Ante su tumba
Mi papelera ·
Dicen que en Ávila se inspiró Delibes para escribir parte de su obra 'La sombra del ciprés es alargada', ambientada en la posguerraAdela Tarifa
Miércoles, 30 de octubre 2019, 22:13
Es una tarde cualquiera, en Ávila. Huele a otoño este fin de septiembre, de lluvia y mucho frío. Salí de Úbeda, para asistir a unas ... jornadas culturales, con ropa inadecuada. Es que aquí aún íbamos con manga corta. El hotel estaba congelado. Nos dijeron que no ponían aún la calefacción. Tuve que recurrir a dos mantas del armario para poder entrar en calor. La tarde de la llegada, tras un concierto interrumpido por truenos, buscamos un lugar para tomar algo, justo al salir de la muralla. Los pies calados de agua y sin botas de recambio para el día siguiente. Por eso detesto los hoteles. Nunca aciertas con lo que echas en la maleta. La ciudad está bellísima, muy limpia. Parece toda ella un museo parado en el tiempo. En algunos rincones solo las plantas rompen la monotonía de esa piedra castellana rotunda ¡Dios mío, que frío pasarían aquellos Vetones rebeldes a la romanización! En su gastronomía ya se nota el rigor y lo largo del invierno; poca verdura, mucha carne y embutido. Eso no va con mi dieta habitual. Y más vino que cerveza. Pero ni una copa de vino me quitó esa sensación de frío y melancolía. Allí en septiembre a partir de las 9 de la noche poca gente se ve por las calles, y no están a rebosar los bares. Nada que ver con la alegría del sur. Allí, cuando acabas de recorrer monumentos, muchos y excelentes, lo que tienes que hacer es irte al hotel, si funciona la calefacción. La verdad, apenas estuve en Ávila tres días, y mi deseo de volver crecía. Y mira que son preciosos sus pueblos, muchos casi abandonados. Pero de ese tema, de los pueblos deshabitados, hablaré otro día. Hoy no toca. Porque de lo que yo quería hablar es de la tumba de Adolfo Suárez en la catedral de Ávila, un monumento que al fin he visto con algo de calma. Otra maravilla de monumentalidad e historia, como tantas cosas de esta ciudad, capital de provincia que apenas llega a los 50.000 habitantes y es la de mayor altitud de España: 1.131 metros sobre el nivel del mar.
Dicen que en Ávila se inspiró Delibes para escribir parte de su obra 'La sombra del ciprés es alargada', ambientada en la posguerra. Es lógico. Se dan bien los cipreses altos, buscando el sol. No es tierra de naranjos. La tumba de El Doncel, lo más visitado de su catedral, junto con la muralla y san Vicente, congrega turistas. En la galería del claustro de la catedral vi la lápida de Adolfo Suárez. Sobria y solitaria. Pero alguien había dejado allí unas flores recientes, abrazadas con un lazo de la bandera de España. En esta cinta había escrita una frase sencilla, dando las gracias a este presidente del gobierno porque hizo posible que los rivales se estrecharan las manos en un momento difícil de nuestro pasado.
Eso no me hubiera llamado la atención de no ser que justo en esos días estaba cantado que iríamos a otras elecciones, las cuartas en cuatro años, ante la incapacidad de unos políticos irresponsables que ponen sus intereses partidistas por encima del bien común, y nos conducen a otra votación cuando son evidentes los síntomas de una nueva crisis económica, y el separatismo catalán está a la que salta. Con suerte, pasadas las navidades, habrá gobierno. Ahora parece que todos se avienen al pacto. ¿Por qué no antes? ¿No les da vergüenza? Si se presentan los mismos –por cierto, todas las cabezas de partido son hombres, aunque luego cacarean la igualdad y la paridad–, ¿por qué no pactaron los constitucionalistas antes? Muy sencillo. Esperan sacar rédito electoral y les importa un bledo la opinión de los españoles expresada en las urnas hace nada.
No sé lo que va a pasar el 10 de noviembre. A mí me dan ganas de no votar. Pero votaré. Creo que es lo que hay que hacer, porque no se puede arreglar la irresponsabilidad ajena con la nuestra. Después de todo no es la primera vez que voy a las urnas buscando lo menos malo. En este caso, ante la cerrazón para dialogar de los partidos políticos constitucionalistas, lo que nos lleva a estas elecciones, creo que el presidente en funciones no tuvo otra que convocarnos de nuevo. De todo se aprende. Por ejemplo, los dirigentes de Podemos han demostrado a las claras lo que querían: gobernar en la sombra. Ellos tienen mucha experiencia en lo de aplicar tácticas de presión. Alguno asesoró al gobierno venezolano, previo pago. Pero Pedro Sánchez les ha desconcertado con su no. Es que todo no vale.
Por eso ante la tumba de Adolfo Suárez agaché la cabeza y me disculpé por no haber administrado bien su herencia. Todos somos culpables de lo que nos está pasando, por acción u omisión. Pero unos más que otros. Por cierto, nunca Montoro imaginó que sus denigrados presupuestos serían eternos.
¡Qué país! Y eso que no he dicho lo que opino sobre la que han montado los independentista catalanes porque los jueces dictaron sentencias contra unos golpistas. Como decían aquellos geniales Tip y Col: ¡la próxima semana hablaremos del gobierno!
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