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Ted Cruz, senador republicano.
El Tea Party se lame las heridas

El Tea Party se lame las heridas

Las primarias republicanas del pasado martes propinaron un duro varapalo a los candidatos del ala más radical del Partido Republicano, que vira hacia apuestas más moderadas de cara a las cruciales elecciones de mitad de mandato

Óscar Bellot

Sábado, 24 de mayo 2014, 07:51

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Golpeado duramente por los electores republicanos en la ronda de primarias celebrada este martes en seis estados, el Tea Party se lame ahora las heridas. Los candidatos moderados doblegaron a los aspirantes más radicales en todos los teatros de batalla, sumiendo al movimiento que había empujado al Partido Republicano hacia las posiciones más extremistas de cuantas se recuerdan desde que en 1964 fiase su suerte al senador Barry Goldwater en una profunda crisis cuyos efectos se dejarán sentir en las cruciales elecciones de noviembre.

La más significativa de las victorias se la anotaron los moderados en Kentucky, donde el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, se impuso a Matt Bevin, un empresario respaldado por los ultraconservadores que aspiraba a arrebatarle la plaza en uno de los lugares donde más enconada se presenta la batalla de cara a los comicios de los que dependerá el margen de maniobra con que contará el presidente Barack Obama para sacar adelante su agenda en los dos últimos años de su mandato. McConnell desempeñó un papel clave en las negociaciones entre republicanos y demócratas que permitieron elevar el tope de deuda, evitando 'in extremis' que la principal potencia económica del mundo se viese abocada a la suspensión de pagos. Su actitud responsable permitió respirar a Obama y desencadenó la cólera de algunas de las estrellas del Tea Party como el senador texano Ted Cruz, quien calificó la prórroga del límite de endeudamiento de "irresponsable" y cargó duramente contra los correligionarios que permitieron semejante 'afrenta'.

El debilitamiento de McConnell a causa de los ataques del sector más radical de su partido es precisamente la baza que pretenden jugar los demócratas en un intento de salvaguardar la mayoría de que actualmente disponen en la Cámara Alta. Para ello contarán con Alison Lundergan Grimes, actual secretaria de Estado de Kentucky y que ha podido concentrar todos sus recursos contra su adversario al carecer de rivales en la carrera por la candidatura demócrata. La tierra que vio nacer a Abraham Lincoln es prácticamente la única, junto a la sureña Georgia, que el partido del elefante podría ceder al del burro -en noviembre se renueva un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes, y el resto de los escaños senatoriales que detentan los republicanos parecen seguros-, por lo que ambas formaciones se volcarán en ellas.

La misma suerte que Matt Bevin corrió Karen Handel, secretaria de estado de Georgia a la que el apoyo prestado por Sarah Palin, excandidata a la vicepresidencia y emblema del Tea Party, no le sirvió para pasar del tercer lugar en las primarias republicanas de Georgia. David Perdue y Jack Kingston, defensores de postulados más moderados, se jugarán en julio la candidatura republicana con el objetivo de que, quien gane, sea capaz de batir en noviembre a la demócrata Michelle Nunn, hija de Sam Nunn, quien sirvió como senador durante dos décadas y media y cuya experiencia en temas de política exterior y desarme le convirtieron en potencial compañero de ticket electoral tanto de John Kerry en 2004 como de Barack Obama en 2008.

El desplome del Tea Party alcanzó igualmente a los estados de Idaho, donde Mike Simpson, representante por el segundo distrito, doblegó a Bryan Smith, y Oregon, Jason Conger cedió ante el empuje de la más centrista Monica Wehby. Apenas les quedó como consuelo a los ultraconservadores la derrota en Pensilvania de Marjorie Margolies, suegra de Chelsea Clinton y en cuyo apoyo habían salido los padres de ésta.

¿Retroceso o principio del ocaso?

Lo que resta ahora por ver es si lo ocurrido el martes no es más que un retroceso temporal o representa el inicio del ocaso de un movimiento que había convertido en rehenes suyos a quienes dentro del Partido Republicano preconizaban la necesidad de hallar puntos de consenso con los demócratas, incluso con el denostado Obama. La pregunta resulta capital de cara a las presidenciales de 2016, cuya carrera arrancará casi desde el mismo momento en que cierren las urnas de las legislativas de noviembre.

Hasta el momento, la nómina de potenciales candidatos republicanos incluía en destacado lugar a tres políticos próximos en mayor o menor grado al Tea Party: Marco Rubio, Ted Cruz y Paul Ryan. El primero, descendiente de cubanos, podría reconquistar para el 'Grand Old Party' parte del decisivo voto latino, sin el cual es cada vez más difícil auparse a la Casa Blanca. Pero para ello deberá convencer a los ultraconservadores, sus principales valedores hasta el momento, de la necesidad de moderar sus posiciones en materia de política migratoria. Ryan, por su parte, brilló en los tiempos de crisis con sus propuestas de austeridad, las cuales le valieron para ser escogido por Mitt Romney como compañero de fórmula en las presidenciales de 2012. Pero su estrella parece haber declinado. Y Cruz ha hecho bandera de la oposición a ultranza de cuanta iniciativa emanaba del Despacho Oval. Es el más extremista de los tres y sus postulados siguen calando en Texas, pero también es quien peor lo tiene para mudar de rostro en caso de que se confirme la tendencia al retroceso del Tea Party.

Una caída en desgracia del Tea Party abriría las puertas de la candidatura presidencial a figuras más moderadas dentro del Partido Republicano como Jeb Bush, exgobernador de Florida y hermano e hijo de sendos expresidentes; Chris Christie, gobernador de Nueva Jersey que le hizo un favor a Obama cuando elogió, días antes de los comicios de 2012, su gestión de la tormenta 'Sandy' que dejó un escenario de muestre y destrucción a su paso por el estado; Tim Pawlenty, gobernador de Minesota; o Bobby Jindal, gobernador de Luisiana. En esto, como en casi todas las cosas, el tiempo dictará sentencia.

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