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El sistema electoral español tiene muchas deficiencias. Lo cual, unido a nuestro bajo umbral de tolerancia a la discrepancia nos conduce a una inestabilidad política permanente. Me explico. El sistema permite la entrada en juego de un número excesivo de partidos. Es curioso, pero a los norteamericanos, que son 300 millones, les basta con dos. A los alemanes y a los británicos, que son respectivamente 80 y 65 millones, les ha bastado siempre con dos y medio, aunque es cierto que ahora se han contagiado del proceso. Sin embargo, nosotros, con 44 millones tenemos nada menos que trece partidos representados en el Congreso que acaba de fenecer. ¿De verdad que hay trece proyectos diferentes para el futuro de España? Por eso se nos complica tanto la formación de gobiernos, una vez que hemos decidido la desaparición del bipartidismo. La enfermedad es ya una epidemia. El Parlamento navarro atiende a una comunidad de poco más de 600.000 habitantes y acoge, a nada menos, que siete grupos parlamentarios. ¿De verdad que hay siete proyectos diferentes para Navarra?

Y a eso se añade el bajo nivel de nuestro umbral de aceptación de la discrepancia. En nuestros partidos, en cuanto alguien discute con alguien se forma una corriente interna, que se convierte con rapidez en un partido diferente. Por eso tenemos tres opciones a la derecha, un PSOE en busca de la cohesión y una izquierda radical fragmentada en personalismos y particularidades regionales. Sumen el asunto del nacionalismo periférico y tendrán una ensalada de siglas en las urnas y un macedonia de partidos en el Congreso.

¿Qué va a pasar en las próximas elecciones? Pues la encuesta que publicamos entre ayer y hoy solo permite una combinación, ideológicamente posible y cuantitativamente suficiente, entre PSOE y Cs. ¿Es viable? Si, claro, pero dudo que sea probable, al menos hasta que se produzcan las votaciones del siguiente mes y tras pasar el tiempo necesario para que Cs pueda justificar ante su electorado el «donde dije digo, digo Diego» y aceptar a Pedro Sánchez como animal (líder) de compañía.

Más bien creo que Sánchez intentará gobernar en solitario. Lo ha hecho con 84 diputados, así que una cifra cercana a los 130 le parecerá más que suficiente. Tendrá el problema de una investidura más complicada que la anterior, a pesar de ese aumento, nada despreciable, de cincuentena escaños. Carles Puigdemont ha elaborado unas listas con mayores dosis de intransigencia y dogmatismo y pedirá la luna a un Sánchez dispuesto a dársela, pero carente de poder para ello.

Por su parte, la alternativa de derechas no alcanza y solo podría hacerlo con una concentración de votos mucho mayor. Hay, nada menos, que 103 escaños que se dirimen en circunscripciones con menos de 5 elegidos y ahí se pierde todos los votos que no se concentran. ¿El electorado que vota a esos tres partidos utilizará las tripas o la cabeza a la hora de introducir la papeleta en la urna? Pues dudo mucho de que el PP consiga vencer la tradicional afición española a fastidiar al próximo, aunque eso favorezca al lejano.

Por favor, no guarde este comentario, seguro que no acierto ni una predicción.

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