Años de Cazorla
Huesos de aceituna ·
(...) el gran honor y la enorme satisfacción de contribuir a dejar una huella indeleble en la historia de Cazorla.Dejar constancia escrita y gráfica de lo que hoy es y mañana habrá sido el rabioso presente de nuestro municipioLa mayoría de mis paisanos y paisanas, y también quienes leen con frecuencia esta columna, ya saben que he tenido el gran honor de dirigir ... el Anuario del Adelantamiento de Cazorla durante siete años. Y que desde seis antes, es decir, desde 2009, fui su coordinador bajo la dirección de José Luis Ríos Jorquera. En total, 13 años dedicado a confeccionar esta publicación, que es la que goza de más solera en su género de toda la provincia de Jaén. No en vano, completa ahora 63 ediciones desde su creación allá por el año 1952, con algunas 'precuelas' desde 1948 a las que se les nominó de otro modo.
Pues bien, el pasado martes puse fin a este periodo de dedicación a los asuntos de la ciudad que me vio nacer, aunque no dudaré en seguir colaborando –si lo tiene a bien- con el nuevo director, David Gómez Frías. Lo hice rodeado de la gente que me quiere y de un auditorio bien nutrido de cazorleños y cazorleñas, que tuvieron a bien estar a mi lado esa noche tan especial para mí. Vaya si lo fue. Cuando desperté la mañana siguiente, caí en la cuenta del esfuerzo que dejo atrás. A modo de 'Día de la Marmota' podría decirse que estos últimos años han sido para mí el 'Año de la Marmota'. Con esas crónicas a mi modo de ver fundamentales para entender el día a día de este municipio, pero cuya confección requería de una atención y un afán recopilatorio más propio de un chino –con perdón para los chinos– que de un andaluz de Jaén. Y, además, cuidando en lo posible que nadie se sintiera obviado.
Luego estaba la labor de convencimiento a los redactores y redactoras dudosos, que no se atrevían a dar el paso de plasmar, negro sobre blanco, los temas que les concernían, desnudándose en cierto modo sobre una hoja de Word. O a enfrentarse al déficit de personas dispuestas a ello, sobre todo en lo referido a los deportes mayoritarios –aunque parezca contradictorio, con los minoritarios nunca hubo problemas–, lo que hacía recaer en mí la tarea de resumir todo un año de competiciones. Además, sentía la obligación de poner mi granito de arena en la sección de Cultura, de aportar mis numerosas fotos aquí, allá y acullá, de redactar el Editorial,... Y, para poner la guinda, el minucioso trabajo de corrección y maquetación de 300 páginas, con la inestimable ayuda de un profesional como José Luis Díaz. De tal modo que, durante los 365 días del año, un rincón de mi cabeza estaba permanentemente ocupado con el Anuario del Adelantamiento.
Pero, a pesar de todo lo que he descrito, la experiencia no puedo calificarla de otro modo que como excepcional y tremendamente gratificante. Primero porque, como alguna vez he escrito aquí, yo tiré para el Derecho porque uno, en su juventud, es todo corazón; cuando lo que de verdad me apasionaba era el trabajo periodístico. Y segundo porque me he encontrado aquí con gente extraordinaria, preñada de bondad, buen juicio y generosidad en el esfuerzo. A algunos y algunas ya los conocía bien, pero con otros y otras la satisfacción ha sido mayúscula, incluso generando una amistad que, a buen seguro, será inquebrantable. Como ya los menté en la presentación, no voy dar nombres aquí, porque además corro el riesgo de dejarme alguno, y eso sí que sería ahora imperdonable.
Sirva esta pieza también para David Gómez Frías, el nuevo director. No para salir corriendo, espero. Sino para hacerle saber que, aunque no será fácil aunar en un solo volumen tanto trabajo, tantos detalles y tantas voluntades, el premio por todo ello será verdaderamente singular: el gran honor y la enorme satisfacción de contribuir a dejar una huella indeleble en la historia de Cazorla. Dejar constancia escrita y gráfica de lo que hoy es y mañana habrá sido el rabioso presente de nuestro municipio.
Además, rodeado de un numerosísimo equipo de personas sobresalientes, de las que aprender con cada texto y con cada fotografía. Gentes de todas las edades, porque también los y las jóvenes –que nadie lo dude– tienen mucho que enseñarnos, entre otras cosas a observarlos con menos soberbia. Es incuestionable que ellos y ellas son el futuro del Anuario del Adelantamiento. A ver si se envalentonan y consiguen hacernos de verdad viejos a los demás, arrollándonos en esas páginas que desean con fervor ser el continente de sus inquietudes.
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