Para este viaje…
«Mi padre me decía que cuando él se casó con mi madre aquellas parejas que contraían matrimonio estando la mujer encinta lo hacían a muy temprana hora de la mañana para que no se viera el fruto del pecado y la vergüenza de sus actos»
Ángel Iturbide
Periodista
Sábado, 13 de enero 2024, 22:29
En efecto, para este viaje no hacían falta alforjas. El 18 de diciembre pasado el papa Francisco aprobó la bendición a parejas homosexuales, divorciadas o ... casadas por lo civil. Hasta ahí perfecto porque daba la sensación de estar ante una nueva actitud de la Iglesia más aperturista y, sobre todo, más humana. Es decir, que el apartar de su seno a personas del mismo sexo o a católicos, buenos o malos, que se habían casado según su rito eclesiástico, pero que luego se habían divorciado según el rito de los hombres o a aquellos que habían decidido ir a un ayuntamiento o presentarse ante un juez para que los uniera vaya usted a saber porqué circunstancias, resulta que eran apartados y no eran iguales ante Dios que el resto de mortales que no eran homosexuales, divorciados o casados por lo civil.
Ante el anuncio del papa Francisco (uno más de los muchos a los que nos tiene acostumbrados, pero que al final no dejan de semejarse a fuegos de artificio), uno creía que la Iglesia afrontaba su propia revolución y que abandonaba el mundo de lo divino para bajar a la tierra de los mortales y que, a semejanza del Padre que se hizo hombre, la institución se humanizaba y acogía en su seno la diversidad y a quienes no consideraba iguales a ellos, aunque todos seamos hijos de Dios, según proclaman y formemos parte de su rebaño.
Porque claro, el anuncio de Francisco convulsionó a más de uno y a punto estuvo de colapsar la institución eclesial. Y a partir de ahí llegaron los matices; el sí, pero bueno. Total que a la postre el homosexual, el divorciado o el casado por la municipalidad o el juez no es lo mismo que un buen cristiano acomodado en el seno de la Iglesia, aunque no entremos a cuestionar sus valores o su manera de ser en su realidad diaria.
Así las cosas y como era más que necesario matizar, que no descalificar, el anuncio de Su Santidad, la víspera de Reyes se puso orden en el caos. Ese día el Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano (y en este punto me tuve que ir a Google para saber que el 'dicasterio' es la denominación que se utiliza para referirse a los departamentos u organismos especializados de la curia romana), aclaró que la supuesta bendición del papa a homosexuales, divorciados vueltos a casar o parejas que conviven sin haber pasado por el altar no suponen un «visto bueno» a esas formas de vida. Es más, el dicasterio este ha pedido que esas supuestas bendiciones sean breves, como máximo «10 ó 15 segundos» y que se realicen sin ningún tipo de ritual. Y por qué sale el dicasterio este a enmendar al papa, se preguntará.
Pues sencillo, porque algunas conferencias episcopales evidencian la necesidad de un tiempo más prolongado de reflexión pastoral sobre el tema. Eso dicho en plan fino. En otro plan, pues lo que usted quiera. Y por si había lugar para alguna duda el Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano apostilla y copio textualmente: «Esta forma de bendición no ritualizada, con la simplicidad y brevedad de su forma, no pretende justificar algo que no es moralmente aceptable. Evidentemente, no es un casamiento, pero ni siquiera es un 'visto bueno' ni una ratificación de nada. Es solo la respuesta de un pastor a dos personas que piden la ayuda de Dios». O sea, caridad cristiana. En definitiva que es como pegar un salto hacia adelante y caer un par de metros atrás. Al margen de que el Papa queda como queda y mejor le iría estando callado.
En el fondo esto de la exclusión de los cristianos, porque ciertamente hay homosexuales, divorciados y convivientes sin bendición que lo son, es una constante en el seno de la Iglesia católica desde su creación. Recuerdo que mi padre me decía que cuando él se casó con mi madre aquellas parejas que contraían matrimonio estando la mujer encinta lo hacían a muy temprana hora de la mañana con el fin de que nadie les sorprendieran entrando en la iglesia y se viera el fruto del pecado y la vergüenza de sus actos.
La Iglesia sigue erre que erre en su actitud excluyente de todos aquellos que no respondan a su modelo de buenos cristianos a pesar de todo el barrizal en el que anda inmersa. Una pena porque la aleja cada vez más de la sociedad actual y porque pone de manifiesto que no se puede dirigir una institución de tal importancia con criterios tan arcaicos y extemporáneos. Y no solo eso es lo malo, lo peor es que a su máxima autoridad la dejan a los pies de los caballos. Así pues, para este viaje no hacían falta alforjas.
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