La persecución, el exilio y la división interna desangran a la oposición rusa
Apenas quedan voces críticas dentro del país y el bloqueo informativo de medios y redes impide además que los mensajes de los disidentes huidos al extranjero lleguen a sus compatriotas
Desde que empezó la guerra en Ucrania, hace casi cuatro años, la presión contra toda voz disidente no ha parado de crecer en Rusia. Tal ... es la persecución, que la inmensa mayoría de los principales opositores a Vladímir Putin vive hoy en el extranjero, algunos de ellos tras su paso por prisión y otros con condenas aún pendientes en el país euroasiático. Los medios y las ONGs que crearon para plantar batalla al Kremlin figuran ahora en las listas de organizaciones extremistas, indeseables o de agentes extranjeros. Incluso sus propios fundadores y miembros destacados cargan con alguna o varias de esas etiquetas a título individual que les desprestigian y les impide recabar apoyo para su causa.
El nombre más importante entre los críticos con Moscú es el de la viuda de Alexéi Navalni, Yulia Navalnaya. El legado de su marido -el opositor con más eco en el exterior de los últimos años- es una carga pesada que ha aceptado sin miedo, como demuestran su acusación directa a Putin por la muerte de su esposo y su constante llamamiento a sus compatriotas para que compartan su «furia contra aquellos que asesinaron el futuro de Rusia». Fondo Anticorrupción, la organización que impulsó el disidente fallecido, se encuentra hoy proscrita por las autoridades y uno de sus integrantes más veteranos, Iván Zhdanov, fue apartado tras las denuncias públicas sobre las tensiones internas. Él mismo señaló tras su salida a Leonid Volkov y María Pevchij como culpables de su cese.
El magnate Mijáil Jodorkovski destaca también entre quienes arremeten contra el Kremlin. Fue el oligarca más poderoso y rico de Rusia antes de acabar entre rejas -estuvo una década encarcelado- cuando quiso plantarle cara a Putin. En 2013 salió libre bajo la condición de que nunca regresara al país. Desde el exilio mantiene su pulso a Moscú a través de su ONG, Open Russia, que buscaba fomentar la democracia y que está catalogada por las autoridades como «organización indeseable», lo que implica la prohibición de todas sus actividades en territorio ruso.
El Kremlin tiene en su lista de enemigos al antiguo oligarca Mijaíl Jodorkovski y al popular ajedrecista Garry Kasparov
En una situación similar se halla el ajedrecista Garry Kasparov, quien critica desde hace años y sin ningún tapujo a Putin. Contrario a la anexión de Crimea, antes de abandonar Rusia trató de presentarse a las elecciones presidenciales de 2008, pero desistió en vista de los requisitos que se impone a los aspirantes, difíciles de cumplir sin apoyo del Estado. Y se exilió en Estados Unidos. Su organización, Foro Ruso Libre, figura igualmente en la larga lista de entes indeseables y propio Kasparov está considerado «agente extranjero». La Justicia rusa dictó el año pasado una orden de arresto contra él por crear y dirigir un «grupo terrorista».
Miedo a los espías
La división interna que lastra asimismo a la disidencia rusa no impide, sin embargo, que sus dos grandes objetivos sean comunes: poner fin al mandato de Putin -que llegó al poder en 1999 y puede ejercer hasta 2036- y acabar con la guerra de Ucrania. Los diferentes nombres y grupos que tratan de convertirse en una alternativa al actual presidente comparten también un miedo: el espionaje. Oleg Ignatov, analista del 'think tank' International Crisis Group, comenta a este medio que «las sospechas de que alguien trabaja para los servicios secretos rusos suelen surgir entre los activistas». El experto duda de que los opositores estén «sorprendidos» de contar con infiltrados en sus filas, ya que es un temor extendido.
In October, videos of the street band Stoptime performing songs by exiled Russian musicians in Saint Petersburg went viral. Crowds joined in singing lyrics critical of the authorities, human rights violations and the war against Ukraine. They have since been arrested 3 times.… pic.twitter.com/DEngZroiYh
— Amnesty International (@amnesty) November 11, 2025
Putin ha callado prácticamente a las voces disidentes dentro de las fronteras rusas. No pueden protagonizar actos políticos y, además, encuentran serias dificultades para transmitir su mensaje a través de medios independientes o extranjeros y las redes sociales debido al bloqueo informativo. La actividad opositora con más voz en la actualidad en el país es, curiosamente, la de una banda musical, Stoptime, que ofrece conciertos callejeros contra el régimen. El grupo está compuesto por varios jóvenes de San Petersburgo que interpretan canciones de artistas prohibidos en Rusia y cuyas letras critican al presidente e incitan a du derrocamiento. Sus integrantes han sido detenidos en tres ocasiones, la última hace poco más de un mes. El Kremlin, por ahora, no les ha colgado ninguna etiqueta oficialmente.
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