Entre bobos anda el juego
Es que hoy los jóvenes piden excesiva adrenalina para gozar de la vida. Y eso pasa porque los hemos criado en la abundancia, entre algodones, psicólogos y bollicaos.
Adela Tarifa
Miércoles, 13 de agosto 2025, 22:43
Agosto es mes de festejos. El más famoso acaso es la festividad de la Virgen. Por suerte son éstas celebraciones pacíficas. Lo digo porque atónita ... me quedaba hace poco ante una noticia de la prensa. No lo podía creer, pero era verdad. Resulta que en un pueblo de Rioja, Villamediana de Iregua, celebran como en mi pueblo las tradicionales fiestas de 'Los Quintos', pero a lo bestia. Antaño estas fiestas tenían lógica: se iban los jóvenes a servir a la patria. La puta mili que decían. Para algunos muchachos aquello simbolizaba su entrada en la edad adulta, su independencia. Tras la mili tocaba echarse novia; luego casarse y criar hijos. Fin de la juerga. Era pues tolerable que aquellos chicos celebraran su entrada en quintas con alguna fiesta, inofensiva generalmente, aunque la borrachera formase parte del ritual. Algunos padres por entonces daban permiso al hijo para fumar en su presencia, pues aquella mili seria dura. Pero, les decían que de allí todos volvían hechos unos hombres. Otra mentira.
No comparto nada esta imagen idílica de 'la puta mili', como escribió en una novela Muñoz Molina, que tampoco tuvo de esos años buenos recuerdos. Yo los llegué a odiar cuando le tocó a mi novio, con la carrera de medicina recién acabada, pasarse año y medio haciendo 'imaginarias' en un cuartel, descuidando su formación para la especialidad y aguantando bravuconadas de jefecillos. Esa mili ya era inútil. Las nuevas tecnologías exigían más profesionalidad y menos desfiles en el patio de armas. Y al fin un día, por lógica, la mili obligatoria pasó a mejor vida. Lo cual no significa que esté de acuerdo con la estructura militar que hoy tiene España, el país de la UE que menos invierte en defensa. Basta mirar el panorama internacional para darnos cuenta de que vamos fatal. No estaría de más formar a todos los jóvenes, hombres y mujeres, en técnicas básica de defensa civil. Hasta en el desastre de la dana de Valencia se vieron estos fallos.
Si, algo de disciplina, proporcionada a sus metas y bien encauzada, nos vendría bien, y más capacidad de sacrificio, esfuerzo y solidaridad con los grupos sociales vulnerables. Porque queda claro que los jóvenes, muchos de ellos al menos, andan desorientados y frustrado y que algunos encauzan sus energía juveniles hacia la violencia. Ya lo vimos en Badajoz hace algún tiempo, asesinada por adolescentes de una cuidadora social. No es un caso aislado. Falta encauzar a los jóvenes por vías saludables que den sentido a su vida y reforzar la autoridad de profesores y progenitores. Una prueba es lo que ahora cuento, que me dejó perpleja, pues retrata la falta de valores que tienen amplios colectivo juveniles. Es que quien hoy tortura a un animal, mañana dará una bofetada a la novia o a la maestra. Son señales de alerta que no se arreglan con multas.
Volviendo a Villamediana, pueblo que seguramente no merece ser famoso por barbaridades de esta índole, resulta que allí, en marzo pasado, los casi cuarenta jóvenes que celebraban esa tradicional fiesta de los quintos hicieron un partido de futbol sin balón, sustituido por una gallina. Yo he visto alguna imagen y afirmo que es sadismo puro, sólo imputable a personas a las que les falta un hervor, bastantes tornillos, una docena de milis de las de antes, una tanda de escobazos de los que daban los abuelas a zagales rebeldes, y además un ayuno largo a pan y agua, sin probar nada que huela a gallina y huevos, incluidos los pasteles.
Sí quiero aclarar que en esta panda de salvajes, supuestamente, comprendidos entre los 17 y los 20 años, no sólo los había de Villamediana, también de diversas localidades cercanas. La guardia civil les acusó de falta grave a la ley de bienestar de los animales, con multa de hasta 50.000 euros. Veo bien la multa, si se aplica a educar adolescentes. Aunque el dinero no va a rehabilitar a estos chicos. Hay que tener muy malas entrañas para poner a un animal indefenso delante y matarlo a patadas sólo por una juerga. Es que hoy los jóvenes piden excesiva adrenalina para gozar de la vida. Y eso pasa porque los hemos criado en la abundancia, entre algodones, psicólogos y bollicaos.
A estos mozalbetes los mandaba yo, como mínimo, a currar en una residencia de ancianos, para que sepan lo que a todos nos espera y lo que se necesita de empatía para tirar del carro de la vida. A atender enfermos en cuidados paliativos, a recibir a los pequeños que nos entran por el mar, famélicos y tiritando. Tampoco estaría mal un centro de adiestramiento de perros para invidentes, o un hospital para tetrapléjicos. Acaso así se les quitaban las ganas de dar puntapiés a una gallina. Solo son niñatos, pero dan miedo. Acaso todavía recapaciten. Es que si no lo hacen, tarde o temprano serán carne de presidio. Por cierto, no eximo de culpa a los adultos que consistieron esta salvajada, empezando por quienes cedieron instalaciones deportivas. Porque aquello no fue una comedia para bobos, como la que escribiera Zorrilla y que recuerdo interpretó una vez en TV española Juanito Navarro y Emma Cohen. Es un delito que nos avergüenza a todos.
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