Amistad contra natura
Huesos de Aceituna ·
Si este río se desborda e inunda a la sociedad en su conjunto, la amenazante distopía que vislumbran los más pesimistas se materialice en una suerte de realidad futura.josé luis gonzález
Viernes, 14 de febrero 2020
Los españoles somos libres de tener principios o de no tenerlos; de presumir de una determinada ideología o de no tenerla; de dirigir nuestra vida ... conforme a un catálogo de valores o de no tenerlos. También es posible que dispongamos de una mochila repleta de un vasto ideario, pero no sepamos explicar con palabras cuál es su contenido. Por último, se puede dar el caso de que todo ese credo que define nuestras interrelaciones sociales se revele como acomodaticio a nuestros intereses más espurios. Dicho en román paladino, que nuestro ropero contenga una variada gama cromática de chaquetas; anteayer me ponía la morada, ayer me puse la roja, hoy me pongo la azul y, sin duda, mañana me pondré la verde. Todo este abanico cabe en nuestro espacio democrático. Miren si no el caso paradigmático del 'camaleón' Rosa Díez. Por desgracia, también es posible que nuestro caudal ideológico discurra sobre el cauce abierto por el odio y la confrontación. De tal modo que, si este río se desborda e inunda a la sociedad en su conjunto, la amenazante distopía que vislumbran los más pesimistas se materialice en una suerte de realidad futura.
Afortunadamente, no todo es independentismo y extrema derecha en este país. Por mucho que así lo desee –y lo manifieste- más de uno y de una. También hay gente joven que se abre paso en la política y, que dispone de sólidos valores democráticos, una preparación intelectual que le otorga dignidad para ocupar cualquier escaño, un discurso sereno y, sobre todo, el firme deseo de aportar utilidad social a su labor como parlamentarios y parlamentarias. Es el caso de los diputados del Congreso Omar Anguita y Diego Gago, secretario general de las Juventudes Socialistas y presidente de las Nuevas Generaciones del PP, respectivamente. La amistad que une a ambos se dio a conocer el pasado 4 de febrero, cuando Omar Anguita tomó posesión de su escaño en la Cámara Baja en sustitución de Beatriz Corredor. A renglón seguido, Gago envió un tuit a Anguita que rezaba lo siguiente: «Desde el fair play que siempre nos ha caracterizado y que nos ha llevado a tener debates razonados desde las diferencias lógicas, desearle el mejor de los éxitos a @AnguitaOmar en su nueva etapa como diputado representativo de la juventud socialista». Más de 1.000 comentarios generó el amistoso mensaje. Imaginen su tenor en ese basurero cibernético que son ya las redes sociales.
Hay que detallar que estos jóvenes –Diego Gago cuenta 29 años y Omar Anguita 32- cultivan una gran amistad desde que, en 2018, participaron en un viaje de dos semanas organizado por la embajada de EEUU a Washington, New Hampshire y Reno para conocer detalles de la política estadounidense. Una relación como la de tantos y tantas chicos y chicas de este bendito país que, a pesar de sus razonables diferencias ideológicas, comparten amplios espacios comunes. ¿Tan difíciles es de entender? ¿Tanto les cuesta y ustedes, a quienes ahora leen esta pieza, observar con normalidad que, al margen del debate parlamentario, dos políticos de distinto signo político sean íntimos amigos? ¿A este extremo de necedad hemos llegado en España? Pues bien, el Partido Popular ha prohibido –leen bien: ha prohibido- a Gago que airee en los medios de comunicación esa amistad trabada con Anguita. Directamente, se avergüenzan de ella. Parece mentira que esta formación política se ufane de ser tan piadosa. Sobre todo, en estos tiempos en los que tender puentes a la otra orilla resulta tan perentorio.
Es claro que tal cosa no interesa a ese grupo de demócratas de boquilla que tanto oxigeno están prestando a la ultraderecha. Señores y señoras que, como relaté al principio, pertenecen a ese grupo de veletas insensatos que se acomodan al soplo de los nuevos vientos porque, en realidad, nunca hicieron otra cosa. Y cuando algún correligionario de mejor calidad les deja 'con el culo al aire', al albur de su escasa estatura política, tan solo les queda el absurdo reflejo de silenciarlo, como ya hicieran con el ex político vasco Borja Sémper. Pero no está todo perdido. Ahí siguen Gago y Anguita, prestos a que cunda su ejemplo y a renunciar, por fin, al 'debate' político que nos consume.
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