Los rehenes asesinados en Gaza: un joven que se jugó la vida por ayudar, una yogui que enseñó a meditar a otros secuestrados...

El más joven de ellos, Hersh Goldberg-Polin, era un ciudadano estadounidense que también contaba con la nacionalidad israelí. Fue capturado en el festival de música. Nacido en California, se mudó a Israel en la etapa de primaria. Su madre, Rachel Goldberg-Polin, participó en la Convención Nacional Demócrata, en la que describió a Hersh como una persona «alegre, respetuosa, curiosa y de buen humor».

Una de sus pasiones era el fútbol, pero no al americano. Uno de sus sueños era viajar por todo el mundo, ya que «estaba obsesionado con la geografía y por los viajes», contaba su madre. Además, era «un loco de la música y de los festivales». Su familia ha sido una de las que más ha luchado por la vida de los rehenes, incluso visitando al Papa Francisco.

El presidente Biden también se ha sumado a la condolencias, manifestando la muerte como «trágica y reprobable». Durante el ataque de Hamás, Hersh se habría escondido en un refugio antiaéreo con otras personas, pero fue rodeado por militares. Lo capturaron, y Hamás divulgó un vídeo en el que subían a Hersh a una camioneta sin parte de su brazo izquierdo, que terminó amputado.

Su pareja define a Ori como «un luchador y un héroe». Y es que él también se encontraba en el festival de música junto a un amigo en el momento del ataque. Se separaron para huir cada uno a su propio coche pero Danino decidió regresar para ayudar a escapar al resto. Recogió a tres personas y ya no se supo más de ellos.

Según el foro de Rehenes y Familias Desaparecidas, ella era «una joven vibrante con muchos amigos y aficiones», a la que le fascinaba pasar los días de verano en la playa. Además, estaba estudiando para ser profesora de pilates.

Su familia también se volcó cuando supieron de que había sido secuestrada. Sus hermanas encendieron velas en Nueva York, frente a la tumba de un importante líder espiritual del judaísmo, y otros familiares también viajaron a París y Washington para presionar por la liberación de los rehenes. Eden se encontraba en el festival, donde pudo llamar a su madre tres horas antes de que se apagara el teléfono. Durante el ataque, se escondió en los coches, rodeada de los cadáveres de sus amigos. Consiguió escapar al bosque, pero terminaron encontrándola y convirtiéndola en rehén.

«Una persona intelectual con sólido razonamiento y una extraordinaria capacidad para cautivar a todo aquel que encuentra». Así describieron desde el foro de rehenes a este hombre de 27 años que asistió al festival junto con su novia Shachar. Los terroristas atacaron, hiriendo gravemente a su novia. En vez de escapar, Almog se quedó ayudándola, aunque finalmente no logro sobrevivir. Según el foro, era de Ra'anana, una ciudad al norte de Tel Aviv. De él dicen que «le encantaba viajar por Israel junto a su guitarra en su Jeep».

Un ciudadano ruso-israelí que era padre de dos niños pequeños. Conocido por el mote 'Alex', vivía en el sur de Israel, en la ciudad de Ashkelon. Trabajaba como el encargado de un bar en el festival cuando sucedieron los hechos. Según algunos testigos, habría asistido y ayudado a evacuar a los heridos durante el ataque. Finalmente, fue capturado. Su hijo pequeño nació durante su cautiverio, hace cinco meses.

Carmel Gat era la única que no se encontraba en el festival. De nacionalidad israelí y con residencia en Tel Aviv, se encontraba en la comuna de Be'eri, junto a sus padres. Su madre, Kinneret, no sobrevivió a los atentados.

Según el periódico israelí Haaretz, sus amigos más cercanos habían estado celebrando una clase semanal de yoga en su honor. Carmel trabajaba como terapeuta: «Estaba llena de compasión y amor, y siempre encontraba formas de apoyar y ayudar a los demás», escribió el foro en un post en Twitter. «Le encantaban los viajes en solitario, conocer gente nueva, los conciertos de música rock en directo, y su grupo favorito era Radiohead». Otros rehenes liberados la describieron como su «ángel guardián» que les había enseñado a meditar para afrontar el duro cautiverio de una manera más positiva.