Un bar antifascistaen Lavapiés
Es prácticamente igual fascismo que comunismo: ambos anulan la libertad del ser humano y recurren al terror para cambiar conductas.
Adela Tarifa
Miércoles, 24 de septiembre 2025, 23:44
Me enteré hace bastante tiempo, por casualidad, de que Pablo Iglesias II regenta un bar en el barrio de Lavapiés; el mismo barrio en el ... que acusaron una vez a su antiguo amigo y colega Iñigo Errejón de propinar un puntapié a un transeúnte que le preguntó algo. Se ve que estos progresistas van mucho a divertirse a Lavapiés, aunque en cuanto pueden se compran un casaplón en un sitio más pijo, con cámaras de seguridad y vigilantes a sueldo: o sea, donde se explota al proletariado.
Yo conozco bastante Lavapiés. Lo paseo con frecuencia y he vivido una vez cerca de su plaza emblemática, pero nunca me topé con estos chicos tan pacíficos y solidarios de Podemos, que además luchan contra el fascismo mientras beben vino. Ya de feminismo no hablan, porque ahí se les vio el plumero. Y es mejor no remover la mierda. Tampoco sé dónde tiene su bar antifascista el macho alfa que les va quedando, pero me gustaría saberlo porque debe ser muy especial, supongo: un bar sin segregación social, sin obreros a sueldo del patrón, con wáter abierto a todos los sin techos, con un menú solidario para los inmigrantes necesitados, y cosas así coherentes con su doctrina social. Es lo que hace el padre Ángel en su Iglesia, y lo que haría Jesucristo. Imagino que no lo cierran de noche por si algún pobre sin domicilio puede cobijarse. Supongo que esta labor social explica lo que escuché en una tertulia televisiva, y que ahora, por una extraña asociación de ideas, me acaba de volver a la cabeza.
Es que, según contaron aquellos tertulianos muy puestos en ese tema, Pablo Iglesias II (no confundir con el I), al parecer, ha pedido donativos, que no se desgravan en Hacienda, para ese bar, alegando que allí, entre copa y copa, se trabaja por una buena causa: se lucha contra el fascismo. No es nada nuevo entre estos vivos de la vida lo de sacar dinero sin pagar impuestos a incautos analfabetos que no tiene ni idea de lo que es el fascismo aunque ven fachas por todos lados. Pero usar un bar como tapadera me parece para tronchase.
Bueno, si hay un cliente del 'bar antifascista' que dona algo a tal fin, sin sospechar realmente a donde va a parar su óbolo, es que es más analfabeto histórico que un cardo borriquero. Desde luego ninguno de esos donantes ha pasado por mis clases de historia contemporánea de Bachillerato. Es que todos mis alumnos sabían perfectamente qué es el fascismo y también que, a efectos de resultados para los súbditos (en una dictadura no existe el ciudadano, solo hay súbditos) es prácticamente igual fascismo que comunismo: ambos anulan la libertad del ser humano y recurren al terror para cambiar conductas. Ambos impiden el progreso social. Pero claro, si la única clase de historia a la que van esos incautos la imparten estos podemitas de Ciencias Políticas de la Complutense, vamos apañados. Aunque parece que al líder se le acabó ese contrato docente este curso por su deficitario curriculum. Yo lo dudo. Estos progres, íntimos del dictador venezolano, los que nos robaron la Puerta del Sol durante meses para acampar a sus anchas, chillar allí que no nos representan más que ellos y fumar todo lo fumable, no pierden nunca un chollo. Así que volverá Pablo a la Complu, y en su bar harán el pino a esos 'clientes–donantes'. Es que con sus escasas neuronas pensantes es fácil convencerlos y en ese bar nadie les llama memos. Allá ellos.
Como escribió un gran novelista, que fue víctima del comunismo soviético, Vasili Grossman, uno de los medios de qué se sirve el fascismo para actuar sobre el hombre es provocarle ceguera mental y miedo, de lo que nace la sumisión al poder. Porque la naturaleza humana se trasforma dentro de la vivencia totalitaria, perdiendo su tendencia natural a la libertad. El único fracaso de un estado totalitario está pues en la resistencia de grupos humanos a perder su libertad. Por eso tales países totalitarios nunca pueden renunciar a la violencia, ya que si lo hacen, desaparecen. Eso lo sabe muy bien Putin. Y lo padecen todos sus súbditos.
Parece que Pablo Iglesias II no les cuenta a sus alumnos, ni a los parroquianos de su bar antifascista. Desde luego no les recomiendará la lectura de este genial escritor ruso, fallecido en 1964, que fue el primero en dar la noticia de los campos de exterminio nazis y que denunció la brutalidad del régimen soviético. Lo pagó caro, perseguido, prohibida su obra y condenado, ya con Jrushov al ostracismo. Nunca vio publicados sus escritos. Pero no entregó su libertad. Finalmente su obra salió microfilmada clandestinamente de la URSS para ser publicada en países democráticos. Esos países libres a los que el Pablo Iglesia II tacha de fascistas, porque allí la riqueza está mejor repartida que en los sitios que le molan a él.
Creo que este muchacho de pensamiento estalinista nunca debió de pasar del preuniversitario, porque jamás habría aprobado esa asignatura obligatoria que era la historia del mundo contemporáneo, donde un largo tema se dedicaba a la Europa de las Dictaduras, como las que a él le gustan.
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