¿Qué conciencia moral?
Alfredo Ybarra
Martes, 21 de noviembre 2023, 23:12
Asisto perplejo, y advertido, por saber de qué va algún percal que manejamos, dentro de la democrática diversidad de opiniones y de un ostensible descontento, ... legítimamente expresado dentro del orden, a un intento por parte de algunos radicales de inflamar la convivencia, de hurgar en un aciago abismo maniqueo (superado en esta España de vital y dinámica democracia), que nos recuerda los versos de ese Españolito de los 'Proverbios y cantares' de Machado. Estos ultramontanos empellones me llevan por extensión a considerar el deterioro de nuestra conciencia social y moral. No son buenos tiempos para aspirar a un civismo íntegro, a la mirada y la actitud reflexiva y ponderada, al debate y la argumentación respetuosos, a una convivencia en el sentido común. En este decaimiento ético sería bueno abrir más cauces para avivar y estimular la capacidad que tenemos para percibir, reconocer y comprender los problemas y las necesidades de los demás. Bueno sería fomentar una fundamentada mirada crítica ante los vaivenes de la vida. Necesitamos cada vez más hablar de valores y de ética. Necesitamos sentir que los mayores bienes conquistados por el ser humano no se derrumban bajo el síndrome de la sinrazón y anomia. ¿Queremos fomentar un pensamiento que avive nuestra dimensión trascendente y cultural como ariete de una conciencia cívica y moral?
La contemporaneidad invita a hablar cada de valores y de ética. Necesitamos sentir que los mayores bienes conquistados por el ser humano no se derrumban por la perversión de la convivencia. La conciencia moral es esa voz interior que nos obliga a actuar de una determinada forma y también nos dice si es o no correcto. Es la capacidad de juzgar no solo nuestras acciones, sino las de los demás, como buenas y malas. Pero parece que no hay una conciencia social para llevar el mundo con un rumbo estelado. Y en este desasosiego la cultura y la educación (tanto la formal, como la no formal que puede llegar a todos los niveles sociales) juegan un papel fundamental. Porque la cultura es algo verdadero, la cultura nos despeja la mirada, nos aleja del 'hooliganismo', nos interroga en lo profundo, margina la sinrazón, nos hace razonar, nos da una moral, nos da una conciencia cívica. Sin embargo hemos coronado una pseudocultura, que nada tiene que ver con la verdadera cultura, y ahora lo único que parece urgente es ir tirando para vivir en nuestras pequeñas burbujas, que a fuerza de pusilanimidad y de consumo de banalidad, creemos de confort.
Aristóteles señala, que no hay otro camino para alcanzar el bienestar que el obrar bien. Y para obrar ese bien necesitamos una conciencia moral. Toda acción surge de una intención que, por muy interesada que sea para uno mismo, repercutirá en los demás y en el mundo. De ahí nace la conciencia moral que procura distinguir entre los principios que gobiernan a uno mismo y la consideración ética de sus acciones.
Sin embargo, todo intento de volver a reivindicar valores y principios morales topa con muchas dudas, como las de Sócrates: ¿Puede enseñarse la virtud? ¿Cómo se adquiere esta cualidad, si no es posible enseñarla? De poco sirve adoctrinar sin la práctica y la incorporación emocional de la bondad de vida. Aspiremos a una mayor sensibilidad moral desde el respeto y la dignidad, a cada vez ser más nosotros desde nuestra mismidad (responsabilidad); a relacionarnos con los demás con más vínculos éticos y comprensivos y en general desplegando valores cívicos. Pero ¡qué fácil es hablar de moral y de valores, y qué difícil actuar coherente y comprometidamente con ellos! Pero debemos intentarlo. Como dijo Van Gogh: «¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?»
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