Un año por delante
«Lo de reivindicar cuestiones que son justas y que se caen por su propio peso está muy bien, pero lo deberíamos tener siempre presente y no volcarnos en una efeméride concreta»
El Día Internacional de la Mujer ya pasó y lo celebramos con múltiples actos reivindicativos y no menos desavenencias entre los grupos feministas y entre ... la población que consideran aspectos diferentes en todo lo que rodea a la mujer cuando el objetivo es el mismo: la igualdad. Pero todo eso ya ha pasado y me temo que el subidón de los últimos días dará paso al sosiego, en muchos casos al olvido, y en demasiados a una vuelta atrás. Es decir, que una vez despojados de ese sentimiento igualitario entre hombres y mujeres regresaremos a nuestras posiciones de partida, las cómodas y ventajosas (me refiero a los varones), y ya no nos acordaremos de nuestra buena disposición cuando abordemos cuestiones como el techo de cristal, el patriarcado o, más trágico aún, cuando nos volvamos a concentrar para mostrar nuestra condena y repulsa por un nuevo asesinato machista.
Lo de reivindicar cuestiones que son justas y que se caen por su propio peso está muy bien, pero lo deberíamos tener siempre presente y no volcarnos en una efeméride concreta para cuando pasada esta vuelva la calma, la tranquilidad y demos la espalda de una u otra manera a estos buenos deseos. Por ello, creo que todos los días deberíamos reivindicar los derechos de la mujer, de la infancia, de los migrantes, de los sintecho, de las personas con discapacidad, de los desahuciados, de quienes no tienen para comer o dónde caerse muertos, de los ancianos, de los parados… etcétera, etcétera. Porque todos los días son días de lucha y de reivindicación y no solamente la jornada dedicada a tal fin. Pero al margen de gritar y reivindicar hay que seguir trabajando en la educación y la formación de nuestra sociedad. No es comprensible que a estas alturas haya quien niegue la violencia de género; quien agreda a homosexuales por el hecho de serlo; a niños indefensos; que aumenten las agresiones sexuales solos o en grupo como el reciente caso de la niña de 11 años violada por seis menores; que haya más casos de xenofobia e intolerancia en general… en fin. Está bien que quienes tienen que hacer las leyes polemicen y hasta que no sean capaces de llegar a acuerdos, pero hay que seguir avanzando. Esta sociedad tiene que seguir adelante y no puede permitir en su seno episodios de injusticia y desigualdad.
Por ello, considero que al margen de celebrar esos días de reivindicación y de elaborar leyes que conduzcan a una igualdad real es imprescindible seguir avanzando en la educación. Con motivo del Día Internacional de la Mujer vi en un informativo de televisión una encuesta en la calle en la que preguntaban por quién llevaba el peso de las tareas domésticas en las casas. Preguntaban a hombres y mujeres, mayores y jóvenes, y salvo un par de casos todos coincidían que las labores más cotidianas como poner o recoger la mesa después de comer, o fregar los platos eran tareas que recaían en las madres y hermanas. De hecho había quien recordaba que en comidas familiares al terminar las mujeres se levantaban a recoger y limpiar, mientras los hombres se levantaban para sentarse en el sofá y ver televisión. Así pues estos roles que se repiten y se repiten no contribuyen en nada a esa igualdad porque es mucho más cómodo que te sirvan a servir y mientras esas tareas las hagan las mujeres pues, nada, a seguir así.
De todas maneras, yo creo que existen gestos y detalles que pueden pasar desapercibidos pero que tienen una incidencia enorme en nuestros objetivos de igualdad. Ahora mismo se ha hecho pública una sentencia por la que un hombre deberá pagar 200.000 euros a su exmujer por haber trabajado en casa durante el matrimonio. La propia afectada explicaba que una vez que se casó su marido le prohibió estudiar y trabajar para dedicarse exclusivamente a las tareas del hogar y a sus hijas. Al llegar la separación resulta que la mujer no tenía ninguna salida para trabajar y buscarse la vida porque no tenía ninguna preparación. Además, al contraer matrimonio el hombre le hizo firmar la separación de bienes y esto es lo que el juzgado tuvo en cuenta a la hora de fijar la cuantía de la indemnización dado que el hombre con su trabajo fue aumentando su patrimonio, mientras que la mujer seguía igual que el día en que se casó. Sentencias así pueden contribuir a que esa desigualdad en el hogar desaparezca. Un dato que también llama la atención es que, además de que las mujeres cobran menos que sus compañeros en trabajos similares, sacrifican su carrera profesional por los hijos seis veces más que los hombres. Es decir, que a la hora de decidir quién se queda en casa para atender la familia le toca por lo general a la mujer.
Son datos para reflexionar y para concluir que la lucha y la reivindicación deben ser diarias y no nos limitemos a pasar un año cogiendo fuerza para salir a la calle el 8 de marzo.
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