La vida, no sin misterio
Si se apaga el misterio, cae sobre la existencia una luz artificial y chillona: la vulgaridad.
Alfredo Ybarra
Jaén
Martes, 21 de mayo 2024, 23:24
Nos hemos entregado a un mundo a un golpe de clic. Todo lo que no alcanzamos a saber, todo lo que desconocemos, todo lo que ... deseamos, lo queremos de inmediato, y ahí está el universo virtual para ayudarnos a obtenerlo. Hemos jibarizado el mundo del pensamiento, de las emociones, del razonamiento individual, de la magia de la existencia, del estremecimiento ante la música imposible que surge de un crepuscular huerto interior. ¿Estamos perdiendo la pulsión, el interés por el misterio, por la hora veinticinco de los relojes, por los brillos que hay detrás de los instantes? Si se apaga el misterio, cae sobre la existencia una luz artificial y chillona: la vulgaridad, esa incapacidad crónica de reconocer lo grande, lo bello, lo incomprensible, lo inexplicable. La vulgaridad suprime la admiración y el fervor.
La literatura es una de las mejores lentes para encontrarnos con el misterio de la existencia. El premio Nobel de Literatura 2014, Patrick Modiano, señalaba en su discurso de aceptación del premio que el papel de un novelista es «desvelar» el misterio que se encuentra en el fondo de cada persona, como «una especie de vidente e incluso de visionario». Modiano considera que el novelista da misterio a los seres que parecen sumergidos por la vida cotidiana, a las cosas en apariencia banales. Nos dice el autor francés que bajo la mirada del escritor la vida corriente acaba por envolverse en misterio y adquiere una especie de fosforescencia que no tenía a primera vista, pero que estaba escondida en lo profundo. El papel del novelista, del poeta, es desvelar ese misterio que está en el fondo de las cosas, en el fondo de cada persona.
En sus Diarios, Fernando Pessoa nos revela que es un hombre que sabe que el misterio termina casi siempre arropándolo y en esencia, arrollándolo. Pessoa se siente en el mundo como un ser que está obligado a desentrañar interrogantes. «El misterio sobrepasa la inteligencia», afirma. Sergio del Molino, Premio Alfaguara de novela 2024 con Los alemanes, explica que la literatura nos ha permitido conocer el misterio del otro de una forma que la experiencia cotidiana no lo hace jamás. Ahora, probablemente, ese papel es más importante que nunca, porque vamos a un mundo cada vez más despersonalizado y repleto de prejuicios donde el que no piensa igual que uno es un enemigo. Por eso necesitamos historias que nos permitan romper esas barreras. Así, entonces, la literatura debe querer salirse de los cánones unánimes, buscar el disentimiento, tratar de decir algo que no se ha dicho o que ahora se olvida. Si todos asumimos la corrección política, el pensamiento único de quienes lo saben todo, de quienes se creen no sólo intelectualmente sino también moralmente por encima de los demás, el mundo se hace tan plano que se anula cualquier misterio. Pensemos en uno de los sentimientos más grandes y universales: la parte más intensa del amor es el misterio, lo que no se puede explicar.
La vida es algo extraordinario. Vivir es descubrir constantemente que detrás de las rutinas, de los hábitos inconscientes hay un milagro asombroso, un vértigo turbador. La literatura sirve para ponernos delante del misterio o para recordarnos ese fascinante sistema emocional que somos. «Solo el misterio nos hace vivir. Solo el misterio», dice apasionadamente Lorca. El misterio, sea el de un paisaje, un ser, una obra de arte, un sueño, una palabra o un verso; el de un parpadeo del día o de la noche, el de un abrazo, el de un estremecimiento inefable, es la razón primordial para vivir, soñar, creer y crear.
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