El verano de la memoria
Ninguna estación del año es tan cómplice de la memoria como el verano.
Alfredo Ybarra
Jaén
Martes, 22 de julio 2025, 23:09
La mente está confusa, y beoda, de tanta delirante absenta en medio de la frenética barahúnda. Acaso estoy oscurecido por las muchas sombras, por las ... muchas capas de amargor que deja el bronco rodar de la razón expoliada. Pero llegado al pretil del mapa me he encontrado con un horizonte desde el cual un prodigioso torbellino, de pronto, me ha traspasado de dentro hacia fuera, o de fuera hacia adentro. Mientras la calima se ha sumergido entre las olas y una generosa brisa muy ligera, pero susurrante, ha encendido caracolas y ha hecho brotar, levemente, como renuevo muy tierno, un suspiro, tal vez un sueño, una húmeda mirada azul que ha descosido las costuras del tiempo. Ahí, donde el mar se traba con el cielo en los instantes vívidos del ocaso, mis ojos se han encontrado con la eterna y fugaz felicidad de tantos momentos de un verano sin calendarios, un verano de veranos aprehendido, tan real como soñado, que devuelve al alma la divina luz y sus enmendadas palabras.
Aquí estoy frente al mar hecho lienzo de mi universo, mientras evoco unos versos de Manuel Machado: «Pero su seno el mar alzó potente,/ y el sol, al fin, como en soberbio lecho,/hundió en las olas la dorada frente,/ en una brasa cárdena deshecho.» Al mismo tiempo invoco los Sonetos Espirituales de Juan Ramón Jiménez: «¡Mar, toma tú, esta tarde sola y larga,/mi corazón, y da a su sufrimiento/,tu anochecer sereno y extendido!.» Ahí me palpo, en esa luz postrera del ocaso, que como dice Manuel Vicent se confunde con la memoria. Ninguna estación del año es tan cómplice de la memoria como el verano, ninguna guarda la luz de los días felices en los que todo se volvía un agitado entusiasmo como el verano. Un tiempo donde cada parpadeo era un lúcido porvenir. En esta puesta de sol en la que ahora me embebo se funden el principio y el final de los tiempos. El horizonte infinito circunda todos los arreboles, toda la desnudez a la que alguien puede aspirar para sentir la savia de las certezas en la cadenciosa melodía de una barcarola, o en los compases náuticos de «La Mer», de Claude Debussy.
La memoria es la argamasa de nuestra razón de ser. «Sólo es verdad aquello que en la memoria existe». De este verso hizo conciencia y precepto el poeta sevillano Rafael Montesinos. Una memoria que en verano se vuelve prodigiosa arrullándonos en su engaño, pero haciéndonos sentir la maravillosa ficción que la existencia necesita para hallar la perfección. En su novela El bello verano Cesare Pavese escribió una reveladora frase con la que comenzaba su narración: «Por aquel entonces siempre era fiesta». Luego el relato narra la iniciación a la vida, el descubrimiento de los sentidos y de las tentaciones, el paso de la adolescencia a la madurez y a la conciencia del propio e inevitable destino. Pero Pavese de alguna manera reivindica el verano continuo archivado en el intangible catálogo de nuestra memoria.
Ahora, con el corazón descalzo, contemplando la puesta de sol en los límites del mar, piso por unos instantes esa linde donde el ocaso y la aurora se confunden inundados por el mismo destello, donde el tiempo se vuelve eterno, donde me hiere un relámpago infinito; fundido con el mar, fundido con los montes lejanos, con el sol que declina, con la luna que nace, y es inmarcesible mi asombro por la vida. Es tan solo un segundo, un segundo que se enhebra en el fondo del alma.
Y evocando el libro El Verano de Camus, el estío en su metáfora milagrosa es el terreno de juego en el que, sin los maquillajes del formalismo, podemos derrotar al autómata que llevamos dentro. En esta fruición extraordinaria pongo en presente y musito aquella canción de Cliff Richards, versionada en España por Los Mustang, que afirmaba en su estribillo que «éramos jóvenes / tan jóvenes / que el tiempo sigue sin pasar».
Este ocaso veraniego, tan viviente en la memoria, pone en mis manos muchas razones para cultivar fervientes anhelos, repuestos significados, un nuevo guion para vivir.
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