Vemos lo que deseamos ver
En muchas ocasiones no nos interesa encontrar la verdad. Lo que queremos es confirmar nuestras razones y utilizamos cualquier argumento para lograrlo.
Alfredo Ybarra
Jaén
Martes, 18 de junio 2024, 23:19
La realidad objetiva se nos queda lejos. Nos cuesta mucho encontrarnos en las certezas mayoritariamente respaldadas. Social e individualmente vemos lo que queremos ver, escuchamos ... lo que queremos escuchar. Generalmente preferimos escuchar lo que pretendemos, lo que apreciamos, lo que creemos que nos interesa, porque deseamos que nuestras opiniones sean aceptadas y bien recibidas, en lugar de escuchar una verdad distinta a la nuestra. En muchas ocasiones no nos interesa encontrar la verdad. Lo que queremos es confirmar nuestras razones y utilizamos cualquier argumento para lograrlo. Esto es especialmente aplicable a las personas sin firmes fundamentos, pusilánimes o vanas: son más obstinadas en sus determinaciones. Pero, cada día más, todos nos estamos volviendo más emocionales, más soberbios, más insulsos, desabridos y vacuos; más vanilocuentes.
El resultado de mantenernos firmes escuchando solo lo que queremos oír es permanecer en un eventual error. Nos privamos de la posibilidad de enriquecernos, de ampliar nuestro horizonte, de comprender, y, sobre todo, de acceder a un grado mayor de verdad. Tratamos de atender solo a aquello que confirme nuestras creencias o valide nuestras opiniones. Por eso desarrollamos una actitud defensiva frente a todo lo que cuestione nuestras creencias o ponga en tela de juicio nuestras opiniones. Así mismo, buscamos entornos que refuercen nuestras convicciones y nos construimos la idea de que tenemos la razón, ya que todo y todos los que nos rodean lo confirman. En definitiva como ha dicho más de un filósofo, no vemos las cosas como son, sino como somos. Y así vamos por la vida prejuzgando y poniendo etiquetas. Nos estamos además convirtiendo en personas con mentalidad inmóvil, cerrada, y no con mentalidad abierta a la comprensión y a una auténtica evolución. Por eso deberíamos de pensar en que sería bueno salir de nuestra trinchera, tomar perceptiva e instruirnos dando cauce al verdadero entendimiento. Vale la pena, al menos de vez en cuando, acercarnos sin recelos a otras formas de ver y de pensar, sin juzgarlas y sin estar a la defensiva. Abrirnos a la diferencia. La capacidad de escuchar, de leer, de conocer a gente inteligente, que incluso no está de acuerdo con nosotros, es una forma de remontar nuestros límites, de sabernos ascua redimida.
Se le atribuye a la escritora rusa-estadounidense Ayn Rand la frase: «Puedes ignorar la realidad, pero no puedes ignorar las consecuencias de ignorar la realidad». No somos demasiado conscientes de que en nuestro pensamiento tienen un gran peso nuestros deseos. Transformamos la realidad en una caja de deseos provocando que veamos todo lo que ocurre a nuestra manera. Es por eso que fácilmente se me viene a la memoria Luis Cernuda que bajo el título 'La realidad y el deseo' desde la primavera de 1936 iría reuniendo su obra poética hasta la definitiva edición de 1963, un año antes de su muerte. El poeta y su obra siempre se movieron en esa frontera, en la distancia a veces insalvable, a veces perversa, que hay entre la realidad evidente y el deseo, entre lo que es y lo que pretendemos. «Entre los otros y tú, entre el amor y tú, entre la vida y tú, está la soledad», dejó escrito. En el hosco conflicto de la realidad inalcanzable y el deseo insatisfecho se nos consume la vida. Somos un haz de posibilidades que transforma el deseo en destino y la existencia en un teatro donde interpretamos nuestros sueños. No hagamos el pensamiento y la comprensión esclavos del deseo. Hay un modo de mirar, un modo de escuchar, una actitud, que horadan la necedad del desconsuelo.
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