa entra de lleno en la corriente «neomudéjar», mejor estudiada en arte (arquitectura, y decoración sobre todo) que en literatura.
Todo el párrafo anterior es un desahogo. La ramplonería de nuestros historiadores de la literatura me ataca los nervios. La única alegría me la da saber que hay quienes aman la poesía y que saboreamos de vez en cuando los frutos del trabajo que ese amor produce.
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