Hollande ratifica la oposición frontal de los socialistas al Gobierno de Barnier

Tras cincuenta días de interinidad gubernamental –todo un récord en Francia-, el presidente, Emmanuel Macron, nombró el jueves al exnegociador europeo del Brexit como responsable del Ejecutivo. La designación de un histórico dirigente de la derecha tradicional de Los Republicanos (LR) indignó a los distintos partidos del Frente Popular, compuesto por la Francia Insumisa (afines a Sumar o Podemos), el PS, los verdes y los comunistas.

Por un lado, Barnier se encuentra muy alejado ideológicamente de esa alianza progresista, que venció por la mínima las elecciones legislativas del 7 de julio con 193 diputados (de un total de 577). El flamante 'premier' milita desde la adolescencia en un partido que quedó cuarto y apenas obtuvo 47 escaños.

«Macron no actuó como tendría que haberlo hecho en una democracia parlamentaria. No le tocaba a él participar en los conciliábulos con los otros partidos», criticó Hollande. El mandatario socialista considera que su sucesor en el Elíseo debería haber hecho una elección más formal, es decir, nombrar a un dirigente del NFP y dejar que fuera la Asamblea que decidiera sobre su continuidad o censura.

Hollande criticó, asimismo, que el jefe del Estado se asegurara de que la ultraderechista Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) no censuraría de manera inmediata al primer ministro. «Fue Marine Le Pen quien dio el visto bueno al nombramiento de Barnier», dijo el expresidente. En Francia, el voto de investidura no es obligatorio. La estabilidad del Ejecutivo ante una muy fragmentada Asamblea Nacional dependerá de las mociones de censura, en que podrían producirse alianzas contra natura entre la izquierda y la extrema derecha.

Tras unas elecciones marcadas por el cordón sanitario de la mayoría de los votantes a la extrema derecha, Macron dio las llaves del Gobierno a un dirigente de LR, el partido que mantuvo una posición más ambigua respecto a ese «frente republicano». Esa decisión empujó la izquierda a una oposición frontal y dejó a Le Pen en una cómoda posición de árbitro. Desde entonces, el RN se regodea en su ambigüedad respecto al 'premier'. «Barnier es un recurso provisional», dijo el domingo la líder de la extrema derecha. Durante su acto de rentrée en su feudo septentrional de Hénin-Beaumont, advirtió de que pulsará el botón rojo de la censura «si los franceses vuelven a ser olvidados y maltratados».

Los macronistas responsabilizan al centro-izquierda de este escenario envenenado al no querer formar un Gobierno con ellos y la derecha republicana. Esa opción, sin embargo, no interesa a los socialistas ni los verdes, porque serían minoritarios en esa «gran coalición» y probablemente deberían respaldar políticas impopulares entre sus votantes.

Por consiguiente, las distintas corrientes del PS, pese a sus fuertes divisiones y que su próximo congreso el año que viene se presenta acalorado, coinciden en una oposición frontal a Barnier. Aunque el primer ministro quiere incorporar a algunos dirigentes de centro-izquierda en su equipo gubernamental, le costará encontrarlos. Hasta finales de esta semana o la que viene no está previsto que se conozcan los primeros nombres de los ministros.