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Reynaldo Fernández, director del Patronato, comenta una de las joyas del Fondo documental
La memoria de la fortaleza

La memoria de la fortaleza

El Archivo de la Alhambra custodia la historia de más de cinco siglos del monumento más importante del país

Amanda Martínez

Domingo, 12 de junio 2016, 00:16

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Los secretos de la Alhambra desaparecieron cuando Boabdil entregó las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos. Todos los documentos que podrían descubrir qué pasó realmente tras los muros del Castillo Rojo se marcharon con el último rey nazarí. El rey Chico probablemente los destruyó al abandonar su casa, quién sabe. Quizás se llevó consigo las cédulas o escrituras con las que negociaría en las Capitulaciones, pero no existen, o, al menos, es un misterio, saber qué pasó con estos legajos. Por eso el documento más antiguo del fondo del Patronato de la Alhambra se remonta a la época de los Reyes Católicos, y son nada menos que cinco los siglos de historia que se conservan en las instalaciones de su Archivo, custodiadas por las tecnologías más avanzadas en su gestión y cuidado, vigiladas por estrictos sensores que mantienen el almacén a 18 grados de temperatura y un 40% de humedad.

De la albúmina al jpg

El Archivo de la Alhambra está formado por fondos de varias colecciones: la de la Capitanía General del Reino de Granada y Alcaidía, que funcionó entre 1492 y 1718; la de los Alcaldes Mayores, Comandantes Generales y Gobernadores (1719-1914); los Conservadores-directores de la Alhambra (1870-1914); el Patronato de la Alhambra (1914-1985) y el Patronato de la Alhambra y el Generalife, de 1986 hasta hoy. En cuanto a los archivos privados, integra los de Ángel Barrios (1900-1982), Santa María de la Alhambra (1857-2007) o Leopoldo Torres Balbás, que se adquirió en 2012. La procedencia de los documentos es muy variada y su edad, también. Hay grabados, dibujos y expedientes del siglo XVI compartiendo espacio con los primeros daguerrotipos y fotografías de Clifford o Laurent, del siglo XIX, a las que, seguramente, se unirá en breve la imagen que Pepe Marín, el fotógrafo de la Alhambra, ha tomado de los participantes en esta visita guiada. Y es que cada día, los trabajadores de este monumento construyen un poquito de su historia que se protege aquí del olvido, porque éste es un archivo vivo y «un trocito de la memoria viva de la fortaleza nazarí», como lo describe Reynaldo Fernández Manzano, director del Patronato de la Alhambra.

Un día de puertas abiertas

Se está convirtiendo en una tradición que el Archivo de la Alhambra abra sus puertas el día 9 de junio para celebrar el Día Internacional de los Archivos. Bárbara Jiménez, su responsable, ejerce de orgullosa cicerone en esta visita que cada año atrae a estudiosos de las técnicas archivísticas, a historiadores y amantes de la Alhambra. Para mostrar su trabajo, Bárbara y su equipo prepararon diferentes tipos de documentos de distintas procedencias, fechas y formatos. En esta ocasión, en el recorrido se han exhibido joyas como el expediente del pintor Julio de Aquiles al Conde de Tendilla, el primer alcaide de la ciudad nazarí, para que se le pagase el trabajo realizado en la estufa de las Casas Reales de la Alhambra, un trabajo que tasó el maestro mayor de obras, Pedro Machuca y que corresponde al año 1546.

También los visitantes tuvieron la oportunidad de acceder al libro en el que aparece la autorización a Joaquín Sorolla para pintar en la Alhambra entre 1909 y 1917. «Aquí tenemos textos históricos, pero también administrativos, por eso cuando se proyecta una intervención en el monumento lo primero que se realiza es una ingente labor documental», comenta Bárbara, mientras muestra el original de un alzado de las distintas intervenciones en el patio de los Leones de la época de Torres Balbás, y recuerda la agria polémica que suscitó en la ciudad el tejado a dos aguas por el que sustituyó la cúpula de inspiración oriental que coronaba el templete.

Es precisamente a partir de Leopoldo Torres Balbás, el arquitecto conservador de la Alhambra entre 1923 y 1936, cuando comienza un trabajo más constante en la gestión del archivo. Torres Balbás sustituyó a Modesto Cendoya cuyo cese también se encontraba entre los documentos seleccionados para deleite de los participantes en la visita. Y Torres Balbás fue el que encargó a Torres Molina la realización de las fotografías que reproducen el antes, durante y después de las intervenciones que se acometieron en el monumento durante su gestión. Estos negativos de cristal se conservan en vertical cada uno en un sobre de algodón, cuidadosamente instalados por Francisco Leiva Soto, ayudante de archivo,que les asignó, por primera vez, una signatura.

La visita continúa. En uno de los almacenes esperan un daguerrotipo de un turista que posa en la fuente de Lindaraja, una clifford, una carta de Falla a Ángel Barrios y varias fotografías. En una de ellas, los trabajadores que construyen el hotel Alhambra Palace sonríen a la cámara de Señán y González en 1909. Es muy curiosa porque tiene escritos el nombre de las personas que aparecen en la imagen. Otra, muestran como el tráfico en el interior del monumento se iba convirtiendo en un problema y los vehículos ocupaban tranquilamente plaza a las puertas de los baños del Polinario.

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