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El hasta ahora fiscal general del estado de Nueva York, Eric Schneiderman. Reuters
La estrella del #MeToo maltrataba a sus novias

La estrella del #MeToo maltrataba a sus novias

Presenta la renuncia tan sólo unas horas después de que cuatro mujeres aseguraran a la revista New Yorker que Schneiderman abusó de ellas

Mercedes Gallego

Corresponsal en Nueva York

Martes, 8 de mayo 2018

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Como fiscal general, Eric Schneiderman era un adalid de las mujeres, condecorado por luchar por el derecho «a controlar su cuerpo» y admirado por llevar a juicio al productor Harvey Weinstein. En privado, les pegaba y las amenazaba con matarlas si se atrevían a dejarlo.

Apenas el mes pasado felicitaba públicamente a «las valientes mujeres que denunciaron el abuso sexual que sufrieron a manos de hombres poderosos». A él le llegó el turno el lunes, cuando la revista New Yorker publicó el relato de cuatro mujeres que mantuvieron con él relaciones abusivas. Azote de Trump, al que demandó por su fraudulenta Universidad, la carrera de esta estrella del Partido Demócrata parecía fulgurante hasta ese momento. A las tres horas dimitió, y no porque admita la veracidad de las acusaciones sino porque defenderse de ellas «me impedirá liderar el trabajo de esta oficina en un momento crítico», justifica.

Los cargos son serios. Nicole Kidman, en el papel de Celeste Wright, lo hubiera entendido sin pestañear. Puede que en la galardonada serie de Big Litttle Lies los malos tratos físicos y psicológicos que sufre la protagonista empezaran como los «juegos de rol» eróticos en los que se escudaba ayer el fiscal, pero a Manning Barish, ex novia y amiga del escritor Salman Rushdi, no le pareció ningún juego. «¿Estás loco?», le preguntó entre lágrimas. El guantazo le dejó el oído dolorido y timbrando durante meses. Cuando al fin acudió a un especialista se le extrajo un coagulo de sangre seca. Le había roto el tímpano. Tanya Selvaratnam y otras dos mujeres que han preferido hablar desde el anonimato por su prominencia social comparten idénticas historias con visitas médicas, trato denigrante que minó su autoconfianza, amenazas y agresiones que se extendían mucho más allá de la cama. «Su hipocresía es épica», declaró Barish, que venció el miedo y la vergüenza al ver cómo se subía al carro del #MeToo.

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