De sainete y tragicomedia
A diario en nuestro entorno, en cualquier contexto, encontramos ejemplos de cómo llevamos el sainete en las venas.
Alfredo Ybarra
Martes, 6 de febrero 2024, 22:06
Observo el panorama y su oquedad abismal mientras Intento hacer una comprimida síntesis. Siento la realidad desvirtuada. Parece que estamos en una especie de vuelta ... al medievo en la que se quieren borrar aquellas clases medias que conquistaron el progreso; aquellas medianamente instruidas, medianamente cívicas, razonadoras, inconformistas y esperanzadas, y convertirnos en bóvido rebaño. Tenemos como sociedad muchas actitudes y capacidades, grandes valores, pero hay unas fallas por donde sangramos y desde las que alimentamos con no poca fruición un guión patrio, tan carpetovetónico. Si tuviera que escribir una novela sobre la España de hoy sería una tragicomedia, una mezcla de histrionismo, de sainete con situaciones ridículas y a veces melodramáticamente artificiosas; dándose la mano lo terrible y lo grotesco.
La tragicomedia de la Celestina publicada nos ofrece un panorama realista de la sociedad, con perplejidad y desconfianza frente a los valores de la tradición que idealizaban la vida. Y melodramáticas pueden considerarse bastantes obras de Lope de Vega, como 'El caballero de Olmedo' que con la presencia del coro, el desenlace ineludible de su protagonista o la temática del destino como fuerza inexorable que se impone, recogiendo la tradición clásica, retrata una estampa muy española. La España del histrionismo y la querulancia (la del individuo que se siente continuamente ofendido, injuriado y maltratado, y reacciona contra ello), la España agraviada y bipolar, del drama de honor mancillado, se retroalimenta durante los siglos en su sesgada visceralidad, en la discordia contra el consenso. La España del sainete cotidiano.
Me viene a la memoria el nombre de Don Ramón de la Cruz. Lo del don no es un tratamiento sino el nombre con el que sus padres le inscribieron al nacer. Don Ramón de la Cruz (Madrid, 1731- 1794) está considerado uno de los definidores del casticismo en el contexto del «arte nuevo de hacer comedias» en forma de sainetes. Uno de sus sainetes más célebres es el titulado 'Manolo', una parodia desvestida con lenguaje arrabalero que narra las desventuras de un hampón recién salido de un presidio africano; puro casticismo.
A diario en nuestro entorno, en cualquier contexto, encontramos ejemplos de cómo llevamos el sainete en las venas. Nos envolvemos en una atmósfera surrealista y allí donde debiera imperar la razón y el sentido común lo convertimos en un drama jocoso que en infinidad de veces convertimos en una tragicomedia, si no en tragedia. Es el escenario de Carlos Arniches, de los hermanos Álvarez Quintero,…, de Berlanga, Rafael Azcona, de Miguel Mihura. En los tiempos de Cánovas, en una época en la que la cosecha de cereales había sido especialmente calamitosa, y siendo evidentes los casos de corrupción que asolaban el país, un diputado pronunció una frase de doble sentido: «Lo que aquí pasa, señorías -ironizó-, es que en esta España nuestra hay demasiado chorizo para tan poco pan». Imagino, como ahora pasa, a unos diputados poniendo cara de póker, a otros, exaltados dando la vara a los oponentes. Claro que compartimos grandes cualidades, y valores.
Pero seguimos cargando con una España profunda donde muchos de quienes debieran dar ejemplos regenerativos nos impelen a seguir embebidos en el histrión, en el sainete, en la tragicomedia. Y aquí y allí encaramos la realidad, zafios, enredadores, maniqueos, hooligans, sordos, necios, pachangueros, chapuceros, impostores de la razón; en medio de los pícaros en el patio de Monipodio. Mientras, alguien, como Pepe Isbert haciendo de alcalde de Villar del Río asomado al balcón en 'Bienvenido, Mister Marshall', en un eterno bucle, nos dice aquello de «Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación que os debo, os la voy a pagar. Que yo, como alcalde vuestro...»
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