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El escritor Manuel Fernández y González IDEAL
Un 'Poetilla' enganchado a una Cuerda

Un 'Poetilla' enganchado a una Cuerda

Este año se cumplen 195 años del nacimiento de Manuel Fernández y González, uno de los miembros más interesantes de los fundadores de‘La Cuerda’

Amanda Martínez

Sábado, 23 de enero 2016, 16:01

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Las redes sociales que funcionaban en el siglo XIX eran sociedades literarias al calor de las cuales se acogían jóvenes con inquietudes culturales. Estas sociedades fueron punto de referencia de todo lo que se movía en la ciudad en cuanto a literatura, periodismo, teatro, música o pintura. La Academia de las Ciencias y Literatura, El Recreo, Lope de Vega o Las Delicias, fueron algunas de las menos conocidas, pero que frecuentaban varios de los miembros que daban vida a El Liceo, El Pellejo o La Cuerda, antecedentes de las citas del Avellano, encabezadas por Ángel Ganivet, o las tertulias del Rinconcillo en el Café Alameda, animadas por Francisco Soriano Lapresa y a la que pertenecía, entre otros, Federico García Lorca.

En 1836 se crea en Granada la Asociación Literaria y Patriótica de «espíritu liberal en lo político, aires de leyenda y orientalismo en lo literario», tal y como la define Miguel Gallego Roca en el libro La Cuerda Granadina: una sociedad literaria del postromanticismo. Esta sociedad, que un año después se transformaría en El Liceo, fundó a su vez la revista La Alhambra como medio de expresión de sus intereses y gustos y en las que palpita el romanticismo «pero a su lado, la preocupación por temas como la mejora de la educación, la reforma en las cárceles, la transformación urbana, la economía, la agricultura y sus posibilidades de transformación. Todo ello como expresión clara de unos objetivos que no se quedan tan solo en el etéreo juego de la fantasía», escribe Cristina Viñes en el artículo La aportación a la cultura española publicado en IDEAL (por cierto, se pueden consultar los ejemplares de la revista La Alhambra, digitalizados, desde la página web de la Biblioteca Virtual de Andalucía).

Conciencia hacia la tradición

En este mundo de la cultura romántica ve la luz La Cuerda, una asociación surgida en torno a los años cincuenta del siglo XIX que agrupó a una generación de jóvenes preocupados «por dinamizar la cultura local con una conciencia hacia la tradición y el legado artístico», continúa Gallego Roca.

Las comidas en el Carmen del Caidero, propiedad del médico López Flores, dieron lugar a una sociedad gastronómica conocida como El Pellejo, que según su libro de actas (que se conserva en la Casa de los Tiros), se reunieron entre los años 1837 y 1858. En torno al buen yantar coincidieron algunos componentes de aquella Cuerda, una generación de jóvenes que, con el tiempo, ocuparían la primera línea de las letras españolas. Uno de sus nudos, como se conocía a los miembros del grupo, más relevantes fue Pedro Antonio de Alarcón. Otro, el precursor de las novelas por entregas de la literatura de este país, el escritor Manuel Fernández y González.

El rey del folletín

Como si de una sociedad secreta se tratase, cada miembro de La Cuerda tenía un sobrenombre. A Fernández y González le llamaban El Poetilla. Nacido en Sevilla en 1821, vino a Granada para estudiar en la Universidad y aquí escribió parte importante de su literatura dramática «alentado por Joaquina Baus, la insigne actriz, madre de Manuel Tamayo, y las novelas por entregas, que le editaba Zomara, y por las que llegó a ganar mil reales cada día», escribe Asclepios (pseudónimo tras el que se esconde el historiador y médico Fidel Fernández Martínez) en el artículo sobre el personaje de su serie Antigüallas granadinas publicado en Ideal el 26 de enero de 1936. «Aquí fue continúa donde hizo alarde soberano del desequilibrio entre la inteligencia y la imaginación, entre la lógica y la fantasía que fueron características de su vida pública y privada. Aquí fue donde ganó la Cruz de San Fernando, donde conoció a su mujer, Manolita Muñoz Padilla, hija de unos humildes panaderos del Albaicín, con la que pelaba la pava por la gatera de un portón, tendido en el suelo, boca abajo, y con una pistola al alcance de la mano. Aquí, donde hizo famosas sus correrías por el morisco barrio, empuñando la espada de Boabdil, que para su estudio le había prestado otro nudo los apoderados del marqués de Campotéjar; aquí, en fin, donde en continuo alarde de genio sobrenatural y portentoso, cayó con frecuencia en lamentables faltas de discreción y de buen juicio».

Un bohemio por el Albaicín

Fernández y González fue un auténtico personaje novelesco. Su vida bohemia fue una novela en acción. Cuenta Gallego Roca que «su personalidad se convirtió en fuente de anécdotas y su exagerada vida en asunto preferido de mentideros literarios». Sus aventuras amorosas pocas veces terminaban bien y cuentan que una de ellas acabó con su fortuna después de haber raptado a una estanquera y haber huido con ella a París.

Pero también dicen que era capaz de escribir dos o tres novelas a la vez mientras las dictaba a sus ayudantes. «Enhebraba las vidas de los pobladores de sus ficciones, las interrumpía y las continuaba a su conveniencia en el curso de su trabajo», escribe Miguel Pérez Ferrero en el artículo Unas iniciales: M.F.G publicado en Abc (23 de diciembre de 1977), e incluso, al final de su vida, dejaba que alguno de aquellos amanuenses, entre los que se encontraba Blasco Ibáñez, siguiera el hilo interrumpido y concluyera sus historias. Pérez Ferrero continúa describiéndolo como un poeta que fue, a la vez «rico y pobre. Todo lo había ganado y todo lo había perdido».

De Granada marchó a Madrid y de allí a París donde conoció a Alejandro Dumas (padre). A su regreso comenzó su decadencia. Denostado y olvidado, fue recuperado por autores como Baroja que se confesó asiduo lector de su obra.

A Fernández y González se le considera el máximo representante del folletín desde aquel El doncel de don Pedro de Castilla que publicara por entregas en la revista La Alhambra. Llegó a escribir más de trescientas novelas con títulos como Isabel la Morisca, Los Monfíes de las Alpujarras, El cocinero de su Majestad, Men Rodríguez Sanabria, El rey de Sierra Morena o Historia de un hombre contada por su esqueleto. Acciones que ocurren en un pasado fantástico y que es aprovechado por el escritor para dar rienda suelta a su imaginación. Dijo de él Alejandro Dumas: «yo trabajo como los orfebres, lenta y minuciosamente; usted, como los gigantes, que erigen torres amontonando pedazos de sierras».

Murió en Madrid el 6 de enero de 1888. Su obra fue el origen de las entregas de Gaspar y Roig o Manini que llegaba a la casa de suscriptores que anhelaban un nuevo capítulo, y, más tarde, de aquellos libros llamados de peseta que después se convirtieron en seriales radiofónicos y que acabaron en telenovelas. También poeta y autor teatral, con él desapareció una de las imaginaciones más fértiles del siglo XIX.

Granada en el Dumas castellano

«Era una fría tarde de noviembre del año 1527. Una de esas grises y melancólicas tardes del invierno de Granada que, sin embargo, no son tristes, y que tienen mucho de poéticas».

Así comienza la historia de Isabel la Morisca que tiene, como muchas de sus creaciones las leyendas, geografía e historia de Granada como telón de fondo. El Dumas castellano, como lo definió Asclepios, dedicó «al reino moro de Granada las producciones más ricas de su ingenio»: Martín Gil, Los monfíes de la Alpujarra, La leyenda de los siete murciélagos, Leyendas de la Alhambra, Dos Reyes en la Alpujarra o Allah Ackbar, son algunas de ellas.

Cuentan de é que era enemigo declarado de José Zorrilla al que acusó de invadir su espacio literario cuando el poeta se atrevió a cantarle a esta ciudad. Por eso, en El diablo con antiparras le dedicó una famosa octava que describe su desencuentro:

«En el lírico tono es medianejo

Y a veces al sublime se levanta:

Suele imitar al cisne y al vencejo

Si rudo silva o apacible canta.

De soberbia no cabe en el pellejo

Y de su misma gloria tal se espanta

Que en su delirio loco exclamó un día: ¡Nadie pase ante mí. La tierra es mía!»

Cuando escribe sobre Granada, fascina con su descripción de paisajes y personajes «y si estos tienen por horizonte la Alpujarra, el Albayzín o la Alhambra que son para nuestro novelista los parajes más bellos del planeta y giran alrededor de Abén Humeya héroe predilecto de su acalorada fantasía entonces la lírica ampulosa y desbordante se eleva a tonos que no alcanzó ningún otro literato».

A parte de una velada literaria en el Liceo, celebrada unos días después de su muerte, y de una lápida que le dedicó Afán de Ribera en el Carmen de las Tres Estrellas donde tantas veces situó a sus personajes, nada recuerda en esta ciudad a quien cantara sus bellezas con tanto entusiasmo.

Más Información

Miguel Gallego Roca, "La Cuerda granadina, una sociedad literaria del Postromanticismo", Granada, 1991

Asclepios, "Fernández y González". IDEAL, 26 de enero de 1936

Miguel Pérez Ferrero, "Unas iniciales: M.F.G" publicado en Abc (23 de diciembre de 1977)

Enlace a libros de Fernández y González disponibles en la Biblioteca Virtual de Andalucía

Enlace a libros de Fernández y González disponibles desde el 'Proyecto Gutemberg'

Revista 'La Alhambra'

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