Alentar la percepción creativa
Desde que el hombre es hombre, un simple rasgar el suelo con un palo, lo hace significarse en su mismidad, trascender desde sí mismo.
Alfredo Ybarra
Jaén
Miércoles, 16 de julio 2025, 00:10
Mucho se ha escrito, desde la Grecia clásica, sobre la revelación creativa. No soy quién para descubrir nada nuevo sobre este tema tan reiterado a ... través de los siglos. Pero si creo entender que la creatividad, no es algo banal y espurio, ilusorio y petardero, no es eso con lo que se nos llena la boca al hablar de cualquier cosa y adjudicarle el adjetivo creativo, sino una percepción que hondamente estremece los goznes del espíritu, la que es una sacudida de pensamiento original, la imaginación constructiva, la cavilación que va más allá de lo común y repetido, más allá de la envoltura de celofán. Por eso, Umberto Eco dijo que «nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración». Hablo de una creatividad que genere nuevas ideas, nuevas conexiones entre las ideas y el mundo, que produzcan un más allá en el discernimiento original del horizonte, del límite. El pintor Jesús Conde Ayala (autor del cartel de la presente edición del Festival de Música y Danza de Granada.), profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada hasta hace muy poco, y que ha sido nombrado responsable de la Cátedra Martín Morales de dicha universidad, en una entrevista en prensa hace unos días, señalaba la importancia que tiene para él la percepción creativa, la inabarcable imaginación. Lo expresaba diciendo: «Yo trato de pintar lo que sueño, pero te advierto: mis sueños pintan mejor que yo».
El mundo no es más que un lienzo para nuestra imaginación» diría el escritor, filósofo y poeta estadounidense Henry David Thoreau. Y se atribuye a Albert Einstein la frase: «La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento se limita a todo lo que sabemos y entendemos, mientras que la imaginación abraza el mundo entero, y todo lo que alguna vez habrá que saber y entender». Einstein no desdeña el conocimiento, sino que enfatiza la capacidad de imaginar como algo esencial para el progreso humano, ya que nos permite ir más allá de lo que ya sabemos y crear nuevas posibilidades. El conocimiento es importante, pero la imaginación es el motor que lo impulsa y lo expande. De hecho no es casualidad que muchos de los primeros indicios de racionalidad de nuestros antepasados fueran creativos, imaginativos.
La creatividad es innata al ser humano. Desde que el hombre es hombre, un simple rasgar el suelo con un palo, lo hace significarse en su mismidad, trascender desde sí mismo. Eso le hace preguntarse, lo que le conduce a un proceso mental. Por eso la creatividad no es privilegio exclusivo de unos elegidos. Somos creativos porque somos seres humanos. Si nacemos de modo innato con la chispa imaginativa, ¿por qué renunciar a ella? Y aunque la convivencia necesita rutinas para garantizar su eficacia, necesita reglas y una organización sistematizada, no debemos perder nuestro deseo imaginativo, las habilidades creativas, la verdad del sueño. No debemos dejar de perseguir la magia de la revelación imaginativa para avanzar como individuos y como sociedad. La poeta, cantante y tantas cosas más, Maya Angelou, nos recuerda que la creatividad es un recurso ilimitado; «No puedes agotar la creatividad. Cuanto más usas, más tienes». Lo que hace que sintamos que la vida vale la pena de vivirse más que por ninguna otra cosa por el amor y la percepción creativa. Porque en definitiva la imaginación nos interroga y pone en conflicto nuestras ideas para así romper con patrones establecidos y contemplar las cosas con otra perspectiva.
La curiosidad sobre la existencia en todos sus aspectos, el mantener y avivar asiduamente la llama de la imaginación, el soñar sinceramente (parafraseando a Borges) nos ayuda a insuflar complejidad a nuestras percepciones y así tener una conciencia más lúcida. El paradigma místico refleja la necesidad de plenitud a través de una ardua búsqueda de lo trascendente y de la expresión de lo inefable a través de una proyección más allá de las fronteras, queriendo comprender lo absoluto.
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