La bondad, la sencillez y la lucha por la felicidad
Su legado de lucha por la igualdad y la justicia y su pasión por la unidad constituyen un patrimonio imborrable para quienes formamos parte del gran relato de la Historia.
Ana Moreno Soriano
Domingo, 25 de mayo 2025, 11:38
He visto, en los últimos días, artículos de prensa y mensajes que distintas personas desde distintos ámbitos han dirigido a quien fuera presidente de Uruguay ... y antes había sido guerrillero y luchador por la libertad, prisionero durante los trece años de dictadura en su país, líder del Movimiento de Participación Popular –uno de los partidos de izquierdas que conforman el Frente Amplio de Uruguay; diputado, senador, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, esposo de Lucía Topolansky con quien compartió más de cincuenta años de vida y de compromiso político: me refiero, claro está, a José Mujica Cordano, el sencillo y cercano Pepe Mujica que murió el pasado trece de mayo y seguirá vivo en la memoria de millones de personas de todo el mundo, porque su legado de lucha por la igualdad y la justicia y su pasión por la unidad constituyen un patrimonio imborrable para quienes formamos parte del gran relato de la Historia, el que escriben los hombres y mujeres que, en el pasado, el presente y el futuro, luchan por construir un mundo en el que no pueda haber ni explotación ni dominio, en paz y en armonía con la Naturaleza: ése es el proceso revolucionario en el que Pepe Mujica estuvo comprometido toda su vida y por eso, en palabras de Bertolt Brecht, es uno de los imprescindibles.
Como digo, he encontrado testimonios de admiración y cariño y el merecido reconocimiento al líder uruguayo, pero también he visto traslucida otra idea, algo así como que Pepe Mujica es un ser extraordinario y que ojalá hubiera más personas como él pero, como eso es complicado, nos quedamos en la melancolía y el deseo de lo que pudiera ser y seguimos con nuestras cosas, como si no tuviéramos una conciencia única que es la que da sentido a lo que somos y a lo que hacemos. Porque digo yo que, si lo admiramos y queremos, podemos pensar en imitarlo y convertir su legado en vida, en compromiso político para la transformación social.
Imagino que, si no lo pensamos, será porque sabemos que la vida de un revolucionario no es fácil, pero tampoco era fácil lo que nos decía una monja en el colegio de mi adolescencia citando un versículo de San Mateo: «Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto»; ella sabía, claro está, que la perfección es un camino, como el libro de Santa Teresa de Jesús, y no dejaba de animarnos en ese empeño, por pequeños que fueran los logros … También el camino de la utopía y el camino de la revolución son difíciles, pero debemos recorrerlos con convicción y esperanza; lo contrario es abandonar el objetivo estratégico de construir un mundo mejor y me apena pensar que una de las estrategias de manipulación mediática que ya señaló Noam Chomsky hace años, sea la complacencia con la mediocridad, una vida instalada en el individualismo, sin retos colectivos ni sueños de transformación social y una huida del quehacer político que admiramos en Pepe Mujica, pero que, trasladado a otras realidades, parece imposible.
Y esto me ha llevado a pensar que soy afortunada, porque he conocido y conozco a muchas personas que han hecho de su vida un compromiso militante y, aunque no sean tan conocidas como Pepe Mújica, sí forman parte, como él, del grupo de los imprescindibles: mujeres y hombres que luchan por la libertad y la paz; que se organizan para mantener y conseguir más derechos; artistas e intelectuales que son instancias críticas contra el poder o representantes públicos que ejercen su cargo con toda dignidad, quitando horas a su descanso y a su ocio, después de su jornada de trabajo. Podemos preguntarles cómo lo hacen, pero no creo equivocarme si aventuro una respuesta: ponen el acento en la bondad y la sencillez y piensan que la política es la lucha por la felicidad de todos los seres humanos. Como Pepe Mujica.
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