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El talón de Aquiles del presidente

El talón de Aquiles del presidente

Andan justitos en economía y en política internacional, pero a los candidatos de la nueva hornada les sobra carisma. Los expertos tampoco se olvidan del flequillo de Rajoy, de la mirada perdida de Rivera, de la imagen a veces impostada de Sánchez y del ceño fruncido de Iglesias

irma cuesta

Martes, 8 de diciembre 2015, 02:15

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El día que la voz de Pedro Sánchez se escuchó retumbar en el plató de Sálvame, a buena parte de la nutrida familia socialista se le abrieron las carnes. ¿Qué hacía todo un secretario general en el programa más carroñero de la historia de la televisión? Pues nada más y nada menos que engrasar la maquinaria electoral. Porque, para cuando el flamante líder del PSOE marcó el número de Jorge Javier Vázquez, populares y socialistas ya sabían hasta dónde puede llegar, en solo unos meses y valiéndose únicamente de la televisión, un experto en Ciencias Políticas con coleta y el apoyo de la revuelta del 15-M.

Ahora que ya nadie pone en duda que las viejas reglas del juego han saltado por los aires, una contienda electoral de nuevo cuño ha dejado a los candidatos a la presidencia del Gobierno luchando por meter la cabeza en cualquier programa que se ponga a tiro: bien para echar un baile, dar una vuelta en globo o contarnos cómo conocieron a su mujer. Con los mítines convertidos en lo más parecido a un cumpleaños lleno de primos, Mariano Rajoy (Santiago de Compostela, 60 años), Pedro Sánchez (Madrid, 43), Albert Rivera (Barcelona, 36) y Pablo Iglesias (Madrid, 37) tratan de encandilar a los casi siete millones de electores que aún no han logrado encontrarle la gracia a ningún partido, según el último barómetro del CIS. Pero, ¿cuáles son sus fortalezas?, ¿dónde están sus debilidades?, ¿están aún a tiempo de mejorar?

Demasiada competencia

Estoy aquí; por favor, ¡préstenme atención!

Para empezar, nunca hasta ahora ha habido tantos corredores con tan buenas sensaciones en la parrilla de salida. Y eso, dicen los expertos, es un asunto a tener en cuenta. «Con tanta competencia el objetivo es conseguir que te presten atención y, para eso, no hay nada mejor que la televisión». Puestos a lograrlo, Yuri Morejón, con una larga trayectoria asesorando a políticos, empresas y deportistas de élite, cree que el actual presidente del Gobierno no está especialmente dotado para lo que se conoce como seducción mediática. Y no porque no tenga su encanto, que lo tendrá, sino porque su ausencia es manifiesta. «Simplemente no está y cuando aparece no da la talla. Una persona que ha sido tres veces candidato, y a la que se le presupone un conocimiento sobrado de las cosas, hace tiempo que debía haber aparcado los discursos preparados». Frente al señor de Pontevedra, incapaz de generar un buen titular por más que se ponga a ello, el esfuerzo de Pedro Sánchez por regalarnos uno cada diez minutos resulta abrumador. «Es quien está más asesorado y posee más telegenia, pero se le nota en exceso cuando quiere impactar porque entonces ofrece una imagen impostada, poco natural». Tampoco Pablo Iglesias roza la excelencia. Según el experto, el de Vallecas resulta vehemente en exceso, incluso sobreactuado. «Si te fijas, en la mayor parte de las imágenes aparece con el ceño fruncido y aunque de un tiempo a esta parte se esfuerza por sonreír, también ese gesto resulta forzado».

El politólogo cree que Albert Rivera es el que mejor comunica, pero que también se le puede pedir más; vamos, que igual que mueve las manos con destreza cuando habla, no olvide que debe mantener el contacto visual con sus interlocutores esa sensación de que no mira a los ojos.... Eso, y un poco de soltura cuando lo que toca es aparcar los temas serios y hablar de los buenos ratos que pasó jugando al waterpolo o lo mucho que echa de menos a su hija Daniela desde que se separó y la niña de sus ojos se quedó a vivir con la madre en La Garriga.

A la greña con los números

«Por no haber, no hay ni afición por la economía»

Nuestros cuatro jinetes tampoco salen muy bien parados cuando hay que abordar asuntos importantes. A pesar de que uno de cada cuatro españoles seguimos considerando que la situación económica es el peor de nuestros problemas, los candidatos no se sienten cómodos a la hora de echar cuentas. «Desde luego, no hay ningún gran economista entre los aspirantes. Ya puestos, diría que, por no haber, ni siquiera hay afición», asegura Ignacio Marco-Gardoqui, exdirector general de La Caixa Banca Privada y columnista de Vocento. Incluido Mariano Rajoy, que tiene en este terreno su mejor baza. Según Gardoqui, la prueba del 9 pasaría por preguntar al resto de los postulantes qué herencia preferirían recibir: la de Zapatero, un hombre en cuyas manos él no habría dejado ni la paga de sus nietos, o la del hombre que lo sustituyó al frente del Gobierno. «También le digo que, en mi opinión, el PP debería mostrar al Gobierno y esconder al partido, porque rápidamente nos vienen a la mente Bárcenas y compañía».

En otra de las esquinas del ring, Pedro Sánchez, que para asombro de propios y extraños acaba de desvelar su antigua afición al break- dance, se esfuerza por diferenciarse del enemigo resucitando recetas que, a juicio de nuestro analista, ya hemos comprobado que son un desastre.

Tampoco puntúa alto el ideario de Podemos: Pablo Iglesias comenzó proponiendo un modelo económico cercano al de Venezuela y de un tiempo a esta parte parece haber aparcado definitivamente la idea. Otra cosa es Rivera. Lo bueno por conocer, dice Marco-Gardoqui, pero con un modelo económico que solo se aleja del de los populares en ligerísimos matices. «Tanto De Guindos como Luis Garicano podrían ser ministros en gobiernos de ambas siglas. El problema es otro. Ciudadanos tiene un equipo bueno, pero pequeño, y para gobernar un país se necesitan unos cuatro mil tíos. La pregunta es: ¿dónde están los cuatro mil de Rivera?».

Cuestión de sex appeal

Del guapo Sánchez al aburrido Rajoy

Poco antes de iniciarse en Francia la última contienda electoral, François Holande adelgazó 15 kilos, cambió de peinado, rebajó el negro de su cabellera y se colocó unas gafas con una montura más fina. Ni siquiera él, empeñado en presentarse ante sus compatriotas como un presidente normal, lejos del glamuroso look Sarkozy, se libró de esa suerte de catarsis estética consciente de que la pinta influye, y mucho. Desde luego, no es un secreto que ser guapo y alto facilita las cosas. Hay estudios que demuestran que a las personas más atractivas les pagan entre un 10% y un 15% más que a las menos agraciadas; que los guapos son el centro de las fiestas y que incluso reciben condenas más leves de los jueces. Dicho esto, nadie cuestiona que los líderes atractivos y con pinta de sanos generan más confianza y eso al PSOE le da alas. Lola Carretero, periodista especializada en moda, confirma que Pedro Sánchez es, en ese sentido, el candidato perfecto. Su 1,90 de estatura y ese cuerpo de deportista acostumbrado a manejar con precisión la muñeca en las canchas de baloncesto, le dan un envidiable aire de chaval pulido. «Ahora lleva el cuello de las camisas en su sitio y, aunque al principio no sabía muy bien cuando debía, o no, llevar corbata, parece que ya lo tiene controlado». Aún así, la experta le aconseja que no abuse de la tijera: ese pelo cortado al dos le endurece.

Albert Rivera, que parece haber aparcado las camisas de florecitas o con filetes negros realmente confusas en un líder político, para centrarse en las blancas o azules, es sin duda quien más ha evolucionado. El hombre al que no le importó desnudarse en 2006 para defender su candidatura a la Generalitat viste conservador con un toque de modernidad. «Está mejorando, pero debería hacerse las chaquetas a medida porque es muy ancho y casi siempre le quedan pequeñas; y lleva corbatas demasiado estrechas, tendría que usar las de pala media». Aún así, una encuesta reciente de la web de ligoteo Meetic acaba de declararlo el más sexy del mercado político.

Un mundo aparte es el de Mariano Rajoy, tan alto como Sánchez y con casi tanta afición al deporte entre sus tesoros, una foto en la que aparece pedaleando junto a Perico Delgado, pero con el peor de los resultados en la famosa encuesta: un 50% de la mujeres aseguran que es un antídoto contra la lujuria. Y es que hay un par de detalles que a Lola Carretero le parecen inexplicables. «¿Cómo se puede llevar un pelo tan negro y una barba tan cana? Es como si se tiñera en casa, porque de otra forma no se entiende. Resulta ridículo». No sabemos si ha sido cosa de Viri, la mujer que conoció en el bar La Luna de Sanxenxo, o del grupo de asesores que pululan por Génova, pero lo cierto es que, desde hace unos días, el presidente luce una cabellera más clara y le han cortado el flequillo. Carretero lamenta que también se empeñe en usar mocasines y olvide que los zapatos de cordones son los apropiados cuando uno no se quita el traje más que para dormir. Eso, y que no haya tenido tiempo de pasar por un buen dentista y regalarse unas fundas.

Pero si hay alguien que sabe de sobra que la imagen es un atajo cognitivo es Pablo Iglesias. Incluso él que compra la ropa en Alcampo y ya ha anunciado que jamás renunciará a la coleta cedió el día que se quitó el piercing que le colgaba de la ceja izquierda para encarar la campaña de las europeas. En cualquier caso, al profesor de Políticas de la Complutense nadie puede reprocharle que su imagen, su discurso y lo que representa no naveguen en perfecta sintonía. «Ese aire antisistema es incuestionable y, aunque debería aprender que no siempre se puede ir con una camisa de cuadros por fuera, y no le vendría nada mal arreglarse un poco el pelo, es evidente que hay armonía entre lo que dice ser y lo que aparenta».

Retóricas del bla, bla, bla

Oriental y joseantoniana

Es posible que la culpa la tengan los días que el actual presidente pasó chapando para hacerse con una plaza de registrador de la propiedad con 23 años. La verdad es que Rajoy sigue con ese hablar entre dientes, casi de carrerilla, que sus asesores llevan tiempo empeñados en enmendar y los semiólogos critican sin piedad. Jorge Lozano no se anda con paños calientes. El catedrático de la Universidad Complutense opina que es difícil aceptar a un líder que no explica las cosas ni contesta a las preguntas. «No ha dejado de ser un registrador. Cuando habla no dice nada, de manera que su oratoria está exenta de análisis. La suya es, claramente, una estrategia oriental».

Al profesor le parece que tampoco Pedro Sánchez está especialmente bien dotado para el arte de hablar con elocuencia. «Que tenga que sonreír todo el rato, ir de guapo y sentarse en el sofá de Bertín Osborne resulta sorprendente. Su retórica está basada en la simpatía y en la visibilidad». Albert Rivera, en cambio, posee una enorme habilidad para construir un discurso dirigido a la derecha más razonable, alejada de la más rancia y casposa, y hacerse de paso con los votos de los desengañados del PSOE. «Es el hombre sensato, el buen hijo con una retórica del seny; del buen sentido, la corrección y el orden, que dicen los catalanes, dispuesto a demostrar que ni España ni Cataluña tienen ya nada que ver con la Escopeta Nacional».

Jorge Lozano opina que Iglesias, forofo confeso de Juego de Tronos, ha sido el acicate, pero también que Podemos «es un grupo de una arrogancia sin límites, revival del falangismo, con una retórica joseantoniana, muy social, revolucionaria y unos mensajes muy claros y bien articulados», pero que siempre comete el error de contestar a cualquier pregunta con lo que quiere decir... o no, que diría Rajoy.

Jugar fuera de casa

«No se vislumbra a ningún buen estadista»

Con la locura yihadista llamando a la puerta de la campaña a golpe de atentados, las relaciones internacionales se hacen un hueco en el debate electoral sin que nuestros líderes hayan demostrado demasiadas habilidades al respecto, lamenta Isidro Sepúlveda, profesor de Historia Contemporánea en la UNED y experto en geopolítica. A pesar de que el número de muertos a causa del terrorismo aumentó un 80% entre 2013 y 2014 32.658 en ese último año, a ninguno de los cuatro se les ve bien posicionados cuando de lo que se trata es de fortalecer lazos y cerrar alianzas fuera de la patria. «Ni siquiera Rajoy, que es el único que tiene algo de experiencia, ha demostrado sentirse cómodo en ese ámbito. Cuando le toca decir algo, se aprende lo que le prepara su equipo y punto. Desde luego, entre los candidatos no se vislumbra a un buen estadista».

Si Rajoy peca de falta de soltura, Sánchez tampoco ha aprovechado hasta ahora los contactos que pueden facilitarle en su partido, que son muchos teniendo en cuenta que uno de sus padrinos políticos se llama Felipe González. «Tiene equipo, pero no agenda internacional propia. Ni siquiera con los grandes líderes mundiales socialistas; pero también es cierto que podrá hacerla si es necesario». Y si el líder del PSOE no tiene agenda, qué decir del catalán Rivera que, según Sepúlveda, el extranjero comienza a la altura de Zaragoza. «Y no porque no le interese, que seguro que sí, sino porque es difícil para una formación tan nueva que carece de homólogos fuera y que no puede sentarse a la mesa de ninguna internacional». Ni siquiera Iglesias, el que tiene la preparación intelectual y la noción más completa y rigurosa de la política internacional, se encuentra en la mejor posición.

Cuestión de medida

Entre jugarse la vida y ganar al futbolín

En la sede de Ciudadanos, animados por unas encuestas que les dan el 20% de los votos y casi setenta escaños, presumen que con su cabeza de cartel no tienen techo electoral. Rivera, una suerte de Leo Messi en un partido que nació en 2006, pero cuyo lanzamiento nacional tiene poco más de dos años de vida, lleva sobre sus hombros buena parte del peso en esta guerra: si el jefe está cansado, si falla, todo el equipo se resiente. «Es posible que se esté exponiendo demasiado, pero es que es él quien representa a la perfección esa idea del cambio sin riesgo; de modernidad aderezada con una buena dosis de sentido común», asegura el consultor en comunicación política e institucional Pau Canaleta.

A su izquierda, Pablo Iglesias, que ha centrado su discurso en la crisis y la corrupción, es consciente de que su momento álgido ha pasado y tiene que esforzarse para llegar a los votantes despolitizados. Y si cada uno juega las bazas a su alcance, las de Pedro Sánchez son incontestables. El exalero del Estudiantes explota lo que muchos consideran una combinación perfecta: la imagen del hombre nuevo, sin malos rollos ni sospechas de asuntos turbios a sus espaldas, arropada por la fortísima marca PSOE. Pero, aún así, al economista madrileño le preocupa demasiado su imagen: «Muchas veces comunica sin tener detrás un buen mensaje y eso puede ser perverso». Rajoy, que va por libre, se ha subido a última hora al tren de l tele por necesidad y parece que ha comprendido que los baños en el río Umia o los paseos al aire libre no son solo para el verano. Eso sí, sin sobresaltos. Mientras unos se cuelgan de un molino o dan vueltas de campana en mitad de un rally, él, al menos de momento, a lo más que ha llegado es a ganar una partida al futbolín.

Por cierto, para que no se les vaya la olla siempre estarán ahí la discreta Viri, la entregada Begoña y la desconocida Beatriz, «que les dan estabilidad y les ayudan a seguir con los pies en la tierra». Pablo Iglesias, al que ahora no se le conoce pareja, recomienda el sexo sin límites para erotizar una campaña que sigue siendo solo cosa de hombres.

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