Paula Gil | Presidenta de Médicos Sin Fronteras España
«La situación humanitaria en Gaza no ha mejorado nada tras la tregua»La falta de acceso a bienes básicos y los combates entre bandas rivales impiden el regreso a la normalidad en una Franja devastada
Paula Gil dibuja un escenario global descorazonador. No solo por los conflictos bélicos que desangran al mundo, sobre todo en el continente africano, sino porque ... cada vez hay menos recursos para asistir a la población civil que sufre la peor parte. La presidenta de Médicos Sin Fronteras España lamenta profundamente que se esté produciendo el «colapso de todo el sistema humanitario» en uno de los momentos en los que más falta hace.
Y Gil señala directamente a Donald Trump como uno de los principales culpables de que cada vez haya menos organizaciones humanitarias trabajando en zonas de conflicto. Porque el desmantelamiento de USAID ha dejado sin fondos a multitud de programas: desde los de distribución de ayuda humanitaria, hasta la vigilancia epidemiológica.
Además, el presidente estadounidense ha impulsado una narrativa antihumanitaria que vilifica a las ONG, a las que se acusa de corrupción y de estar en connivencia con grupos armados como Hamás. «Una decisión de Trump de recortar el presupuesto supone una sentencia de muerte para miles de personas», lamenta. Y, desafortunadamente, ese adelgazamiento de la ayuda se extiende también por Europa, donde «ya se dedican más recursos a Defensa y armamento mientras se reducen los de cooperación».
En la única nota optimista de su conversación con este diario, Gil subraya que, a pesar de todo, «la solidaridad de la gente se mantiene» y, como MSF es una organización independiente, eso le permite seguir presente en las zonas más peligrosas del planeta.
– ¿Cuál es la situación de Gaza ahora que el plan de Trump se está materializando?
– Pues la situación humanitaria no ha mejorado nada desde el alto el fuego, que es muy débil y se rompe a menudo con bombardeos. La semana pasada, sin ir más lejos, recibimos un flujo masivo de heridos en diferentes hospitales de la Franja. Además, cada día solo entran unos 300 camiones de ayuda, cuando el mínimo, y lo que se había acordado, eran 600. Por si fuese poco, son saqueados por los diferentes grupos armados que siguen operando allí y la comida acaba en mercados donde alcanza precios exorbitantes que solo unos pocos pueden permitirse.
«En Sudán no sabemos cuánta gente está muriendo, pero es una barbarie de magnitud escalofriante»
– ¿De quién es la culpa de esto que cuenta?
– La culpa de que se haya destruido toda la sociedad gazatí y se produzca el caos que vemos hoy es de que se haya llevado a dos millones de personas asediadas al extremo actual de pobreza y destrucción. Si a un lugar sitiado no se envía comida suficiente, combustible o medicamentos, y si dentro hay bandas de personas armadas que circulan libremente porque no hay policía ni un sistema de control, pues es muy fácil que acabe siendo una anarquía. Pasaría en cualquier lugar del mundo al que se lleve a esa situación extrema. Y ahora tememos por Cisjordania, que es una bomba de relojería sobre la que está creciendo la presión.
– En Sudán se está librando una guerra aún más cruenta que la de Gaza y, sin embargo, no parece que la comunidad internacional actúe.
– La clave está en los intereses económicos y en los actores involucrados. En Gaza tenemos a Estados Unidos e Israel, mientras que Sudán parece que nos queda muy lejos y por eso nos cuesta más empatizar con su población. Pero las atrocidades que se están cometiendo en la ciudad de El Fasher deberían ser portada de todos los periódicos.
– Ustedes están allí. ¿Qué está pasando?
– No sabemos cuánta gente está muriendo, pero sí que se ha destruido entre el 70% y el 80% de la infraestructura sanitaria, que llegan adultos desnutridos –muestra de una situación desesperada–, que la violencia sexual se ha convertido en una epidemia, y que no es una guerra con machetes sino con todas las armas modernas de la guerra. Hay ya 13 millones de desplazados en condiciones deplorables. Es una barbarie de una magnitud escalofriante en un país estratégico por muchas razones pero, efectivamente, nadie hace nada para evitarla.
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