¡¡Zas!!
«No entiendo la ignorancia que hay en muchos aspectos de la vida más cotidiana, de las cosas que nos tocan más de cerca, aquellas que conforman nuestro día a día y nuestro ser»
Fue un ruido seco, sordo. Un ruido apagado, como si no quisiera molestar. En cuanto lo oí me puse en lo peor. Me agaché y, ... tenía razón, el móvil había muerto. Totalmente. La pantalla no se iluminaba, no veía nada y eso que aún recibía llamadas, pero sólo se intuía, nada más. Y ahí me di cuenta de la dependencia que había entre mi móvil y yo; yo y mi móvil porque imagino que a él le pasaría algo parecido. Seguro que estaba esperando que yo lo accionase para iluminarse, pero en vano.
Seguramente los vínculos que habíamos establecido entre los dos eran más fuertes que los que podía tener con muchas personas. Al fin y al cabo desde que me levantaba hasta que me acostaba el móvil era un compañero inseparable al que consultarle todo, con el que me interrelacionaba más que con otras personas. Así pasaron dos días porque se me resbaló de las manos justo un día antes de celebrar el Día de Andalucía por lo que hasta el miércoles no pude llevarlo a arreglar. Y se me escurrió de la mano de la manera más tonta porque ni siquiera la funda protectora que llevaba para minimizar los golpes sirvió de nada, ni para evitar que se cayera. No sé, lo mismo hasta le tendrían que poner un asa para agarrarlo con más seguridad y evitar caídas tontas y mortales e impedir que el vínculo entre el móvil y la persona se vea roto tras un simple sonido seco, sordo, apagado.
De vuelta a la realidad jamás pensé que la ausencia de un móvil tuviera una incidencia tan grande en la vida. Hasta no hace tantos años no existían y vivíamos hasta mejor. Pero eso ha cambiado y no podemos ir contra lo que se nos ha impuesto con tanto éxito. Tampoco es que esté todo el día con el móvil en la mano, pero me gusta saber la temperatura a la que estamos; leer prensa online; recibir titulares; consultar redes sociales y mensajería y, por supuesto, disipar todas las dudas que me surjan. Que estoy viendo una película y no sé dónde se ha rodado, cojo el móvil y lo pregunto; que desconozco el autor de la canción que está sonando, pues lo busco; que quiero cocinar algo, saco la receta; y así con casi todo. Quizá lo que menos hago con el móvil, aunque resulte paradójico, sea hablar por teléfono.
Pero en esas horas sin móvil me di cuenta de la mucha información que recibo y que consumo, además de lo sencillo que me resulta acceder a ella. Y así como yo, todos. Por eso no entiendo la ignorancia que hay en muchos aspectos de la vida más cotidiana, de las cosas que nos tocan más de cerca, aquellas que conforman nuestro día a día y nuestro ser. El otro día aluciné cuando leí en este periódico un estudio de la Universidad de Almería que desvela que el 23% de los estudiantes, es decir uno de cada cuatro, no utiliza ningún método anticonceptivo en sus relaciones sexuales. Y entre quienes sí utilizan algún método para prevenir el embarazo se encuentran, por este orden, el preservativo, la píldora y la 'marcha atrás'.
Que a estas alturas el tercer método anticonceptivo más utilizado sea la interrupción del coito es como elegir una diligencia para viajar a Madrid. Y eso sí que no me cabe en la cabeza. Porque imagino que los jóvenes universitarios, hombres y mujeres, habrán oído hablar (y quizás lo hayan sufrido) de los embarazos no deseados o de las enfermedades de transmisión sexual. Entonces, no entiendo qué leches hacen todo el día mirando el móvil si ni siquiera son capaces de poner los medios para evitar males mayores y verdaderos problemas en sus vidas, como es la prevención y la seguridad en sus relaciones sexuales. Es inaudito que teniendo al alcance de un clic todo tipo de información sigan siendo tan ignorantes en algo tan básico como es el sexo. Hace 40, 50, 60 años ese desconocimiento podía estar justificado, pero hoy en día en absoluto y hasta debiera estar penado porque demuestran ser verdaderos brutos.
Lo mismo me indigna cuando veo estudios y estos mismos jóvenes que no son capaces de mirar más allá de TikTok o Instagran niegan que exista la violencia de género o los chicos crean que sus novias les pertenecen a todos los niveles por no hablar de la homofobia, la xenofobia, el acoso escolar, esas lacras sociales que van a más y no somos capaces de frenar y erradicar. Y al final llego a la conclusión de que sin móvil y sin tanto acceso a la información mi generación se educó y aprendió mucho mejor que las generaciones actuales lo que me parece una verdadera pena y una pérdida de tiempo. Lo mismo deberíamos alejarnos de esos móviles que nos tienen realmente idiotizados.
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