Filosofía
Todas las personas tenemos la capacidad de pensar y reflexionar, de mirar y de preguntar. El pensamiento filosófico trata los asuntos esenciales de la naturaleza humana, buscando las causas últimas
Ana Moreno Soriano
Sábado, 24 de junio 2023, 23:00
Amor a la sabiduría. Ese es el significado etimológico de esta palabra: inclinación o afecto hacia algo que, a mi juicio, va más allá de ... inteligencia, sensatez y conocimiento, pues lo que abarca es una forma de mirar y de pensar el mundo, una manera de vivir que nos compromete y nos interroga, algo que todas las personas hacemos, aunque no todas decimos que cuando pensamos estamos «filosofando»; incluso es una palabra que nos inspira respeto y, por eso, seguramente, Azorín tituló una de sus obras 'Confesiones de un pequeño filósofo', empequeñeciéndose, como una especie de disculpa ante los grandes pensadores que tienen un lugar de honor en los templos del saber.
El pensamiento filosófico trata los asuntos esenciales de la naturaleza humana, buscando las causas últimas; es un pensamiento crítico que trata de la universalidad del ser y somos conscientes de ello cuando acudimos a esos textos, pero también es cierto que todas las personas tenemos la capacidad de pensar y reflexionar, de mirar y de preguntar.
Los primeros filósofos que llamaron mi atención son los que hablan del tiempo, Kant y Bergson, como una categoría apriorística, como una intuición, como la conciencia de existir, quizás porque entonces yo tenía todo el tiempo por delante y la vida era nostalgia del futuro y proyectos por cumplir.
Después conocí la obra de Unamuno con su afán de eternidad, las novelas de Albert Camus, los textos de Althusser con Felipe Alcaraz y Juan Carlos Rodríguez – antes de saber que hay otra forma de entender el mundo que se llama marxismo y antes, por supuesto, de estudiar, con sus correspondientes cuestionarios, 'Los conceptos fundamentales del materialismo histórico', de Marta Harnecker – , las cartas desde la cárcel y los escritos de Antonio Gramsci, el existencialismo de Sartre, la razón poética de María Zambrano, el feminismo de Simone de Beauvoir, Marcela Lagarde, Celia Amorós y Ana de Miguel, el poder de la palabra en el pensamiento de Emilio Lledó y algunos de los llamados filósofos de la Postmodernidad.
Primero fueron las clases de Bachiller y la Universidad, pero después he leído libros de filosofía sin orden ni concierto, deteniéndome con frecuencia en el texto y buscando la relación con otras ideas. Y también han despertado siempre mi interés autores y autoras, cuya primera aproximación a su obra ha sido un mensaje en las redes, una entrevista en un periódico, una reseña de un libro o incluso la noticia sobre un premio.
Así he conocido al filósofo coreano Byung-Chul Han, que explica el tiempo en la sociedad capitalista como un lujo y la vida, como una sucesión compulsiva de experiencias, sin ritos que nos liguen a una comunidad; a la socióloga franco-israelí Eva Illouz, que afirma en su libro 'El fin del amor. Una sociología de las relaciones negativas', que el capitalismo va más allá de la explotación de clase y crea grandes bolsas de miseria sentimental; a la catedrática de Ética Adela Cortina, que acuñó el término 'aporofobia' para definir el odio y el rechazo hacia la pobreza; a la filósofa Marina Garcés. que considera que la filosofía es vital y necesaria, porque es necesario pensar y cuestionar lo obvio; al recientemente desaparecido Nuccio Ordine, con su manifiesto 'La utilidad de lo inútil' o a Joseo María Esquirol, que nos habla del prójimo cercano, de establecer lazos sólidos entre las personas para protegernos de la intemperie, para ayudarnos y cuidarnos, una proximidad que se consigue también con los libros, con las palabras, con el canto que ahuyenta el miedo y nos hace grupo.
Y, ciertamente, las palabras nos acompañan y nos abrigan, y la filosofía nos da respuestas, pero, sobre todo, nos ayuda a preguntarnos sobre el mundo en el que vivimos, a analizarlo y a buscar alternativas, para algo que ya dijo Carlos Marx hace casi dos siglos y que hoy sigue teniendo pleno sentido: para transformarlo.
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