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Firma del acuerdo sobre los presupuestos entre el presidente Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Amores de conveniencia

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Sánchez vs Iglesias ·

El líder de Podemos quiere hacerse perdonar la negativa a apoyar la investidura del candidato socialista hace dos años

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Jueves, 1 de enero 1970

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Tras la frustrada investidura de Pedro Sánchez en marzo de 2016, se abrió una sima entre el líder del PSOE y Pablo Iglesias. «No habrá perdón. Le estaremos esperando», decían entonces los socialistas, desengañados con el secretario general de Podemos por negarse a respaldar a su candidato con unas condiciones imposibles de satisfacer. Aquella negativa permitió que Mariano Rajoy continuara en la Moncloa dos años más, pero, sobre todo, sometió a una glaciación a las relaciones entre los dos líderes.

Aquel encontronazo tuvo serias consecuencias internas para ambos. A grandes rasgos, Sánchez fue derrocado, aunque recuperó el timón del PSOE tras ganar las primarias a Susana Díaz. Iglesias soportó la ofensiva de Iñigo Errejón, partidario del entendimiento con los socialistas, y, aunque se impuso, quedó tocado.

Una vez que Sánchez recuperó el liderazgo en su partido, Iglesias buscó el acercamiento con repetidas ofertas de presentar una moción de censura contra Rajoy. Invitaciones desdeñadas una tras otra por el secretario general del PSOE. Hasta que llegó la sentencia del 'caso Gürtel' y Sánchez dio el paso por su cuenta. El líder de Podemos vio la oportunidad de hacerse perdonar el, para muchos de los suyos, pecado de haber impedido un gobierno progresista y se convirtió en una pieza fundamental para recabar los apoyos de los renuentes independentistas catalanes. El triunfo en aquella moción de censura fue casi más celebrado en los escaños de Unidos Podemos que en los socialistas porque abría la puerta al deshielo con los socialistas.

Vicepresidente en la sombra

Con el el líder del PSOE en la Moncloa, Iglesias pudo poner en marcha, al fin, su estrategia de «cogobernar» desde el Parlamento. Y qué mejor oportunidad para enterrar el hacha de guerra que un pacto presupuestario rubricado con toda la pompa en la Moncloa el 11 de octubre. Era el «vicepresidente» que quiso ser, pero en la sombra. Sánchez, a su vez, contaba con un importante respaldo parlamentario, y no solo el de sus 84 diputados.

Además, con el líder de Podemos de su lado podía explorar terrenos a los que «el Gobierno no puede llegar», como reconocían en la Moncloa en referencia a los contactos con los soberanistas encarcelados para que apoyasen las cuentas públicas. Unos encuentros consentidos por Sánchez aunque pusieran de los nervios a muchos socialistas, que veían excesivo el protagonismo de Iglesias.

Comparten el objetivo de agotar la legislatura y afianzar la mayoría de la moción de censura

En esa sociedad de socorros mutuos, ambos tiene más que ganar que perder. Les une el objetivo común de agotar la legislatura en 2020 y hasta entonces asentar la mayoría parlamentaria que propició la moción de censura para sacar adelante iniciativas legislativas con marchamo de izquierda.

Pero hay más metas y no menos relevantes. Las elecciones municipales y autonómicas de mayo próximo serán un excelente banco de pruebas para testar la salud de la nueva etapa de las relaciones de conveniencia entre ambas fuerzas.

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