Abaratadas palabras
Donde agitan las palabras ·
Alfredo Ybarra
Miércoles, 25 de enero 2023, 01:13
En todas casas cuecen habas; y en la mía, a calderadas (El Quijote II 13). Valga el proverbio para referir una realidad que dándose en ... todas partes, en España es sombría. Vivimos a nivel global en una estructura dominada por el 'low cost', en la que se simplifican y trivializan muchas situaciones, ideas, actitudes, afanes, relaciones, informaciones, anhelos, enseñanzas,… Pero si el pensamiento también está devaluado en todo el mundo, en España lo hemos hecho de un modo asombrosamente avieso. El raciocinio, la reflexión, la cultura y también la palabra en sí, se han devaluado mucho mientras nos escoramos hacia niveles vulgares de entretenimiento y distracción. La cultura hoy en día tiene poco que ver con la conciencia crítica y la educación; se queda en un batiburrillo con propósitos adocenados y zafios. No es que la imagen de aquel intelectual del siglo XVIII que era conciencia de la sociedad esté difuminada, sino que lo que sería la continuidad de la de escritores, filósofos, científicos, eruditos, del XIX y XX, ha desaparecido prácticamente de los debates notorios, y su presencia y su discurso en tribunas públicas han experimentado una transformación radical, donde su protagonismo social está muy desvanecido.
Parece que podemos vivir fantásticamente sin pensar y poco a poco nos convencemos de que la realidad no necesita ser pensada. Una diferencia entre lo uno y lo otro con matices resbaladizos. Las instituciones, la política, el mercado, están cada día devaluando el valor del pensamiento. No sé dónde leí que empiezas abaratando las ideas y cuando te quieres dar cuenta vives rodeado de ideas baratas.
Estamos tan embebidos en nuestra sociedad de usar y tirar, en nuestras burbujas alienantes, que no queremos reflexionar críticamente (en especial con nosotros mismos). Está claro que va un gran trecho de la densidad de una máxima de Gracián a la futilidad del twitter. Recuerda Valentí Puig que Eugenio d'Ors decía que el beneficio de una civilización no se recibe para siempre: «Es menester que se merezca, que se gane también cada día. Una distracción, un devaneo, y ya está de nuevo la barbarie ahí». Y para tener nervio, pulso y plenitud como sociedad y como individuos necesitamos el pensamiento, la palabra, la literatura, de ancho y alto fuste, no un pensamiento y una literatura de acallaconciencias, de máximas de sobrecito de azúcar o servilletas de papel de bar. Roland Barthes expone que la literatura son palabras que hay que tejer, que hay que ir leyendo para que el mundo cambie, para que a cada uno de nosotros le pase algo. Que engloba todas las ciencias, y, en consecuencia, muchos saberes. Por ejemplo, en la novela de Robinson Crusoe, existe un saber histórico, geográfico, social, botánico, antropológico… es pues verdaderamente enciclopédica.
ambién para él la literatura equivale a una apertura de territorios, en el sentido de que quien escribe y quien lee son como don Quijote, que salen para no volver al lugar de partida. Vivimos un tiempo donde todas las opiniones son equiparan, donde publicar es algo bastante fácil, donde hay un exceso de híbridos literarios, donde a través de las redes y también de los medios de comunicación igualamos libros de sustancia «low cost» con los libros de verdadera alzada. Pero somos cada uno de nosotros los que tenemos que aprender a discernir, como dijo San Juan de la Cruz: «Buscad leyendo y hallaréis meditando».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión