Motivos para llorar
«Muchos de los que se suben a un cayuco o a una patera ni siquiera saben nadar, pero es tal la desesperación que ni lo piensan, solo quieren huir de la pobreza cuando no de las guerras. Y en este caso el drama se situó al lado de los más vulnerables, los niños y las mujeres»
Se me saltaron las lágrimas con el telediario del 28 de mayo al ver cómo un cayuco con entre 160 y 180 personas a bordo ... volcaba, ya dentro del puerto canario de La Restinga, con un saldo de siete personas muertas: cuatro mujeres y tres niñas. Las imágenes eran trágicas y plenas de impotencia porque la embarcación ya había llegado a su destino, pero la fatalidad hizo que se hundiera cobrándose la vida de siete inocentes cuyo único delito era aspirar a una vida, no ya mejor de la que tenían, sino simplemente a una vida que les ofreciera un futuro, aquel del que carecían. Muchos de los que se suben a un cayuco o a una patera ni siquiera saben nadar, pero es tal la desesperación que ni lo piensan, solo quieren huir de la pobreza cuando no de las guerras. Y en este caso el drama se situó al lado de los más vulnerables, los niños y las mujeres. Se me saltaron las lágrimas al ver bebés de muy pocos meses en el agua y ver cómo los sacaban asiéndolos de una pierna o de un brazo, pero una vez fuera el sentimiento ya no era de tristeza sino de alegría porque ya estaban a salvo y en un mundo más amable que el que habían dejado atrás. O quizá, no.
El presidente de la región de Murcia, el popular Fernando López Miras, anunció el jueves pasado que había llegado a un acuerdo con Vox para sacar los presupuestos adelante. Se jactaba de haberlo conseguido a base de negociar con la ultraderecha y aún se permitió el lujo de mostrarse como ejemplo de lo que debería hacer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el fin sacar adelante sus cuentas para el ejercicio. Ahora bien, si Vox ha apoyado los presupuestos de López Miras es porque éste ha aceptado la exigencia de los de Abascal de oponerse al reparto de menores migrantes no acompañados. Hay que ser muy sucio de corazón para negarse a recibir menores que intentan lograr un futuro para sus vidas, que viajan solos o que pierden a sus padres en el camino a cambio de unos presupuestos. Y muy ruin para dar consejos o mostrarse como ejemplo. Al PP de Núñez Feijóo, el mismo que hoy se manifiesta en Madrid bajo el eslogan 'Mafia o Democracia' (lo que denota un profundo desprecio precisamente por la democracia que tenemos en este país), se le llena la boca al acusar a Pedro Sánchez de pactar con nacionalistas, independentistas, socialcomunistas y 'bilduetarras' para mantenerse en el poder, pero al tiempo no tiene ningún reparo en tragar y alcanzar pactos detestables con partidos que rechazan a los migrantes y, en este caso más despreciable aún, a menores que no tienen aún 18 años y que se encuentran solos en un país desconocido y en la vida. Y acusa al PSOE de entregarse a esas fuerzas políticas a cambio de gobernar España, al tiempo que ellos no tienen ningún escrúpulo para echarse en brazos de lo peor de la ultraderecha para poder gobernar en Murcia, Baleares, Comunidad Valenciana, Extremadura, Aragón, Castilla y León… porque para ellos eso no es mafia, es democracia. Pero cuando negocian otros ya no es democracia. Así las cosas, el PP llama a manifestarse en Madrid, en esa región en la que parece que es la única donde sus ciudadanos son libres porque el resto para la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, debemos de ser gilipollas y, encima, no sabemos vivir porque al parecer sólo en Madrid hay terrazas y cañas; y en un ejercicio totalmente irresponsable no duda en hacer apología y hablar de las bondades del consumo de la cerveza, alcohol en definitiva, despreciando el dolor de miles de alcohólicos y de familias a las que no les ha preguntado su opinión al respecto ni se ha parado a pensar en su sufrimiento y dolor.
Son las contradicciones de este mundo. Alucino con las últimas elecciones en Europa, en este caso en Polonia donde ha ganado Karol Nawrocki, un político que defiende «la familia tradicional y la identidad cristiana» pero que no duda en oponerse al aborto, a la comunidad LGTBI y rechaza a los inmigrantes. Todo ello muy cristiano, desde luego.
Y como un dechado de virtudes ahí tenemos a Donald Trump que es capaz de prohibir la entrada a ciudadanos de doce países para que Estados Unidos no se convierta en una Europa cualquiera (bendita Europa), que va poner trabas a que jóvenes de todo el mundo puedan estudiar en SU país, nunca mejor dicho, o que llega a afirmar que lo mejor es dejar a Rusia y Ucrania que se peleen un rato como si de niños se tratara. De lo que no dice nada es del genocidio que Netanyahu está llevando a cabo en la franja de Gaza. Para Trump lo mismo se trata de peleas de niños y por eso cerca del 70% de los más de 53.000 muertos son niños y mujeres.
Lo que está claro es que hay muchos, demasiados, motivos para que a uno se le salten las lágrimas.
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