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Antetokounmpo saluda a varios aficionados en Grecia. Reuters
Los inmigrantes de Grecia se miran en el espejo de Antetokounmpo

Los inmigrantes de Grecia se miran en el espejo de Antetokounmpo

Recién nombrado jugador más valioso de la NBA, este hijo de nigerianos pasó hambre durante su infancia en Atenas

Darío Menor

Enviado especial a Atenas (Grecia)

Jueves, 4 de julio 2019, 20:56

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Es media tarde y el termómetro marca 35 grados en Atenas, pero a Aldi Mourati y a los otros adolescentes de su grupo de amigos el calor no les quita las ganas de jugar al baloncesto. Lo hacen en la cancha de Tritonas, un espacio al aire libre situado en Sepolia, un barrio popular de la zona noroeste de la capital griega. Sobre la pista hay pintado un gigantesco mural de Giannis Antetokounmpo, el 'hijo predilecto' de Sepolia que la semana pasada fue nombrado jugador más valioso de la NBA por su gran temporada en las filas de los Milwaukee Bucks. Nacido en Atenas en una familia de nigerianos muy humildes, Antetokounmpo es el mejor símbolo de la inmigración en el país heleno. Ha pasado en pocos años de tener que ayudar a sus padres vendiendo por las calles relojes y gafas de sol a firmar un contrato de cuatro años de duración por valor de 100 millones de dólares. Esta estrella del baloncesto defiende hoy con orgullo los colores de la selección helénica, aunque tuvo que esperar hasta los 18 años para conseguir la nacionalidad.

«Es nuestro ídolo. El ejemplo de Giannis muestra que con trabajo duro todo es posible», cuenta Aldi en un descanso del partidillo con sus amigos. «A mí de pequeño me daba un poco de miedo porque lo veía como un gigante, pero luego le conocí y vi que era un gran tipo. Yo le llevaba el agua», dice orgulloso este chaval que a sus 15 años ya supera los 180 centímetros de altura y que sueña con jugar algún día en el Real Madrid. «Giannis es griego aunque su familia sea de otro país. A mí me pasa igual. Mis padres son albaneses pero yo me siento griego». No todo el mundo piensa así en Sepolia, un barrio donde la formación neonazi Amanecer Dorado tiene una fuerte implantación. En las elecciones legislativas que se celebran el domingo sus perspectivas se han reducido respecto a comicios anteriores y no llegaría al 4%, según las encuestas. La victoria sería para Kyriakos Mitsotakis, candidato de Nueva Democracia (centro derecha), quien superaría ampliamente a la coalición izquierdista Syriza liderada por el primer ministro saliente, Alexis Tsipras.

«Antetokounmpo es el número uno y un modelo para todos los griegos, aunque haya algunos a los que no les guste porque sea negro», dice Giannis Tzikas mientras prepara un café en su bar, situado frente a la cancha de baloncesto de Tritonas. Las paredes del local están decoradas con fotos, dibujos y portadas de revistas con la imagen de la estrella de los Milwaukee Bucks. Tzikas le conoce bien, pues le invitaba a bocadillos y batidos cuando era un chaval y pasaba hambre por las penurias económicas de su familia. «Sus hermanos y él siempre han sido muy buena gente. Vuelven todos los años a Sepolia». Por las calles del barrio puede verse a numerosos vecinos provenientes de África o de Oriente Medio. Es una estampa habitual en Grecia desde que en 2015 y 2016 entraron desde Turquía más de un millón de inmigrantes y refugiados en su camino hacia las naciones ricas de Europa.

El cierre de la ruta balcánica en marzo de 2016 obligó a muchas de estas personas a quedarse en Grecia. Una de ellas es Christ Wamba. Este congoleño de 18 años llegó a Turquía con 15 años porque quería escapar de la pobreza y soñaba con convertirse en jugador de baloncesto en Europa. «Fue muy duro porque estaba solo y no conocía a nadie, pero conseguí subirme a un barco con rumbo a Grecia. Nos rescataron y me metieron durante un año en el campamento de Moria en la isla de Lesbos. De allí pasé a Tesalónica, donde por fin pude apuntarme a una escuela de baloncesto». Con sus 202 centímetros de altura y las ganas que le echaba, Wamba no tardó en llamar la atención de un ojeador y ahora se entrena con el Aris, uno de los mejores equipos de la liga griega. «Antetokounmpo es mi modelo. Cuando me desespero porque no me llegan los papeles para poder jugar, me acuerdo de lo mal que lo pasó él y de dónde está ahora», dice Wamba con una madurez y determinación impropias de su edad. «Mi sueño es triunfar en la primera división griega. Si me llegan de una vez los papeles y me dejan jugar, estoy seguro de que sólo duraré un año, pues en la temporada siguiente estaré en la NBA. Después de todo lo que he pasado, no voy a desperdiciar una oportunidad».

Wamba prefiere no opinar sobre qué significaría para los inmigrantes la victoria de Mitsotakis, pero para Prince Success, nigeriano de 32 años que lleva dos en el país heleno, es un motivo de preocupación. «Tenemos miedo porque la situación puede empeorar para nosotros. Tsipras ha sido generoso con los extranjeros y ojalá repita como primer ministro, porque aquí la derecha es racista. Que se lo digan a Antetokounmpo. Ahora que es rico y famoso la gente dice orgullosa que es hijo de Grecia, pero cuando su familia era pobre no tenían papeles ni trabajo y vivían humillados».

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