Debates de agosto y realidades de septiembre

Personalmente entiendo que se trata de un debate extemporáneo y anacrónico que carece de sentido y en absoluto se ajusta a la realidad de la Almería de hoy y por supuesto a la de hace muchos años. Cierto que el vestido es un referente cultural, pero en la Feria de Almería no ha tenido protagonismo ni referencia alguna por mucho que se porfíe el identificado como 'refajona', a menos que consideremos el que vestían los Coros y Danzas de la Sección Femenina como el referente cultural identitario, aunque su origen corresponde un diseño de vestimenta sincrético para identificar los distintos trajes regionales provinciales, la realidad es que ese modelo de vestimenta cayó en desuso desde los inicios del SXX.

Durante la II República el Ayuntamiento de Almería premiaba, con motivo de la feria de agosto, a las mujeres mejor ataviadas y éstas lucían traje de sevillanas. No obstante respeto y admiro la capacidad de recuperar tradiciones y costumbres que tuvo el territorio almeriense y que, de alguna manera, nos identifican, pero no olvidemos que la Almería de hoy no es un ejemplo de sociedad autóctona, pues en los últimos 50 años lo que se impone es la aloctonía de sus habitantes.

Septiembre se nos presenta como un mes comprometido en lo político y en lo económico, la propuesta de investidura de Feijóo, está suponiendo un proceso de búsqueda de consenso político al filo de la navaja y de cuyos resultados solo cabe prever incertidumbre. Mientras la vuelta al cole pone a prueba las economías familiares que, junto al incremento de la deuda pública y la sangría derrochadora del Gobierno, nos enfrenta a un panorama de vértigo que habrá que hacer frente y que supondrá una revisión dura de la política del estado de bienestar y que afectará a los sectores mas subvencionados sean o no los más vulnerables.

Mientras el tiovivo de la información ha pasado de Sancho a Rubiales, saturando los medios de comunicación de cualquier naturaleza, pero ocultando una realidad muchos mas grave y siniestra y que es difícil de entender, pues en el caso de Rubiales, dado su origen y trayectoria, se le ha permitido a lo largo del tiempo realizar todo las acciones más execrable y cuando ha convenido destruirlo ante la opinión pública, se ha hecho por una nimiedad en comparación con otras muchas actuaciones de evidente inmoralidad, pero ahora , incluso, sin derecho a un mínimo de presunción de inocencia. Tal vez esto sea una evidencia, como han señalado algunos, de la tiranía del 'Sistema'; por eso los que aplaudían antes ahora callan, los que acusaban antes, ahora son ignorados y los golfos de siempre indultados o cuanto menos sus golferías silenciadas u ocultadas. Esta sensación nauseabunda de la hipocresía imperante donde la permisividad y el terror ideológico se combinan para establecer los criterios de moralidad es un síntoma de enfermedad social grave y esto acarrea consecuencias.