Veneno de miedo
Siglo a siglo se ha ido perfeccionando el método para suministrar suficiente dosis de miedo cuando las cosas vienen mal dadas y puede producirse un conato de rebelión social ante abusos de poder.
Adela Tarifa
Jaén
Miércoles, 21 de mayo 2025, 23:41
Una noche cualquier de comienzos de esta primavera, después de una agotadora jornada de ordenador terminando un nuevo libro en el que me trasladaba a ... finales de la Edad media, tuve la mala idea de conectar la TV para ver si algo nuevo había pasado en el mundo. Salió el canal 4, con un programa llamado 'Horizontes'. Alucinada me quedé frente a un plantel de 'expertos' que están hablando del fin del mundo. Uno llevaba su particular equipo de supervivencia, del que nunca se separa. Era un cacho de maleta, incluyendo lo imprescindible para sobrevivir en caso de hecatombe. Hasta algún arma portaba, sin olvidar semillas para siembra, desinfectantes para potabilizar aguas podridas y complejos vitamínicos. Los contertulios comprobaban serios su impresionante despliegue, que me recordó aquellos bazares de pueblo dónde igual se vendía bacalao seco que aceite de ricino, un botón o unas alpargatas. No les dio la risa floja. Solo uno opinaba que vivir así de acojonado no es vivir, y que él se negaba a que los poderosos lo sometan a la parálisis del miedo. Para eso es mejor morirse. Opino igual, pero, si llegara el caso, al menos deberíamos llevarnos con nosotros al otro mundo a los que nos han arruinado la existencia, para que prueben su propia medicina; antes de eso debería producirse aquello que Ortega y Gasset llamo la rebelión de las masas, y arramblar con todo. Porque como dice el lenguaje popular, total, ¡de perdidos, al río!
Creo que estamos enloqueciendo, contagiados por el desquiciamiento de Trump, ese mercader que está como un cencerro, y con la locura paranoica de Putin; creo que hemos aceptado como borregos que los políticos destruyan nuestra razón, la poca que va quedando, a base de inyectarnos, vía medios de comunicación y redes sociales, el veneno del miedo, que es sustancia paralizante y con graves efectos secundarios porque modifica las conductas. Esto no es nuevo en la historia. Los políticos lo practican desde que en el Neolítico empezó aquello de crear clases sociales. Los más listillos y vagos asumieron el rol de ser nexo de unión con la divinidad, chamanes y sacerdotes, y así controlar la vida del resto, sus siervos. Pronto descubrieron que los sometían, más que con azotes, con un veneno llamado miedo. Porque los golpes a veces no doblegan en innato instinto hacia la libertad de algunos humanos, así que es más eficaz drogar con miedo, lo único que destruye la dignidad humana.
Siglo a siglo se ha ido perfeccionando el método para suministrar suficiente dosis de miedo cuando las cosas vienen mal dadas y puede producirse un conato de rebelión social ante abusos de poder. No me da tiempo en un folio a poner ejemplos. Remito al archiconocido caso del tribunal de la Inquisición o la Gestapo. Más reciente tenemos en la mente el terror aplicado en nuestra guerra civil del 36 por ambos bandos. Porque si la represión franquista fue bárbara e inmisericorde, no fue menos la del bando republicanos. Qué se lo pregunten a los de las checas del Madrid. En este episodio cada uno arrima la memoria histórica a lo que le duele. Pero todas las víctimas, sin distinción, fueron previamente inyectadas del veneno del miedo para llevarlas cómodamente al matadero. Muy cerquita tenemos aquí el terror de Eta. Tampoco es moco de pavo cómo nos narcotizaron los gobernantes en la pasada pandemia. Así eliminaron cómodamente nuestros derechos fundamentales y redujeron a la nada la democracia, cerrando el parlamento. Si no hubo rebelión de las masas fue porque nos habían inyectado miedo en dosis masiva, y nos paralizaron. No hace nada nos paralizaron de miedo aprovechando un apagón generar de la red eléctrica, y así cerraron ese día el parlamento, cuando más falta hacia que estuviese abierto.
Hoy la tensión política creada por unos cuantos dictadores del mundo, azuzada por intereses económicos, caso del negocio armamentístico, crea alarma social. Es que en Europa no queda otra que reforzar la autodefensa ahora que el 'hermano Tom' nos repudia. Ahora que nos vemos desnudos, porque el dinero que tenía que haber ido a defensa desde la segunda guerra mundial se lo han gastados los políticos en pan y circo para ir ganando elecciones, y en ciertos pelotazos particulares. Y como se ven sin dinero para estrategias militares, como saben que no queda otra que ordeñar a sus ovejas a bases de inflación, recortes sociales e impuestos, temen la rebelión de la manada. Por eso recurren de nuevo a fabricar dosis masivas de 'veneno de miedo' para inyectarlo en el cerebro de sus borregos. Saben que eso los hace más dóciles. Así aceptan ir al matadero.
Allá cada cual. Pero aquí no hay otra que recuperar la dignidad humana y pedir cuentas a tanto mangante. Solo con que los ladrones de la política devolvieran lo robado ya teníamos algo para ir echando en la hucha del rearme, palabra que tanto odia la pacifista 'Yolanda Fashion', pastorcilla del actual gobierno. Pero no caerá esa breva. Volverán a vacunarnos con miedo. No se dejen, dice mi papelera.
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