La alegría de la niña
Con motivo del 85 aniversario de la proclamación de la República, recordamos este artículo de la sección de 'Curiosidades Granadinas' de César Girón publicado en IDEAL el 16 de abril de 2007
César girón
Jueves, 14 de abril 2016, 18:57
GRANADA tiene una forma muy particular de celebrar los mejores acontecimientos de la Historia; así lo demuestran las noticias sobre los grandes sucesos acaecidos a ... lo largo de los siglos. Si ya fue particular el acto de tremolación del pendón real por Miguel Garrido Atienza para anunciar el advenimiento de la I República, no iba a ser menos curiosa la manera en que la ciudad, hace 85 años, festejó la proclamación de la II República.
Dicen las voces más autorizadas que realmente el advenimiento del régimen republicano se venía preparando, incluso, desde antes del golpe de estado del General Primo de Rivera, en septiembre de 1923. Por ello, la primera consulta electoral habida desde éste momento, el 12 de abril de 1931, puso de manifiesto, sin ningún lugar a duda, «la victoria moral» de las candidaturas republicanas. Aún cuando la sociedad española venía preparándose para éste momento, la irrupción política de la II República Española estuvo acompañada de actos violentos que tuvieron por objeto los centros y símbolos del poder monárquico y religioso. Tales acontemicientos serían percibidos por unos como «actos de revolución democrática» y por otros como «atentados vandálicos desplegados por hordas marxistas».
El 10 de abril acontecían en Madrid los sucesos del Círculo Monárquico Independiente -qué eufemismo- que provocarían el enfrentamiento callejero entre monárquicos alfonsinos y republicanos, generando la quema de automóviles y una concentración multitudinaria ante la sede del diario ABC, considerado el auténtico instigador del republicanismo y jaleador de los monárquicos irredentos. Por poco pudo la Guardia Civil evitar el asalto del edificio con un gran despliegue de medios personales. Sin embargo, no pudo evitar que durante la tarde de aquel día comenzase la temida quema de iglesias y conventos en la capital de España.
Anticlericalismo
Los sucesos iniciados en el Círculo Monárquico de Madrid fueron conocidos en nuestra ciudad el día 11 de abril. Y, tal y como cuenta "El Defensor de Granada", los disturbios comenzaron la madrugada del día 12, fecha en que estaban llamados a los comicios municipales millones de españoles. Elementos provocadores rociaron con gasolina la puerta del periódico "La Gaceta del Sur", diario católico, y de "El Noticiero Granadino", de corte conservador, siendo incendiados, resultando, cierto es, con pocos daños. Igualmente sufrieron la violencia de las llamas el convento de los Agustinos, la residencia y el colegio de los Maristas, siniestro que tuvieron que sofocar los propios religiosos asistidos por vecinos de la zona. Sufrieron también atentados los conventos de Santa Catalina y de las Comendadoras de Santiago en el Realejo, aunque quizá en términos anecdóticos los más llamativo sea la colocación y explosión de una bomba en la iglesia del convento de carmelitas calzadas, que causó dos heridos y el derrumbamiento de parte del edificio, con graves daños.
Según desvela "El Defensor de Granada", la pasividad policial permitió actuaciones «revolucionarias» como la sucedida en la iglesia y convento de los jesuitas, en plena Gran Vía, por las que fueron asaltados el Sagrado Corazón de Jesús y la residencia de los "Luises". Los "revolucionarios" fueron conducidos, al parecer por uno de los sacristanes. Las hordas asaltantes llegaron al coro y a las dependencias más inaccesibles del templo, destrozando todo a su paso. Finalmente alcanzaron la residencia, siendo lanzados desde las ventanas hasta la calle el mobiliario, elementos litúrgicos e imágenes religiosas.
Estado de Guerra
Cuenta el profesor López Martínez, «que el Gobernador González Sicilia ante los desmanes descritos decidió recurrir a la autoridad militar y declaró el Estado de Guerra en toda la provincia a las tres de la madrugada». La resolución de sacar las tropas a la calle fue adoptada sólo con el ánimo de calmar a la población. La medida llegó tarde pues los sucesos habían comenzado un día antes y era ya difícil reconducir la situación entre los revolucionarios, de modo que el fuerte despliegue de fuerzas realizado, caballería y artillería principalmente, con la instalación de baterías en el Albaicín, la plaza de la Trinidad y el Triunfo, que fueron apoyadas con la Guardia Civil, sirvió de poco para detener la explosión de anticlericalismo callejero.
En la provincia los sucesos fueron similares a los de la capital. Los más significados tuvieron lugar en Guadix, en Loja y en Maracena, donde se produjeron asaltos de conventos, quema de iglesias y la suspensión de procesiones públicas en evitación de posibles altercados. Fue en Santa Fe y Atarfe donde sucedió el hecho más violento, en el que morirían cuatro personas en un linchamiento "erróneo", cuando el jefe de la fábrica de la azucarera de San Pascual no detuvo su vehículo ante una multitud que le daba el alto en la carretera. La multitud "conservadora" que trataba de capturar a los malhechores que habían asaltado e incendiado un convento de monjas en la localidad de Santa Fe acabó con la vida de los ocupantes del vehículo, según cuenta "El Defensor" el día 16 de abril de 1931.
La proclamación
Conocidos los resultados de los comicios municipales celebrados el día 12 de abril, por los que las candidaturas republicanas habían ganado en casi todas las capitales de provincia, por parte del Gobierno de la Monarquía apunto se estuvo de reprimir el ímpetu popular con una atronada intervención del ejército, lo que se descartó pronto dado el rumbo que tomaban los acontecimientos.
«Fue la calle -como diría Miguel Maura- la que se encargó por sí sola, de aclarar las cosas, marcando el rumbo de los acontecimientos» de modo que la monarquía y sus instituciones tuvieron que ir doblegándose a la voluntad popular, que principiando por Eibar, Valencia, Sevilla, Oviedo, Zaragoza y Castellón, fueron declarando en la madrugada del día 14 la II República.
En Granada a primeras horas de la mañana del día 14 comenzó el centro a poblarse de gente, transeúntes y curiosos que entorno a la plaza del Carmen esperaban impacientes la noticia oficial de proclamación del régimen republicano. Todo era confusión y junto a los ecos de sucesos en la provincia corría el rumor de que el Rey Alfonso XIII había abdicado y salido del país, lo que realmente ocurriría horas más tarde, cuando a las 9 y cuarto de la noche partiese para Cartagena, rumbo al exilio.
El ambiente tenso estuvo contenido hasta las 4 de la tarde, hora en que un grupo de concejales elegidos dos días antes, entre los que se encontraban Juan José Santa Cruz, Ricardo Corro Moncho, José Pareja Yébenes o Alejandro Otero, seguidos de gran número de estudiantes de la organización FUE, entraron en el edificio el Ayuntamiento y desde el balcón principal, en medio de gran júbilo, proclamaron la república. De tan importante acontecimiento, muy particular en la historia granadina por la forma en que se produjo, casi una reiteración por sus formas del que tuvo lugar 56 años antes con la proclamación de la república liberal, quedan documentos gráficos verdaderamente excepcionales.
La alegría de la Niña
Poco después de aparecer los concejales republicanos en el balcón consistorial hizo acto de presencia en la plaza del Carmen una sección de la Guardia Civil, que a pesar de lo que estaba sucediendo y del nerviosismo que se apoderó de la masa, se mantuvo en actitud de respeto hacia la situación que se vivía y el orden republicano proclamado. No obstante, el oficial que mandaba la sección tuvo que subir al balcón y calmar a la población diciendo «que nada iba a pasar». No fue lo mismo cuando inesperadamente, poco después, aparecía súbitamente, calle Méndez Núñez abajo -actual Reyes Católicos- y a la carga, el Regimiento de Caballería de Lusitania, mandado por el capitán Jiménez Cisneros, que cargó contra la multitud causando escenas de pánico y varios heridos. De no ser por la intervención del teniente coronel Santiago Taboada, la represión habría llegado a mayores.
A las 5 de la tarde, espontáneamente, el pueblo de Granada se dirigió en manifestación atravesando la Manigua, hasta el símbolo de la libertad en la ciudad, hasta la plaza de Mariana Pineda. Allí la muchedumbre enfervorizada cantó la Marsellesa, se interpretó el himno de Riego y se rodeó el cuerpo pétreo de la heroína con la bandera tricolor liberal, sumándose inesperadamente los aviones del aeródromo de Armilla que hicieron varias pasadas saludando a los manifestantes republicanos.
Granada fue ya, toda ella, una fiesta. La población lanzaba cohetes, improvisaba verbenas en cualquier plaza o rincón de la ciudad, se propalaban consignas de salud pública y se cantaban cuplés antimonárquicos, siendo el más popular el que decía: »¿Dónde vas Alfonso XIII;/ dónde vas tú por aquí?/ Voy en busca de Inglaterra,/ porque me echan de aquí».
La campana de la Vela
Mientras en el Ayuntamiento Fermín Garrido Quintana, último alcalde de Alfonso XIII, se resistía a abandonar el puesto y en el Gobierno Militar la tensión llegaba hasta proclamar a las 8 de la tarde el Estado de Guerra en la capital, se constituía con la tolerancia del Gobernador Civil, Eduardo Mendoza, el Comité Republicano de Granada, germen del primer gobierno municipal de la República y la población continuaba con la "Alegría de la Niña", que continuó durante todo el día siguiente, el día 15 de abril. Tal día como ayer, se constituía el primer consistorio de la II República. El primer alcalde fue José Martín Barrales, padre de Elena Martín Vivaldi, de la que en estos días celebramos el centenario de su nacimiento. La ciudad entera era una fiesta; las muchachas portaban grandes lazos rojos en el pelo y los vestidos, los guardias municipales llevaban brazaletes con la bandera tricolor, los aguadores enjaezaron de gala sus caballerías, durante el día repicaron a gloria las campanas de la catedral y -esto es la auténtica particularidad anecdótica granadina-: «La campana de la Vela, símbolo de la Granada de la Historia, estuvo tañendo enfervorizada durante todo el día, acompañada de gritos de ¡Viva la República¡ que se oían en toda la ciudad».
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