El día después de Vilaplana: imparte un curso de formación de ocho horas
La periodista trata de recuperar la normalidad tras una comparecencia ante la jueza que se cerró con luces y sombras
A. Rallo
Miércoles, 5 de noviembre 2025, 13:17
Maribel Vilaplana trata de recuperar una rutina que la devuelva a una normalidad, en su caso parece que siempre ya tensa, desde aquella «maldita casualidad» ... de la comida en El Ventorro el día de la dana. El pasado lunes estaba marcado en el calendario como la oportunidad de pasar página de un periodo convulso en lo profesional, pero especialmente en lo anímico. El sábado, de hecho, acudió a un hospital por una crisis de ansiedad.
Su voluntad siempre fue la de comparecer. No quería que nadie pensara –como lamentablemente así ocurrió ya la misma tarde del sábado– que buscaba coartadas para esquivar a la magistrada. Una jueza que, por otra parte, mostró su empatía y quiso aclararle dos asuntos. Uno, que a nadie le interesaba su vida privada. Dos, trasladarle un mensaje liberador: «La única responsabilidad de que usted estuviera allí a esa hora es del señor Mazón». Toda una declaración de intenciones.
Vilaplana llegó a la sede judicial en un vehículo acompañada de tres amigas. Al menos dos de ellas con trayectoria en los medios de comunicación. Este martes, Vilaplana retomó el pulso. Tenía ya con anterioridad este compromiso laboral. Y pese a todo no quiso posponerlo. Así que a primera hora de la mañana comenzó un curso de ocho horas de formación a directivos.
El testimonio de Maribel Vilaplana presentaba dos vertientes. La personal, innecesaria para la causa, pero que la jueza no interrumpió y que permitió conocer a una persona derrotada anímicamente. Y la judicial, favorable en los aspectos en los que pudo ser más precisa al presidente. Sirvió para conocer, por ejemplo, que Mazón no estuvo incomunicado durante las horas clave de la Emergencia. Es más, perfectamente localizable. Incluso un mensajero le había llevado un sobre con documentación que debía firmar. «Escribía y llamaba. Tenía el móvil encima de la mesa», describió. Vilaplana lo había guardado en el bolso. «Me parece una falta de educación», dijo respecto al uso del móvil en conversaciones cara a cara.
De las conversaciones de Mazón apenas recuerda nada, más allá de un comentario de una anécdota de una foto sin aparente relación con la causa. ¿Es creíble no recordar nada de varias conversaciones? Vilaplana señaló que por su profesión y las reuniones que mantiene ha de ser muy discreta. Esa cualidad, desarollada a lo largo de los años, supuestamente le permite abstraerse del protagonista.
La comida duró unas tres horas y media y el testimonio aporta pocos detalles acerca de las conversaciones que mantuvieron. Se trataron algunos asuntos, el de una supuesta oferta para regresar a la televisión como directora, el análisis de un discurso en valenciano del presidente y el planteamiento de dar unos cursos a los altos cargos. Algunos letrados consideran este contenido insuficiente. Pero no incidieron en ello.
Sí recordaba, en cambio, que Mazón se había quitado la chaqueta y pidió permiso para colocarse un jersey. Algo, de entrada, innecesario. Pero su testimonio no sirvió para aclarar el periodo en el que Mazón no atendió el teléfono que supuestamente coincidió con su despedida en el parking. Entre otros motivos, porque no concretó los tiempos. Fue especialmente ambigua en estos términos. El ticket aportará luz a esta incógnita. Se desconoce también cuando el líder popular llega al Palau. Google Maps calcula unos 12 minutos.
La jueza ni el resto de partes le preguntaron, por ejemplo, por los cambios de versión. Para Vilaplana fue una comida profesional, es decir, de trabajo. Mazón, en primer momento, habló de una comida privada.
La informadora arremetió -cuenta 'Las Provincias'- contra los medios de comunicación que, por otra parte, adelantó que no consume. De ahí que para ella fuera un día absolutamente normal en lo meteorológico. Acusó a los medios de comunicación, algunos muy «serios», de extorsionarla, un hecho que debió denunciar de manera inmediata. «Me dijeron que tenían fotos saliendo de la casa de Mazón».
Vilaplana expuso su calvario personal a lo largo de su comparecencia, por momentos desgarradora y de un dolor sin consuelo. Aludió a la necesidad de proteger a sus hijos, de la terapia y el daño causado. «Tengo pesadillas», admitió. Al llegar a casa y observar la magnitud de la tragedia, escribió a Mazón y este le aseguró que no sabía nada. «Me estallaba la cabeza pensando que me hablaba con normalidad», indicó. Esa llamada se produjo ya de madrugada. «¿Quién escribe a esa hora a una persona?», reflexionan fuentes judiciales. Y más cuando solo disponía de su teléfono desde dos semanas antes. Ella le pidió que su nombre no saliera. «Fui cobarde», admitió. Y eso terminó por condenar también al presidente. El silencio fue destructivo. Cuando Mazón le anunció que la situación era límite e iba a filtrar su nombre, borró todo el chat de WhatsApp. «El miedo se apoderó de ella», justificó su entorno.
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