De la indiferencia al odio
La emigración vuelve a dejarnos un testimonio gráfico: el vídeoque alguien subió a las redes en el que se ve un atropellado desembarco de migrantes en la playa de Castel de Ferro
Alberto Granados
Viernes, 15 de agosto 2025, 23:51
En el año 2000 el fotógrafo Javier Bauluz fotografió a una pareja de bañistas bajo una sombrilla en la playa de Tarifa. Él y ella, ... con sus pertrechos playeros en primera línea, como si fuera un día normal. Pero no lo era: a escasos metros, tendido sobre la arena, yacía el cadáver de un subsahariano que el mar había devuelto a la arena. La fotografía, ganadora del Pulitzer 2000, ponía de manifiesto la indiferencia de los jóvenes ante la tragedia. Parecían dispuestos a que nada les estropease el día de playa, ni siquiera la proximidad de la muerte.
Veinticinco años después, la emigración vuelve a dejarnos un testimonio gráfico: el vídeo que alguien subió a las redes en el que se ve un atropellado desembarco de migrantes en la playa de Castel de Ferro. Los chavales saltan al agua a la desesperada, entre los cientos de bañistas de un fin de semana de agosto. Solo unas horas después me llegaron nuevas imágenes, esta vez a través de la prensa on line y las redes: algunos bañistas de la pacífica playa, tal vez imbuidos por el torrepachequismo persiguen, derriban e inmovilizan a los migrantes. No se ve que nadie les ofreciera un botellín de agua, pero inmovilizarlos sí resultaba cómodo y fácil.
En el telediario he visto a un señor que, muy ufano, se jacta de haber colaborado en la hazaña de entregar a la Guardia Civil a los peligrosos invasores. Usa el verbo colaborar y me recuerda a aquellos funcionarios celosos del franquismo que nos ponían mil trabas en los trámites solicitados y lo hacían con el aire de estar haciendo una labor ejemplar. Eran los funcionarios pelotilleros y rastreros, capaces de vender a cualquiera sin demasiadas exigencias morales: tocaba ponerse a lado de la ley, aunque esta fuera injusta, y dejaban muy claro que lo hacían, como este improvisado colaborador que se prestó a formar parte de una jauría de fascistas que, tal vez, incurrieron en el delito de retención ilegal, sabiendo que nadie va a considerar delito su patriótica hazaña. Me dan más lástima que los migrantes, cuyos sueños quedaron frustrados a pesar de haber corrido un peligro y haber pasado por mil calamidades en su travesía.
Para ser justo, he de considerar a los bañistas que les pedían a los leales patriotas que dejaran en paz a los chavales, a lo que no accedieron los henchidos héroes, que tal vez pensaban en convertirse en los protagonistas de la playa. Y vaya si lo hicieron: protagonistas de la falta de humanidad, de prácticas de matón frente a los débiles y de seguir los dictados xenófobos que anda repartiendo Vox continuamente y que, según las encuestas, parece que les resultan prometedoras.
Desde la foto de Bauluz, han pasado 25 años, en los que la extrema derecha ha entrado en las instituciones y, sobre todo, ha modificado una forma de pensar generalizada en nuestra sociedad, que ahora considera un peligro real la presencia de estos chavales. Esta corriente de conservadurismo nos ha hecho cambiar la indiferencia de aquella pareja que fotografió Bauluz por el odio de los patriotas de las nuevas imágenes, la prevención por la retención ilegal, el humanismo por el salvajismo desatado. Se ve que vamos progresando.
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