Tres mentiras
Recuerdo una manida frase, que no comparto. Es esa que dice que todos deberíamos plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Son tres mentiras peligrosas que con frecuencia empañan nuestra felicidad.
Adela Tarifa
Miércoles, 2 de julio 2025, 23:50
Creo que nunca se alcanza la total felicidad. Es que nada es perfecto en el día a día de las hojas del calendario. Sin embargo, ... dando por sentado que lo primordial es la salud, además de tener una vida afectiva serena y poder cubrir las necesidades básicas de subsistencia –que son menores de lo que solemos imaginar– opino que la auténtica felicidad posible consiste en saber construirnos cada cual, en el ámbito cotidiano, una suma de instantes agradables. De modo que, terminada la jornada, el balance se salde con algunos ratos placenteros.
Pero esos instantes felices no llegan por casualidad. Hay que buscarlos y saber valorarlos. Por ejemplo, despertar sin que te duela mucho el cuerpo ya es un regalo de la vida a ciertas edades. Felicidad es también el aroma del café recién hecho de la mañana. Antes hubiera añadido aquí la lectura de la prensa, pero la crispación política que nos rodea, nacional e internacional, aconseja a veces elegir otras lecturas para construirnos un despertar placentero. Por suerte también sirve la música como aliada. Un desayuno así solo lo mejora la buena compañía y contemplar desde la ventana la naturaleza. Y así, sumando pequeños ratos agradables cada día, ya tenemos eso que llaman felicidad. Desdichados aquellos que para ser felices necesitan chutes de adrenalina, o cosas peores. Esos solo encontrarán insatisfacción en la búsqueda de emociones fuertes.
Yo he puesto un ejemplo sencillo para comenzar hoy, otro día de calor sofocante en este mes de julio que nos toca vivir, achicharrados también por dentro ante la corrupción política nos quema las entrañas. De ese tema no voy a hablar. Es que se nos han agotado ya las palabras para calificar la indecencia que nos invade. Por eso intento llevar a mis lectores un soplo de esperanza hablando de cosas cotidianas sencillas. Por ejemplo, poco hay más placentero que un rato de lectura antes de dormir, algo que descubrí ya en la infancia con los tebeos de hadas y princesas. Tuve que renunciar a ello en ciertas épocas, por imperativos familiares y profesionales. Pero ahora, cuando ya no es obligado el madrugón para ir al trabajo y los hijos, que nos marcaban el calendario, ya volaron, cada noche me regalo el placer de dedicarme a la lectura el tiempo que me apetezca. Luego el argumento del libro me sirve de somnífero y me aleja de estos asquerosos barullos políticos que nos roban la vida. Sí, leer me hace feliz cada noche.
Así concibo yo la única felicidad posible, como una suma de momentos agradables cotidianos. ¡Y hay tantos a nuestro alcance!: un paseo por el campo, una buena película, una reunión de amigos, una cerveza al atardecer en el bar del pueblo, sin olvidar ese almuerzo casero, con aromas a cardos e hinojos en un arroz caldoso de pimientos asados.
Sin embargo, reconozco que hasta esos momentos felices que buscamos en lo cotidiano se empeñan unos y otros en quitárnoslos. A cuento de ello ahora recuerdo una manida frase, que no comparto. Es esa que dice que todos deberíamos plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Son tres mentiras peligrosas que con frecuencia empañan nuestra felicidad. Empecemos por el árbol: me entristece mucho pasear, por ejemplo, por ciertos jardines que plantan los ayuntamientos dejando luego que se los coman las malas hierbas y que se sequen los arbolitos. Allí van las autoridades un día a inaugurar y hacerse la foto, y luego permiten que mueran de sed. Algunos alegan que regar árboles en verano es antisocial, por escasez de agua, aunque haya llovido en primavera para ahogarnos a todos ¡Pues que no los planten para dejarlos morir de sed! Viendo eso vuelvo a veces depre del paseo.
Respecto a lo de tener hijos, opino que solo debería traer hijos al mundo quien está dispuesto a amarlos y educarlos. Finalmente, sobre escribir libros, con lo que termino, pienso que todo libro nace para enseñar y distraer, pero la mayoría de los que hoy se publican son una amenaza y hasta puede arruinar la vocación lectora de cualquier iniciado.
Por ejemplo, hace poco tuve que tragarme, por obligación, un horrible libro. No doy pistas pero sí les aconsejo, por simple supervivencia, que cuando encuentren un libro tan malo, no lo regalen ni lo presten. Es un arma peligrosa y una amenaza para la felicidad. Yo ya me he deshecho de ese bodrio y acabo de empezar otro libro que no había vuelto a leer desde la juventud: 'Peñas arriba', de Pereda. Menudo cambio, vamos. Cuando lo acabe les cometo algo, por si se animan a releer a los clásicos este verano, en vez de mirar por la tele como algún alto cargo político entra en la cárcel tras vender España a independentistas y amigos de ETA. No vean la caja tonta y lean, pero libros buenos. Es que en lo de escribir bien, muchos son los llamados y pocos los escogidos. Y feliz verano.
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