Barcelona, libros y rosas
Después conocí la ciudad por la literatura y la música: en las novelas de Eduardo Mendoza, Ana María Matute, Mercé Rodoreda, Carmen Laforet, Juan Marsé, Monserrat Roig o Manuel Vázquez Montalbán
Ana Moreno Soriano
Sábado, 27 de abril 2024, 23:06
Cuando era niña y oía hablar de Barcelona, era porque alguna familia de mi entorno había hecho de esta ciudad su destino en aquellos años ... del éxodo rural, en los que muchas personas dejaban el pueblo para buscar en las ciudades una oportunidad de trabajo y unas mejores condiciones de vida; allí, a pesar del desarraigo que sufrirían en mayor o menor medida y de la nostalgia de su tierra, se adaptaron a otros trabajos y a otras costumbres, conocieron otra cultura, muchas y muchos se afiliaron a los sindicatos de clase y a los partidos de izquierdas y contribuyeron a mejorar la vida en los barrios y en las fábricas, a luchar por la libertad y la democracia. Solían volver al pueblo para la Feria, a visitar a la familia y a los vecinos y confraternizábamos con aquellos chicos y chicas casi adolescentes que siempre nos parecían más interesantes y más modernos, porque nos hablaban de lugares y de cosas que desconocíamos.
Con el paso del tiempo, algunos emigrantes se instalaron de nuevo en el pueblo, pero quizás sin volver del todo, porque en Barcelona quedaban sus hijas y sus hijos que habían nacido y crecido allí y quedaba también la experiencia de muchos años de vida, de lucha, de trabajo, de construir un futuro mejor; esa experiencia que latía en las historias que contaban los hombres cuando se reunían en la plaza y las mujeres cuando se juntaban con las vecinas.
Después conocí Barcelona por la literatura y la música: en las novelas de Eduardo Mendoza, Ana María Matute, Mercé Rodoreda, Carmen Laforet, Juan Marsé, Monserrat Roig o Manuel Vázquez Montalbán, encontré a personajes que luchaban y soñaban, héroes y supervivientes de tiempos difíciles, mujeres que habían perdido todo y empezaban de nuevo, jóvenes estudiantes a la conquista del mundo; y, junto a los nombres propios de hombres y mujeres, estaban los de la Plaça del Diamant y el barrio de Gracia, el Carmelo y la calle Sarriá, la calle Aribau y el Barrio Gótico, el Monasterio de Pedralbes y el Ensanche, la plaza de la Universidad y la Facultad de Letras, lugares de la ciudad de Barcelona que, más que un escenario, eran protagonistas de la trama y marca distintiva de los personajes.
También la música me acercaba a la ciudad: antes de ir a Monjuic, supe de la Font del Cat por la versión que el grupo La Trinca hizo de esta canción popular; Serrat cantaba a las floristas de la Rambla y Lluis Llach, al corazón de Barcelona y esta ciudad fue el nombre de la canción que dio la vuelta al mundo en las voces magníficas de Freddy Mercury y Monserrat Caballé.
Me gusta Barcelona; su aire cosmopolita, su puerto, su playa, sus plazas, sus calles; me gusta encontrar amplias avenidas y espacios recoletos; pasear por las Ramblas y asomarme al mercado de la Boquería; merodear por el Barrio Gótico y recorrer la Vía Layetana; acercarme a la estación de Francia y ver la iglesia de Santa María del Mar; contemplar la fuente de Montjuic, con su espectáculo de luz y música; salir del metro y dejarme impresionar por la Sagrada Familia; admirar la Pedrera y el Parque Güell y descansar un rato en la plaza de Gaudí; visitar el Museo de Picasso y la fundación Tàpies… Tengo buenos recuerdos de los viajes que he hecho, antes y después de mil novecientos noventa y dos, y siempre encuentro una ciudad fascinante, luminosa, abierta y rica en historia y en tradiciones; una de esas tradiciones es la de Sant Jordi, el joven que se enfrentó a un dragón para salvar a una dama y liberar a su pueblo y, al clavarle la lanza, brotaron rosas rojas de su sangre, esas rosas que han quedado unidas a la conmemoración del Día del Libro.
Barcelona en mis recuerdos y en mi presente. Pienso en todo esto mientras paseo por las Ramblas este veintitrés de abril, con libros y rosas y pienso, sobre todo, que, para mí, volver a esta ciudad siempre es un regalo.
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