La bondad
La bondad es ahora más que nunca un valor alternativo, porque sirve para conciliarnos con la naturaleza, para combatir los mensajes de odio y prepotencia.
Ana Moreno Soriano
Domingo, 6 de julio 2025, 00:02
Una de las definiciones de bondad en el diccionario de la Lengua es la natural inclinación a hacer el bien; una segunda acepción que contempla ... es blandura y apacibilidad de genio y apacible es dulce y suave, pero 'blando' es, a veces, sinónimo de cobarde; quizás ésta sea una de las razones por la que bondad, entre todas las virtudes y cualidades, tenga que ser explicada. Admiramos la belleza, la inteligencia, la elegancia o la generosidad por sí mismas, pero con la bondad hay que estar alerta, porque esa inclinación natural a hacer el bien se puede disfrazar de buenismo o se puede confundir con debilidad, sobre todo, en una sociedad capitalista en la que se propugna más la competitividad que la cooperación y lo natural se ha convertido en un artificio que no es arte, sino negocio.
Pero, por esa misma razón, la bondad es ahora más que nunca un valor alternativo, porque sirve para conciliarnos con la naturaleza, para combatir los mensajes de odio y prepotencia, para comprender y ponerse en el lugar del otro y para poner en la razón una gota de aceite que suaviza y apacigua, como diría María Zambrano… Y ser personas bondadosas no es, por lo tanto, ser débiles, sino todo lo contrario: la fortaleza consiste en no endurecernos, en seguir apoyando las causas importantes, en no olvidar de dónde venimos y en no dejarnos abatir hasta el punto de no creer en nada y de abandonar toda esperanza.
Hace unos días, volví a ver en televisión 'El Gran Dictador' de Charles Chaplin, una película de mil novecientos cuarenta; en el discurso final, el protagonista nos dice que los seres humanos estamos llamados a ayudarnos y comprendernos, por encima de cualquier diferencia y que no queremos odiar ni despreciar a nadie; que la Tierra puede darnos cobijo y alimento y el camino de la vida puede ser libre y hermoso, si no caemos en la codicia, si no levantamos barreras de odio, si no convertimos el conocimiento en cinismo y la inteligencia en frialdad; habla de bondad y de humanidad y nos invita a luchar por un mundo en el que la razón, la ciencia y el progreso lleven la felicidad a todas las personas.
Naturalmente, Chaplin, que fue un gran director y actor de cine mudo, cuando llegó al cine sonoro siguió mostrando sus sentimientos en su mímica y en esta ocasión escuchamos sus palabras, pero sus ojos son la expresión perfecta de la bondad y la compasión.
Pienso que haríamos bien, si incluyéramos esta película en los planes de estudios, organizar aquello que, en mi época se llamaba cine-forum y nos tenía toda la tarde debatiendo e intercambiando opiniones; pero también sería conveniente verla en las sobremesas familiares, en las reuniones y en las tertulias, porque quizás muchos jóvenes que, según me llega por distintos medios, han puesto de moda lo de 'ser fachas', caerían en la cuenta de que esa presunta dureza, ese cinismo y esa altanería van en contra de lo que debería ser su inclinación natural que es ser buenas personas y que tienen que mostrar su bondad siendo generosos y amables, comprensivos y tiernos, inteligentes y sanos, con la formación técnica e intelectual que han adquirido con la ayuda de sus familias, pero también de un Estado que ha puesto a su disposición un sistema educativo que no existe, desgraciadamente, en todos los lugares del mundo.
Esos jóvenes son el futuro, como dice Chaplin, y deben saber que el mundo confía en ellos, pero su fortaleza debe estar en saber discernir entre lo que es bueno para el poder y lo que es bueno para la mayoría, entre la justicia y la ignominia, la libertad y la sumisión, el compromiso y el individualismo. Y, como sé que la bondad no es predicable de una generación sino de todas, contribuyamos jóvenes y mayores a desenmascarar a quienes nos quieren inermes ideológicamente, sin memoria y sin alma y hagamos que la bondad se ponga de moda.
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