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La alegría de la conversión

andrés botella jiménez

Miércoles, 1 de abril 2020, 03:03

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Cuaresma. Tonos morados, penitenciales. Tiempo de combatir para cambiar y mejorar. Consideración de la inmensidad del Amor de Dios por cada uno de nosotros, cuya ... infinitud nunca podremos abarcar del todo, porque supera toda inteligencia creada. Correspondencia fervorosa y arrepentimientos o plegarias. No faltan tampoco saetas (salidas del corazón) y lágrimas sinceras. Sin perder la alegría, exteriorizada en la profundidad de la sonrisa, nacida del gozo de encontrar a Dios, del abrazo del Padre a su hijo que vuelve arrepentido, del alivio al descargar el peso de nuestras equivocaciones sin sentido, librándonos de ellas. Sí, viene a la memoria el canto del Magnificat de Nuestra Madre y Señora Santa María: «Engrandece mi alma al Señor y exulta de júbilo mi espíritu en Dios mi Salvador…» Y nos unimos a Ella.

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