Quiero a mi papá
Mi padre se llamaba Manuel. Fue firme cuando se necesitaba, y tierno con nosotros cuando eso no se estilaba
ADELA TARIFA
Jaén
Domingo, 19 de marzo 2023, 11:53
El 19 de marzo se celebra el día del padre, san José. Es una fiesta moderna. No recuerdo que se festejara en mi infancia. Tampoco ... recuerdo escribir a mis padres esas preciosas cartas que hoy nos hacen, con felicitaciones y declaraciones de amor. Pero estoy a favor de tales celebraciones. Porque a los padres, las madres, los hermanos, y a los abuelos, está bien decirles que se les quiere.
Yo quise muchísimo a mi padre. También a mi madre, pero hoy hablamos de ellos. En el sorteo de la vida no me pudo tocar un padre mejor. Aunque no nos pasábamos entonces la vida verbalizando este amor, tengo la plena certeza de que mi padre hubiera dado la vida por sus hijos, y que se esforzó para que no nos faltara nada, tanto en lo material, que antes era escaso, como en lo afectivo. El referente paterno que guardo en mi corazón ha guiado mis pasos y ha sido una escuela extraordinaria de vida.
Mi padre se llamaba Manuel. Fue firme cuando se necesitaba, y tierno con nosotros cuando eso no se estilaba. En aquellos pueblos remotos alpujarreños, donde todo llegaba con retraso y dificultad, él llevó a casa cultura, prensa, siempre el Ideal, libros, música, sensibilidad y delicadeza; y a la par disciplinaba, pero sin agobiarnos. Amaba la naturaleza y a los animales, y le encantaban las flores. Como a mí. Fue ecologista sin saberlo. También amaba la vida. Su sentido lúdico lo he heredado. Siempre respetó nuestra personalidad y nuestra intimidad.
Yo, con su ejemplo, he crecido en la escuela del respeto a los demás, del amor al prójimo, la generosidad, la lealtad el cariño a los viejos. También en la austeridad, aunque no padecí privaciones. Es que para vivir no se necesitan tantas cosas materiales. Recuerdo a mi padre de chica haciéndome dictados ortográficos en el poco tiempo libre que tenía, y tomándome las lecciones. Dándome la mano cuando tenía miedo, leyéndome tebeos cuando estaba enferma, montando preciosos belenes, averiguando si aquella escuela del pueblo estaba a la altura de lo que yo podía dar, y buscando una maestra para clases de tarde, cuando le constaba que en las horas escolares nos enseñaban más de costura que de lengua, geografía y matemáticas.
Yo hoy imagino el esfuerzo de mi padre, que entonces no tenia coche ni conducía, viajando para conocer colegios buenos en los que sus dos hijas tuvieran las mismas oportunidades de estudiar que los varones, y hasta ocupándose de que ese colegio estuviera cerca del mar, para prevenir mis frecuentes bronquitis. Yo he visto a mi padre trabajar de día y de noche, no tener nunca vacaciones, y pluriemplearse para que sus tres hijos fueran a la universidad. Yo me he sentido acompañada por mi padre, aunque no estuviera a mi lado, cada uno de los días de mi vida, hasta que con 67 años le estallo el corazón. Acaso de tanto amor como tenía dentro. Yo he gozado viéndolo jugar con sus nietos, amarlos y mimarlos como solo sabemos los abuelos. Yo le agradezco que acogiera a mi marido como un hijo, y que lo quisiera tanto. Yo recuerdo ver llorar a mi padre, siendo chica, ante una pérdida de conocimiento de mi hermano, y por la muerte de su sobrino Paco a los 27 años. Yo no he conocido un hermano más fiel que mi padre. Yo descubrí a qué sabe la soledad en estado puro el día que se murió. Luego también descubrí que nos guardó secretos. Porque él, que no era de misas, fue cristiano haciendo lo que dice el evangelio, que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Han sido otros paisanos los que espontáneamente me fueron descubriendo ese padre que no conocía, el de ayudar a los más pobres que nosotros, sin esperar nada. Sin contarlo. Sin embargo yo nunca le dibujé a mi padre nada en una postal del día de san José. Ni me lo comía a besos, ni le decía que lo quería. Creo que lo sabía. Al menos lo supo al final de sus días.
Ahora resulta que una profesora va y les dice a sus alumnos que no celebren el día del padre. Porque ya no hay un solo referente paterno. Qué celebren la fiesta de una persona «especial», cualquiera. Pues bien, yo creo que esta señora, o lo que sea, está fatal. Acaso es que nunca conoció a su padre. O que le tocó uno malo. O que odia a los hombres; pero eso es cosa particular suya. Es que a ella no le importa lo que pasa en cada casa, y es delito meter ideas toxicas en la mente de niños que no son suyos y envenenarlos contra los padres. Pero, como no estamos libres de dar con un profesor inadecuado, yo digo a los padres que no toleren que nadie dañe el alma de sus hijos, porque las heridas del alma cuesta mucho curarlas. Y que, siendo obligada la escolarización, no es obligado el adoctrinamiento. Porque quien educa por derecho son la madre y el padre, y el ideario de un centro empieza por respetar a la familia.
Qué caos educativo deja al descubierto noticias así, y cuánto lo siento por la inmensa mayoría de extraordinarios profesores que ven su imagen lesionada. Mi apoyo para esos excelentes maestros, como los que dan clase a mis cuatro nietos. Y a vosotros, madres y padres, toca la responsabilidad de denunciar actitudes como ésta. Si no lo hacéis, algún día vuestros hijos os jugaran, y os condenaran.
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