La silla de anea
Tomar la palabra, como sabemos, es una conquista de las mujeres que nos ha costado años de lucha, pero no solo hemos luchado por poder escribir, sino también por poder leer, (...)
Ana Moreno Soriano
Jaén
Sábado, 1 de febrero 2025, 22:19
Las sillas de madera y con el asiento de anea eran las que estaban en el portal de las casas de hace varias décadas, cuando ... aún no había llegado el plástico con todas sus variantes más o menos vistosas y, para la fabricación de todo se utilizaban materiales que se podían encontrar en los espacios naturales y cercanos; como la anea es un material flexible, resistente y duradero, cumplió perfectamente su misión de dar asiento a muchas generaciones y las sillas de anea se ponían cerca de la lumbre, las usaban nuestras madres para sentarse a coser, las sacaban los abuelos a la calle para tomar el fresco por la tarde, rodeaban la mesa para comer o nos congregaban para el descanso o la tertulia. A las niñas nos compraban una silla pequeña –la sillita, en el universo de los diminutivos- de la que guardo un grato recuerdo, porque mi madre le compró a mi hija una muy parecida muchos años después y también porque allí me sentaba yo cuando era pequeña, a escuchar las historias que contaban los mayores y los cuentos de mi abuela.
Las palabras vuelan en la memoria y la palabra que da nombre al Taller de Lectura La silla de Anea en Martos me ha llevado a la infancia, pero de una manera especial a las historias, canciones, poemas, adivinanzas y juegos infantiles, a las primeras lecturas de los cuentos de hadas que sería mi primera aproximación a la literatura… Y la literatura es lo que convoca al magnífico grupo que se reúne todas las semanas desde hace diez años porque, si hay un placer mayor que la lectura, es la lectura compartida y comentada, el descubrimiento y el intercambio de libros. Como he dicho otras veces, un libro no está terminado hasta que alguien lo lee y encuentra en él una palabra que le emocione o que le interrogue, pero siempre la lectura de un libro, como dice Virginia Wolf, descorre el velo en nuestra conciencia para que veamos el mundo con más claridad. Así lo hacen, sin duda, Nati, Chony, Rosa, Cloti, las mujeres de La silla de Anea –no puedo citarlas a todas, porque sería injusto omitir algún nombre-, pero todas son parte y fundamento, desde hace años, de este espacio literario donde ponen en común palabras y sentimientos y mantienen cada vez más vivo con su cariño y su cuidado.
Tomar la palabra, como sabemos, es una conquista de las mujeres que nos ha costado años de lucha, pero no solo hemos luchado por poder escribir, sino también por poder leer, por tener acceso a la educación, por conocer lo que otras mujeres han escrito superando muchos obstáculos. Por eso, agradecemos y acogemos en la habitación propia que tratamos de conquistar, todas esas veces condenadas al silencio a las que se negó la autoridad y la autoría y, por eso, es tan gratificante compartir con las amigas de La Silla de Anea una tarde literaria, porque, verificar en cada una de nosotras, la felicidad de leer en libertad y el compromiso de profundizar en el universo literario de las mujeres, participando en ese universo como lectoras y también como escritoras; así lo hace, por ejemplo, Chony Millán Jiménez, organizadora, además, de veladas poéticas y generosa siempre en palabras, reconocimientos y afectos.
Quien visita el Taller de Lectura en el Casino de Martos, un edificio de los años veinte del siglo pasado, con unas vistas preciosas de la ciudad de la peña que Francisco Delicado cita en La Lozana Andaluza, no solo encuentra un lugar para el debate literario, sino también para la amistad, para estrechar lazos entre las mujeres con los que reivindicamos la memoria y construimos el futuro. Porque la lectura con dedicación, pasión y placer es un antídoto contra la miseria sentimental, contra la soledad y el individualismo y porque la literatura, como toda expresión artística –lo diré parafraseando a Bertolt Brecht- es un martillo para dar forma a la realidad. Y está claro que podemos hacerlo desde una silla de anea.
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