Nos hizo mucha gracia el otro día a la persona que me acompaña en este viaje vital y a mí cuando nos pusimos a revisar ... carpetas de documentos y hacer una limpieza a fondo. Lo cierto es que el interior de esas carpetas era como el de la cueva de Alí Babá en el que cabía de todo y de todo nos encontramos. Fotografías antiguas, documentos, facturas, certificados, recibos, recordatorios… de todo. De todo menos dinero. Entre lo que allí había mi mujer había recortado, fechado y guardado algunas de las columnas que he ido publicando en este periódico a lo largo de los años. Le pregunté y me dijo que había conservado las que más le habían gustado o que consideraba más acertadas. La verdad es que no me parecieron muchas, pero no le quise preguntar por qué había guardado tan pocas por miedo a la respuesta.
Entre todas, una nos hizo reír de más. Se publicó el 7 de agosto de 2017 con el título 'Me quiero ir, pero no sé dónde'. En ella analizaba la situación que vivíamos en ese momento que era tan mala que me llevaba a expresar lo que sentía en el titular. Hacía un repaso a todo: al momento político en cuestión con Mariano Rajoy al frente del Gobierno de España, a la economía, al periodismo, a la incidencia negativa de las redes sociales, al aumento de las noticias falsas que luego (o ya entonces, no lo recuerdo) empezamos a denominar 'fake news', a los programazos televisivos vacíos de contenido y de moralidad, a la crisis de valores, al paro juvenil… y por todo aquello me quería ir pero sin saber a qué lugar.
Y nos hizo gracia, mucha, porque si analizando el momento que se vivía entonces llegaba a la conclusión de que me quería ir sin saber dónde, con el momento actual que sufrimos y padecemos en todos los ámbitos no hay galaxia ni agujero negro ahí fuera al que me pueda marchar para olvidar, y que no me afecte lo que tenemos aquí dentro. En lo doméstico hay poco que esté bien o medio bien. La economía en general parece que se salva en este país, pero no así el paro o los contratos precarios, sobre todo, entre los jóvenes. El problema de la vivienda parece irresoluble así como el de los alquileres. La actividad política cada vez se entiende poco y menos algunas actitudes de quienes tienen la obligación de deberse a los ciudadanos y, en consecuencia, ser absolutamente transparentes. Corrupción y corruptelas varias. Apego sin pudor al sillón por encima de todo. Un gobierno y una oposición que no están a la altura. Una oposición que hace el juego sucio y que aporta muy poco o nada. Un Gobierno con un presidente sometido desde hace tiempo al chantaje de partidos 'amigos' y con un alejamiento preocupante de los pilares de la democracia.
Ante esto no se entiende muy bien para qué nos hacen ir a las urnas o para qué queremos el Congreso de los Diputados. Gobierno a golpe de decretos o de decisiones sin ni siquiera pasar por el Consejo de Ministros y mucho menos por la sede de la soberanía nacional como es el Congreso. Decisiones controvertidas como el repentino respaldo a Marruecos en detrimento del pueblo saharaui, algo que nadie entiende ni en su contenido ni en el momento elegido para ello. Gasto de 10.000 millones de una tacada para cumplir con la OTAN sin encomendarse a nadie. Último escándalo, para mí más moral que político, con la compra de balas para la Guardia Civil a Israel. Le faltó tiempo para apoyar a Palestina como Estado a la vez que compraba proyectiles y armamento vario a quienes arrasaban ese Estado. Porque, que se sepa, los contratos o los encargos se realizaron hace un año cuando para entonces la cifra de muertos entre los palestinos, mujeres y niños sobre todo, no dejaba de aumentar desde que el 7 de octubre de 2023 los terroristas de Hamás decidieron salir a la caza de israelíes junto a la franja de Gaza. Me dejo cosas, seguro; pero también me quedo sin espacio.
Porque fuera del ámbito doméstico las cosas no están mejor. Guerra en Ucrania; exterminio del pueblo palestino en la franja de Gaza; tensiones en Oriente próximo; ascenso de los movimientos ultraderechistas y populistas, tanto en Europa como en América del sur… y la guinda del pastel la elección de Donald Trump al frente de los Estados Unidos. Y con él llegó la locura. Decisiones, contra decisiones, marcha atrás, salidas de tono, locura y más locura. Y un pueblo, el norteamericano, que parece estar adocenado y que no acaba de reaccionar. Y para el colmo va y el Papa Francisco se muere de un día para otro. Y Trump, que no deja de mirarse el ombligo y cree que todo el universo está a sus pies, hasta se permite el lujo de recomendar a qué cardenal hay que elegir como Papa y jefe del Estado Vaticano, al norteamericano claro está, para que sea una prolongación de sus paranoias.
En fin que si en 2017 no sabía dónde ir, espero que mi mujer no guarde esta columna para no tener la opción de revisarla en 8 años que a saber dónde estaremos entonces.
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