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Baltazar Porras. Darío Menor
Baltazar Porras, cardenal: «El sistema de Venezuela no da más de sí, su único Dios es el poder y no la gente»
Entrevista

Baltazar Porras, cardenal: «El sistema de Venezuela no da más de sí, su único Dios es el poder y no la gente»

«Cada vez que uno ve a un policía dan ganas de salir corriendo porque no viene a defenderte sino a darte palos», lamenta

Darío Menor

Enviado especial a Ciudad de Panamá

Viernes, 25 de enero 2019, 21:43

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El cardenal Baltazar Porras, arzobispo de Mérida y administrador apostólico de Caracas, encabeza la delegación venezolana que participa en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que preside hasta el domingo el Papa en Panamá. Hombre muy cercano a Jorge Mario Bergoglio, Porras espera que el «confuso» escenario en que ha entrado la crisis política en su país con la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente interino derive en el fin de un régimen «para el que lo único importante es el poder y no la gente».

- ¿Ha podido ya hablar con Francisco estos días?

No he tenido aún la oportunidad, pero el episcopado mantiene una conexión directa desde Caracas con el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, y con monseñor Edgar Peña, sustituto de la Secretaría de Estado. Nos manifiestan la preocupación y el seguimiento del Santo Padre con la situación de Venezuela. En la última visita 'ad limina' que hicimos los obispos a Roma, el Papa nos insistió en que estaba con nosotros y de acuerdo con lo que hacíamos. Nuestra voz es su voz. Estamos ante una situación confusa, pero que responde a lo que el episcopado repite: estamos ante un régimen para el que lo único importante es el poder y no lo gente.

- ¿Qué diferencia la actual revuelta contra el Gobierno de Nicolás Maduro de otras protestas anteriores?

Antes se achacaba que las manifestaciones eran de la clase media, pero ahora los barrios populares se están sumando. Hay falta de comida, alimento, atención y seguridad jurídica. No hay ley, sólo la interpretación que en cada momento hace la autoridad de turno. La emigración masiva ha roto además los lazos afectivos. Los que quedamos y los que están fuera estamos huérfanos de afectos. Por eso hay tanta depresión y ha aumentado el número de suicidios. Los abuelos antes tenían el calor de sus nietos, hijos y amigos, pero se han quedado solos. Se han roto los valores fundamentales de la convivencia.

- La Santa Sede publicó el jueves un comunicado en el que no respalda explícitamente a Guaidó y aboga por «apoyar todos los esfuerzos que permitan ahorrar ulterior sufrimiento a la población». ¿Cómo debe entenderse esta postura?

La Santa Sede llama a la defensa de la vida y de los derechos humanos. ¿En qué sentido? No se trata de una simple negociación o diálogo, pues sería casi un insulto después de lo ocurrido a lo largo de estos años. No se trata de cambios, no hace falta cosmética. Aquí lo que hay es un sistema que no da más de sí, que por su fanatismo ideológico no ve otra cosa que su único Dios, el poder. Las últimas manifestaciones muestran que hay una gran hambre de libertad, de poder vivir serenamente. Cada vez que uno ve a un policía o a un guardia dan ganas de salir corriendo porque no viene a defenderte, sino a darte palos.

- Usted animó a sus sacerdotes a participar en las manifestaciones, pero el Vaticano ha sido mucho más cauto. ¿Se busca un equilibrio entre las declaraciones de la Santa Sede y las de Iglesia local?

Hemos señalado que los sacerdotes y obispos que marcharon con la gente deben acompañar para que las personas no se sientan huérfanas. Hay una falta de instituciones en Venezuela y se recurre casi para todo a la Iglesia. No es porque seamos más capaces, sino porque no hay otra institución en la que confiar. No nos toca a nosotros como Iglesia decir que estamos con unos o con los otros, pero sí estar con la gente, que quiere un cambio. Hay que rehacer la sociedad venezolana para que estemos todos, también mucha gente que ha estado con el Gobierno.

- ¿Hay riesgo de que estalle una guerra civil?

Para eso tendría que haber dos bandos armados. Aquí tenemos uno armado hasta los dientes y otro cuyas únicas armas puede ser algún cortaúñas o algún puñal. El pueblo venezolano es pacífico.

- ¿Teme una intervención militar extranjera?

En la amplísima frontera con Colombia hay grupos armados y guerrilleros. Se ha armado a muchos colectivos que defienden al Gobierno, pero que generan buena parte del hampa y de la indefensión de la población. No se quiere, desea ni busca una intervención extranjera.

- ¿Pero cree que puede suceder?

Cualquier cosa puede suceder, pero en América Latina sabemos que las intervenciones militares no solucionan nada y generan mayores heridas. La muerte y la guerra no son la solución a los problemas de la sociedad.

- ¿Considera acertada la postura de España y de la Unión Europea?

Hay que entender que los pasos de la diplomacia y ver que no es un problema exclusivamente venezolano, sino de la región. Estamos viendo cosas que no se veían antes. Hay grupos islámicos presentes en el país ante los que nos planteamos interrogantes. En el último atentado en Bogotá hubo una forma de actuar que no se conocía en América Latina con un terrorista inmolándose. Hay una relación de lo sucedido con Venezuela y su cercanía a algunos regímenes de Oriente Medio.

- ¿Relaciona el atentado de Bogotá con el islamismo radical?

Hay informaciones que nos llegan y hechos concretos. En Venezuela todo el mundo se conoce y hay cosas que antes no se veían. Hay una amplísima región en el país, toda la zona del Arco Minero por debajo del Orinoco, que es selvática y muy desconocida. Los testimonios que nos llegan de algunos misioneros son terribles.

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