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Vista de la salida del sol desde la bajada de El Neveral por la ladera del Castillo, en la capital. JPP

Alegato

Ad Líbitum ·

El pensamiento frecuente de nuestra muerte nos ha de llevar a reaccionar y a corregir el rumbo de nuestra vida

Javier PEREDA PEREDA

Jaén

Jueves, 24 de junio 2021, 23:50

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A primera hora de la mañana del miércoles recibo una llamada telefónica desconocida. Preguntan por mi nombre y dos apellidos: —Sí, soy yo. La interlocutora ... se identifica, explicándome que ha estado realizando indagaciones para localizarme; al final internet es el recurso más socorrido. –Le llamo, espero no molestarle, porque conocía de la amistad entre usted y Ángel, con quien, como recordará, tengo dos niños menores de edad. De inmediato identifico a quien ha tenido la preocupación de encontrarme. –Lamento tener que comunicarle una triste noticia. Entonces presentí y temí lo peor: –¿Qué le ha pasado a Ángel? –Recordará que el año pasado le operaron a corazón abierto; al parecer la válvula artificial que le pusieron se le ha infectado y de forma inesperada ha fallecido esta madrugada; pensé que querría saberlo. —Pese al mazazo, agradezco que me hayas trasladado esta luctuosa noticia de mi amigo Ángel.

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